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martes, 10 de diciembre de 2013

El Licenciado

Las instituciones de todo tipo alrededor del mundo, siempre tienen uno o más ejemplos de héroes casi anónimos, que contribuyen a su grandeza, aunque sin aparecer en los reflectores de los presidentes o máximos jerarcas. El arbitraje de Jalisco y México tuvo uno de estos maravillosos personajes en las últimas dos décadas del siglo pasado, que este 12 de diciembre cumple 10 años de emprender su último viaje hacia la eternidad: El Licenciado Jorge Salles Cuervo.

Las personas que dejan huella en su vida terrenal, siempre tienen la dicha de contar con numerosas “coincidencias” que magnifican su resplandor. Devoto Guadalupano, fue llevado por su Santa Madre hacia la luz en su día. Dentro de su trágica y prematura partida, tuvo hasta el último suspiro, un premio a su vida generosa y leal a ideales tan trascendentes, como la justicia y la amistad.

Salles Cuervo fue el precursor de la época dorada del arbitraje jalisciense. En mancuerna con su gran amigo, que ya lo acompaña en las designaciones eternas, Arturo Yamasaki, creó una generación de silbantes exitosos, probos y leales a sus enseñanzas. Era la época de Don Javier Arriaga al frente de la Comisión de Árbitros, lo que demostró en su momento, que los que nunca fueron árbitros, sí pueden ser grandes dirigentes, siempre y cuando se rodeen de las personas adecuadas y mantengan su honestidad y dignidad intactas.

Casi al final del Siglo XX, El Licenciado (ambas con mayúsculas, claro que sí), se alejó un poco del escenario profesional, para atender sus negocios y su vida personal, aunque sin alejarse de las canchas y los silbatos. Fue en el lejano 1999 cuando lo conocí; yo pedía una oportunidad de arbitrar en la Liga Interclubes de Jalisco (amateur), y El Licenciado era el que mandaba por esos lugares.

Pocos años después nos reencontramos en el futbol profesional, cuando se hizo cargo de la Escuela de Árbitros Profesionales de Jalisco y después Delegado por un corto período, antes de que la vida lo designara para su partido eterno.

Parece apenas ayer, cuando un afligido Profesor Yamasaki silbaba tres veces al pie del féretro de su gran amigo, rodeado de su otra familia, nosotros los árbitros, sus pupilos, sus orgullos.

Podrán pasar otros 10 ó 20 años, nos iremos marchando de esta vida los que lo conocimos, pero el recuerdo de una persona que marcó al arbitraje jalisciense y mexicano, jamás será olvidada, porque no sólo como hombre institucional fue un triunfador, sino que tocó con enseñanzas valiosísimas a todos y cada uno de los que tuvimos la dicha inmensa de cruzarnos por su camino.

Colofón
Regla Cinco nació en este espacio en el ahora lejano febrero de 2011. Han sido, con ésta, 111 publicaciones, en las que he criticado, alabado, recordado y explicado situaciones y hechos arbitrales de toda índole. Hoy, es tiempo de tomar un receso indefinido. En memoria de El Licenciado, siguiendo sus enseñanzas de vida, persigo nuevas metas alejadas del arbitraje. Me quedo eternamente agradecido con sus visitas.

martes, 26 de noviembre de 2013

De mentadas de madre y goles descarados

Como ya se está volviendo una desafortunada costumbre, cuando empieza la Liguilla de nuestro torneo, el nivel futbolístico aumenta a lugares extraordinarios, pero el arbitraje sigue con sus mismos vicios. Los partidos del sábado tuvieron muchos más elementos de análisis que los dominicales, así que nos quedaremos con Guerrero y Pérez Durán, que actuaron en Toluca y Morelia, respectivamente.

A Fernando Guerrero, los jugadores ya le tienen tomada la medida. Mentiría si les dijera el nombre de cada jugador que insultó e hizo señas groseras al árbitro en sus narices, porque fueron no menos de 5 ó 6 durante el partido.

Parece que la dinámica ya es aceptada por todos, incluso por la santa madre de Fernando, que ve cada fin de semana cómo los futbolistas la recuerdan, sin recibir siquiera una mirada de desaprobación del “Cantante”.

Hasta su servidor, que en sus tiempos activos dentro de las canchas (con silbato) era implacable con los cortes de manga, ha aceptado que esa famosa seña debe ser castigada sólo con tarjeta amarilla, siempre y cuando no venga acompañada del insulto verbal, que la convertiría en expulsión automática. Pues con Fernando Guerrero parece que no hay manera de aplicar la causa de “emplear lenguaje o gesticulación grosera u obscena”, para sacar la tarjeta colorada del pantalón. Bueno, ni la amarilla; ni una mirada de pocos amigos.

Si me pudieran ver cuando observo este tipo de acciones de los jugadores contra los árbitros y no son sancionados, pensarían que estoy loco por el escándalo que organizo, pero es que no me cabe en la cabeza que a la gente le guste que la insulten. Fuera de esa sangre de atole para los reclamos, señas e insultos que tiene Guerrero, me parece que la conducción fue aceptable. La probable mancha más grande, en mi particular punto de vista, la pone Israel Valenciano en el autogol de Pereira, y me explico, con la salvedad de que hay una toma de televisión que muestra que la pierna del defensa habilita al delantero. Está muy jalado de los pelos, pero con eso basta para darle la duda razonable al asistente de Agusacalientes.

Ya sabemos que la nueva redacción de la Regla del Fuera de Juego indica que interferir a un adversario es “disputarle directamente el balón”, lo que según algunos de los expertos no sucede en esta jugada. Disputar el balón, en el caso Velázquez vs Pereira, no tienen nada que ver con que ambos jugadores vayan de frente al redondo y se arme un taponazo o algo por el estilo; basta con el movimiento que hacen ambos en busca del esférico, en el que la reacción y ubicación del defensor le permiten ganar la posición, con la mala fortuna de mandarla a su portería. El delantero, con su intento de ir a rematar, condiciona la actuación del defensa, INTERFIRIENDO su accionar.

El que se lleva todos los deshonores en estas series de ida, es Jorge Antonio Pérez Durán, su Alteza Serenísima Conde de la Comisión y de colonias vecinas. Es verdaderamente increíble la transformación tan desafortunada que ha tenido este señor desde que fue designado a la Final de ida del Clausura 2013, entre los eternos subcampeones azules y los nuevos monarcas amarillos.

Al igual que su compañero Guerrero, pero ahora sí tengo bien claro al agresor, se dejó manotear, cortar manga e insultar por Jefferson Montero de lo lindo. Ya va una. El inexplicable gol invalidado a Boselli, dos; el codazo artero y a dos metros de sus narizotas de Chema Cárdenas a Montes, tres; el patadón terrible a la rodilla de Burbano por Morales, cuatro, y la joya de la corona, la falta del tamaño del estadio de Mancilla a Yarborough para el tercer gol moreliano, completan una quintilla que nadie mata, ni intentándolo con todas sus fuerzas.

Estos ejemplos son acciones puntuales, TODAS en contra del equipo León (no tiene nada que ver con la televisora que los transmite y sus dueños, estoy seguro y confío en que en México eso no pasa), pero hubo otros detalles un poco más finos que son los que ponen a uno a pensar mal. La jugada del tercer gol de Monarcas, viene precedida de una serie grosera de faltas nimias que estuvo señalando Pérez Durán durante los últimos 20 minutos del juego, otra vez, todas, en contra de los verdes, y siempre en las inmediaciones del área visitante.

Alguna vez me dijo un consagrado silbante, que no es necesario expulsar y marcar penales para ir moviendo un juego a donde el árbitro quiere. Mantén cerca el balón de un área y aumenta las posibilidades de crear jugadas de peligro, al mismo tiempo que mantienes alejado el mismo balón de la otra, para cuidar el rancho. Así le hizo Pérez Durán, arrinconó a los verdes contra sus últimos 20 metros, y luego los remató con el ojo de hormiga en el segundo gol de Ever Guzmán. Más descarado, imposible.


Jorge Rojas y Ricardo Arellano tuvieron menos broncas el domingo, afortunadamente. Habrá que esperar a que Marco, García Orozco, Paco Chacón y Delgadillo lo hagan de mejor manera y los semifinalistas sean justos merecedores de su pase.

martes, 19 de noviembre de 2013

De cara a la Liguilla

Después del receso obligado en el inicio de la Liguilla por el partido de México en Wellington, este fin de semana comenzará el otro campeonato, el que define al campeón de Liga, el que importa más que las 17 semanas anteriores.

Así como a las instancias definitivas llegan los mejores ocho equipos, o por lo menos los que lograron la mayor cantidad de puntos, así es como durante la fase regular, los árbitros se juegan un lugar en la lucha por su título particular. Recordemos que el equipo arbitral que dirige la Final de Vuelta, sin importar el campeón que resulte, se lleva su medalla de campeón, que es su máximo deseo.

Como es costumbre desde hace muchos años, la Comisión de Arbitraje nombra a sus mejores silbantes antes de la fase final, les organiza una pequeña concentración en el CAR y trabajan aspectos específicos en la parte física, técnica y mental, de cara a la lucha por el título.

Regularmente se nombra a 12 árbitros y 16 asistentes, como sucedió en esta concentración del 4 al 7 de noviembre pasados, aunque por su participación en el Mundial Sub17, Marco Rodríguez, Marvin Torrentera y Marcos Quintero, no estuvieron presentes. Con sus nombres, la lista pasa a 13 silbatos y 18 banderas.

A pesar de que en teoría el número ideal sería de ocho árbitros y 16 asistentes, para formar un equipo arbitral para cada partido de cuartos de final, se nos olvidan los cuartos árbitros. Por este motivo, se convoca a estas concentraciones a cuatro más, que en teoría sólo participarían desde la silla en la banda, pero desde la administración Padilla, la lógica ha dejado de tener sentido en la Comisión.

Recuerdo que en los tiempos de Codesal y Yamasaki, que son los que más claros tengo en la memoria, solamente ocho silbantes tenían derecho a dirigir. Ya sabíamos que los supuestos cuatro mejores iban a las vueltas, y del 5 al 8 a las idas. De esos ocho, cuatro avanzaban como centrales a semis y los otros cuatro se conformaban con la silla. Así seguía en la Final, y cada partido arbitrado, era la prueba para seguir en competencia, o bajarse del barco.

Ahora, es posible ver que árbitros que no están en los cuartos de final, dirijan semifinales; tal vez estén tratando de imponer un criterio estilo Copa del Mundo, pero no olvidemos que en este tipo de competencias van los mejores equipos arbitrales del MUNDO, y no petardos como Miguel Ángel Chacón.

La lista la conforman Roberto García Orozco (Fifa), Fernando Guerrero, Luis Enrique Santander, Oscar Macías, Jorge Antonio Pérez Durán, César Arturo Ramos, Jorge Isaac Rojas (Fifa), Ricardo Arellano (Fifa), Paúl Delgadillo (Fifa), Miguel Ángel Chacón, José Alfredo Peñaloza (Fifa), Francisco Chacón (Fifa) y Marco Rodríguez (Fifa). Destacan las ausencias de los internacionales Fabricio Morales, Miguel Flores y Erim Ramírez. A pesar de las malas actuaciones que puedan haber tenido en el torneo, ninguno de estos tres silbantes se acerca tantito a la inexistente capacidad de Miguel Chacón, que una vez más, aprovecha sus conexiones y amistad con los dirigentes, para arañar unos pesitos extras para completar el aguinaldo.

Sin participaciones internacionales de los premundialistas García y Rodríguez, como en la Liguilla anterior, aplicando la lógica incoherente de Mancilla y sus secuaces, Marco y Roberto están palomeados para los juegos grandes. Sólo una verdadera catástrofe los quitará de ahí, que en verdad tendría que ser escandalosa, porque recordemos que en la gira del adiós de Mauricio Morales, a pesar de tener una liguilla desastrosa, lo metieron con calzador en la Final de ida hace tres torneos.

Antes, teníamos la certeza de que los Brizio, Ramos Rizo, Alcalá o Archundia, eran elecciones cantadas, pero sustentadas por su trabajo en cancha. Hoy, Marco y Roberto disfrutan de las bondades de una Comisión de Arbitraje que privilegia su imagen internacional para tratar de meter a ambos en la lista final para Brasil, sin importarles la calidad de sus trabajos, el riesgo que representan para los equipos contendientes y la justicia deportiva que debe prevalecer.

Por el bien del futbol mexicano, de las aspiraciones de los dos por sellar el boleto a Brasil, y de la Comisión de Arbitraje que pueda presumir a dos mexicanos en el Mundial, ojalá Marco y Roberto nos hagan tragar estas palabras y demuestren por qué están palomeados para la Final, sin siquiera haber comenzado la Liguilla.

martes, 5 de noviembre de 2013

Las manos de Roberto

Juzgar, con los criterios actuales, la marcación de una mano, se ha vuelto tema de discusión interminable, porque al final de cuentas el criterio es personal, y por más ejemplos y directrices que se establezcan, siempre queda a la interpretación del juez. Roberto García Orozco se encargó este fin de semana de regalarnos dos jugadas que pueden dar un poco de luz al respecto.

En el partido entre Toluca y Atlas, hay dos acciones en las que se juega el balón con la mano. En la primera, tras un disparo a quemarropa hacia el marco rojinegro, Sinha se lanza al suelo buscando NO interferir con el tiro a gol de su compañero, pero que desafortunadamente no logra, ya que desvía el balón con el brazo cuando se encontraba en el suelo. Para peor falta de suerte, el rebote lo toma Velázquez que fusila a Pinto, pero Roberto invalida el tanto por la mano previa. En la segunda jugada, también en el área visitante, Ponce se barre para tratar de impedir un centro, que logra desviar con el brazo derecho que llevaba despegado del cuerpo. Por ahora no vamos a juzgar las dos acciones, primero revisemos lo que dice la regla.

Para valorar la marcación de una mano, el árbitro debe tomar en cuenta tres factores: accidente, deliberación o intencionalidad. El accidente no se sanciona, las otras dos sí. Cuando sí se marca una mano, las deliberadas no llevan tarjeta de por medio, mientras que las intencionales sí. Como una mano accidental es más fácil de imaginar, igual que una hecha a propósito, vamos con el meollo del asunto, que son las manos deliberadas.

La mayoría de las veces, una acción deliberada no lleva la certeza de consumarse. Los instructores de Fifa han vendido la idea de que para juzgar una mano deliberada, se debe entender que toda la extremidad superior se encuentre colocada en un lugar que no es natural. Desde ahí comienzan los problemas, porque depende de la psicomotricidad del jugador cómo se mueva por el campo.

La distancia desde donde se juega el balón previo a la mano también es muy importante, porque la sorpresa y proximidad eliminan la posibilidad de colocar esa parte del cuerpo en una zona que pudiera obstruir el viaje del balón. Protegerse el rostro, eso sí, muy cerca del mismo, no a medio metro, también es permitido, siempre y cuando se tenga la certeza de que si no hubiera mano, sería cara.

Ahora vayamos a la jugada de Ponce para hacer el ejemplo más concreto. En mi criterio muy personal, con muchos años jugando futbol, sé que al barrer, el brazo no debe sobresalir del cuerpo. No es natural, en mi punto de vista, por lo que coincido con la apreciación de García Orozco en esa jugada. Es probable que Ponce no tuviera la intención manifiesta de tapar el centro con el brazo, pero sí estaba abarcando más espacio del natural, que es por dónde debía pasar el balón.

Ahora regresemos con Sinha y el gol invalidado a Velázquez. Esta jugada es previa a la marcación del penal, por lo que muchos se han inclinado por la compensación al señalar el penal de Ponce para desacreditar aquella decisión arbitral. No estoy de acuerdo, aunque nunca sabremos qué pasó por la mente del árbitro, así que mejor mantengámonos en los hechos.

Cuando un jugador, intencionalmente, se está tratando de ubicar fuera del alcance del balón, no hay manera posible en las reglas de que se le pueda señalar mano. Si además de ser claro y nítido el movimiento por alejarse de la trayectoria del redondo, el jugador ya dio la espalda al mismo, y por accidente no alcanza a evitar que le pegue en el brazo, se duplica la anulación de la deliberación o intencionalidad. Roberto, como lo muestran las repeticiones, tenía una ubicación inmejorable para apreciar toda la jugada, por lo que se me escapa una razón por la que se hubiera confundido, o que su perspectiva le impidiera juzgar toda la acción. Nos tendremos que conformar con una razón de criterio o precipitación, aunque ya haciendo un análisis más personal, creo que más bien fue falta de compromiso y valor para dar por bueno, un gol bueno.

Así es el mundo de las manos en el futbol. Lleno de misterios sin resolver, con instrucciones poco claras y sujetas al criterio personal de los jueces. A mí me gusta que sea complicado, porque obliga a los árbitros a ser más certeros en sus apreciaciones, además que nos da tema para comentar y hacer la polémica del futbol, que es la gasolina de nuestro adorado deporte.

martes, 29 de octubre de 2013

Sin piedad

El martes pasado, durante la jornada de Champions League, recibimos una noticia insólita, de ésas que había que ver, porque lo que se leía en redes sociales, sonaba a ciencia ficción. Héctor Herrera había sido expulsado al minuto 6 del partido entre Porto y CSKA, ¡por doble amonestación!

Es de cierta manera natural que existan jugadores expulsados en los primeros minutos de un juego, pero normalmente se trata de rojas directas; ya sea por una entrada muy violenta o por esas expulsiones de reglamento, como detener un gol con la mano o malograr una oportunidad manifiesta de gol (como aquella de Jens Lehman en la final de la Champions de 2006, entre Barcelona y Arsenal). Lo totalmente absurdo, es que en jugadas consecutivas, antes de cumplir 10 minutos de partido, un jugador tenga tan poco criterio para cuidar su amarilla, y de igual manera es difícil ver un árbitro con los suficientes pantalones para tomar una decisión así.

Paolo Tagliavento, italiano, amonestó primero al volante mexicano por una dura entrada sobre Hulk (el brasileño, no David Banner), y en el cobro mismo de la falta, 40 segundos después, le mostró el segundo cartón hepatítico por adelantarse en la barrera y detener el disparo ruso. Incuestionable, clara, ridícula y digna de las listas de las mayores estupideces del futbol mundial.

Cuando comentaba el hecho en redes sociales, alguno de mis seguidores mencionó que “ni Chiquimarco es capaz de hacer algo así”. Lamentablemente para él, lo tuve que corregir. Como me dice mi compañera de vida, que tengo una memoria increíble para hechos casi siempre intrascendentes, recordé una de las mayores perlas de Marco Rodríguez en el arbitraje.

Lo que no me llega bien al cerebro es la fecha, pero los involucrados son Agustín Morales y Daniel Osorno, cuando jugaban en Celaya y Atlas, respectivamente. No puede ser ya en este siglo, así que estamos hablando de unos 14-15 años atrás. Era la primera jugada del partido que se disputaba en el Estadio Jalisco, cuando le envían el balón a Osorno, pegado a la banda izquierda; Agustín Morales se lanza de la tercera cuerda, tachones por delante, a los tobillos del atlista. Marco Rodríguez, cuando era el Marco que hoy todos extrañamos por implacable, le mete la roja al defensa cajetero entre ceja y oreja. Así como Herrera se ganó las dos amarillas en 40 segundos, Morales se quedó con su roja cuando no iban ni 40 segundos de partido.

Y para finalizar una trilogía de expulsiones inmisericordes, tenemos que recurrir al mejor árbitro de México, Francisco Chacón. Sucedió apenas el viernes pasado. Héctor Mancilla, delantero de Monarcas, pensó que se encontraba frente al otro Chacón o Voldemort, porque se necesita ser bastante bruto para insultar y hacer señas groseras al guanajuatense. Con su jerarquía intacta, ajeno a las presiones oficiales de no meterse en problemas, sacó la roja del pantalón y mandó al chileno a tomar una ducha helada, aderezada con el empate de último minuto que consiguió Chivas, cuando su equipo jugaba con 10 por sus leperedas.

Estos tres ejemplos son de árbitros con los pantalones bien puestos. Árbitros que ignoran momentos, presiones externas y estadios, para hacer valer la ley. El italiano y Chacón están vigentes, se reconoce su carácter y valor para tomar estas decisiones en un futbol lleno de intereses económicos, que no perdonan una expulsión estúpida. De Marco Rodríguez nos queda el recuerdo de un juez que hizo época en México; que no hace mucho continuaba con esa línea (Oswaldo Sánchez se acuerda muy bien de la final que perdieron con Tigres hace poco), pero que hemos perdido poco a poco en la maraña de instrucciones ridículas y órdenes ajenas al futbol, que ahora dictan las normas y conductas arbitrales en nuestro país.

martes, 22 de octubre de 2013

Árbitro vendido

¿Cuántas veces hemos escuchado, o incluso vociferado, este “insulto” a un juez deportivo? Ya sé que les llevo como mil años de ventaja, porque a mí personalmente me lo deben haber dicho más de una vez por partido, y si le ponemos número a las veces que me he puesto el uniforme, serían algo así como 1,000. El asunto es que esta frase lleva implícita la supuesta corrupción de un árbitro que ha recibido dinero, o cualquier otra forma de remuneración ajena a sus honorarios oficiales, por beneficiar a determinado equipo.

Lo he dicho en círculos íntimos y varias veces en público y por escrito, que yo sigo metiendo las manos al fuego por la honorabilidad de los árbitros, al menos los de Primera División, en el sentido de que no conozco ningún caso de corrupción, como la que señalo en el párrafo anterior. Desgraciadamente, en categorías muy inferiores del futbol profesional, y mucho más en ligas de aficionados, sé de varios casos en los que hubo dinero de por medio para modificar el resultado de un partido. Pero como esto no es una denuncia de lo que he visto y sabido, sino una reflexión de otro tipo de corrupción económica que SÍ cometen los árbitros de la máxima categoría mexicana, vamos dejando en paz a la Tercera División y a la Liga Regional de Ahualulco, para centrarnos en nuestra devaluada liga local.

Todo este asunto de los árbitros vendidos me lo inspiró la designación de Jorge Antonio Pérez Durán en el partido Cruz Azul vs América. Si creían que se me iba a olvidar, con el argüende de la  selección, el penal que no le marcó a Vuoso, la supuesta grabación con Gasso, y el “apoyo” de su Comisión que lo repitió la semana después en Tijuana, estaban muy equivocados. Por el simple hecho de fallar en la jugada del Clásico Tapatío, era motivo de congeladora por unos dos juegos; pero no, lo premiaron.

Vamos dejando de lado la profunda indignación que esto me produce, porque seguir criticando a la Comisión de Arbitraje cada que se arma un numerito como éste, es tirar las palabras a la basura. Lo verdaderamente escandaloso es en lo que han convertido a los silbantes mexicanos. Con mucha pena, pero honrando a las gloriosas excepciones que no han caído hasta el fondo de este abismo, nuestros árbitros se han dejado corromper por las nuevas “reglas del juego”, que les garantizan sus necesarias designaciones semanales que los mantienen en su trabajo.

No puedo ignorar el hecho de que 20,000 pesos por partido dirigido es un aliciente lo suficientemente grande, como para tratar de mantener su nombre en las listas cada semana (o los 10,000 de los asistentes y cuarto árbitro). Habría que conocer el caso particular de cada elemento, para saber qué tanta es la necesidad de preservar este ingreso, pero en lo general, incluyendo los 15,000 pesos mensuales fijos que reciben TODOS en la Primera División, ya se trata de un salario mayor al del 80 por ciento de los mexicanos (según cifras muy poco sustentadas científicamente por su servidor, pero seguramente muy cerca de la realidad). Y como por desgracia, la capacidad, conocimientos, habilidades y demás características personales y profesionales de los árbitros, no les permitirían tener salarios similares en otra actividad, se entiende de alguna manera lo que sucede. Y ojo, entender no quiere decir que esté de acuerdo.

Pérez Durán es el más claro ejemplo de lo que desea la Comisión de Arbitraje, y la manera en que son premiados los elementos que juegan en la cancha de Mancilla, González, Gasso y compañía. “Haz lo que te decimos; arbitra como te decimos; protege los intereses personales y económicos de los directivos y dueños del balón, que se te premiará con más partidos y un ingreso alto”. En eso han convertido al arbitraje mexicano. En una banda de necesitados, que movidos por el instinto de supervivencia, tuercen y retuercen a su antojo las sagradas Reglas de Juego, para mantener la llave de la abundancia abierta, tirando su vital producto en los bolsillos de los herejes. 

martes, 15 de octubre de 2013

Maratón

Maratón es el nombre de una prueba atlética que consiste en correr 42.195 kilómetros. Imagino que 42 podría ser también el número de detalles arbitrales del juego México vs Panamá, pero no. La labor del salvadoreño Joel Aguilar el viernes en el Azteca se resume en este primer párrafo. Fue una lección avanzada de arbitraje localista. Todas las jugadas con un mínimo sustento reglamentario, fueron a favor de los verdes; todas las jugadas con un microscópico asomo de duda, fueron en contra de los panameños, y listo. A nosotros sí nos marcaron el penal; a ellos no. Que el Chícharo lo haya fallado, ya es otro boleto.

Volvamos al tema del maratón. Les quiero contar que el domingo pasado corrí por segunda ocasión en mi vida 42.195 kilómetros. ¿A quién le puede importar lo que haga en mi tiempo libre? Creo que no a muchos, a menos que éste fuera un espacio para corredores o algo por el estilo. Lo que sí me da tema para colocar este suceso en una columna de temas arbitrales, es la agradable sorpresa de que dos árbitros profesionales tapatíos también participaron en el XXIX Maratón Internacional de Guadalajara.

Uno de ellos no necesita presentación, se trata de Paul Delgadillo, árbitro internacional, considerado por su humilde servidor, como uno de los mejores cuatro silbantes de este país. El otro juez que participó fue Óscar Villágomez, actualmente en la baraja de la Liga de Ascenso. Villágomez es además, uno de los tres sobrevivientes de la Generación 2002 de árbitros jaliscienses (de la que formé orgullosamente parte), y que busca emular a Javier Santacruz, asistente, que ya alcanzó el sueño de la Primera División esta temporada. La terna la completa Mario Nieves, que ya tiene también un lugar de respeto en el Ascenso con su bandera.

La presencia de estos dos árbitros en competencias atléticas de fondo, tiene un fondo (valga la rebuznancia) positivo y otro que interpreto como negativo, y me explico. Lo bueno no requiere de mucha ciencia. El deporte de alto rendimiento, como lo es correr un maratón, siempre tendrá efectos benéficos para las personas, no sólo en el tema de su salud, sino también en el desarrollo personal.  Es una distancia que pone a prueba el carácter, la disciplina y la tolerancia al dolor de las personas. Cruzar una meta después de correr por tres, cuatro horas o más, produce una alegría inmensa, desbordante, anestésica (se olvidan todos los dolores). Unos lloran, otros ríen, pero el sentimiento común es de una gran satisfacción personal. Hasta el día de hoy, son pocos eventos en mi vida que se equiparen en emoción y felicidad a cruzar la meta del maratón.

La parte negativa, tiene mucho más que ver con la coyuntura arbitral mexicana, que con alguna diatriba teórica que pueda soltarme con respecto a que un árbitro de élite participe en esta prueba. Me enteré hace poco, que durante la mayor parte de este año, la preparación física de los árbitros mexicanos había sido modificada en su metodología. Las sesiones de resistencia aeróbica habían disminuido radicalmente, para privilegiar la potencia y la velocidad. Hace pocas semanas, previo a las últimas pruebas, volvieron a tener sesiones de resistencia de calidad. Con mis limitados conocimientos de la preparación física integral, entiendo que un silbante de futbol moderno debe contar con una base de resistencia, fuerza y velocidad, en donde cada una complementa a la otra. Si uno es fuerte, puede ser más rápido, pero necesita resistir los 90 minutos de un partido, y esa parte se estaba dejando de lado.

Interpreto que esta omisión en los trabajos de resistencia, obligó a algunos árbitros a completar de manera individual su preparación física. Al hacer sesiones aeróbicas largas, los atletas van desarrollando ese instinto de probarse qué tan bien están, y las carreras organizadas son el mejor parámetro. Delgadillo y Villagómez han sido asiduos a los medios maratones de aproximadamente año y medio a la fecha, y el domingo pasado brincaron a la máxima prueba. Son un ejemplo de disciplina, constancia y superación. Un maratón es un punto de quiebre para cualquier persona; no se es el mismo después de un experiencia así, y casi puedo asegurar que el 100 por ciento de los maratonistas cambia para mejorar.


Delgadillo y Villagómez hoy son mejores personas que hace tres días. Se impusieron un reto y lo cumplieron. Esto no significa que por arte de magia se conviertan en mejores árbitros de lo que ya son, pero en definitiva, sí van un paso adelante de muchos, y esa iniciativa para mejorar, ese deseo de superación, es un ejemplo a seguir. ¡Enhorabuena!

martes, 8 de octubre de 2013

Clásico arbitraje

Los augurios para dos equipos que participarían en el Clásico Mexicano del pasado sábado, no eran nada buenos. Primero, el Guadalajara partía como la víctima propicia para confirmar que la Liga Bancomer debería cambiar su nombre por Liga del América; y así sucedió. Segundo, la designación del equipo arbitral, comandado por Ricardo Arellano, dejaba muchas dudas, ya que la regularidad y confiabilidad de Ricardo no son su carta fuerte, pero en este rubro, vaya que nos tapó la boca a todos (a menos que me salga algún valiente a decir que confiaba en un buen arbitraje del hidrocálido).

Del paseo amarillo a los rojiblancos no hay mucho que decir, ya que fue evidente y hasta descarado, cómo en tres minutos decidieron los pupilos de Herrera terminar con la moral tapatía y llevarse el Clásico casi caminando.

Apenas habían pasado unos 10 minutos de partido, cuando apareció la primera señal de alerta del lado de los jueces. Raúl Jiménez tomó un pase al menos dos metros adelantado de la línea del penúltimo defensor chiva, pero de manera inexplicable, Alberto Morín se quedó con la bandera enredada en sus pensamientos cósmicos. Michel se encargó de apagar el fuego y el despiste mayúsculo de Morín quedó en anécdota.

Dice el dicho que lo que mal comienza, mal termina. Nada más erróneo en esta ocasión. Sin temor a equivocarme, ni Ricardo Arellano, ni sus colaboradores, volvieron a tomar una mala decisión en los restantes 80 minutos de partido.

En la que fue la mejor decisión del juego, Arellano no se vuelve loco con la falta de Aquivaldo a Rafa Márquez Lugo afuerita del área local. El balón seguiría de largo alejándose del centro del área, lo que anuló de facto la oportunidad manifiesta de gol. Tarjeta amarilla perfecta y párenle de contar con las acciones destacables en materia arbitral.

Como en esta ocasión me da mucho gusto relatar de un gran arbitraje, no voy a caer en la postura reaccionaria de ver un vaso medio vacío y adjudicar el control de partido a los jugadores, en menosprecio de la capacidad arbitral.

Tampoco se puede obviar que en un juego tan disparejo, con poca resistencia de uno de los rivales, pero que en la medida de sus posibilidades recurrió a tratar de jugar bien futbol, en lugar de abusar de la fuerza y la temeridad, la chamba del árbitro se aligera. La verdadera virtud de Arellano y sus compadres Morín y Delgadillo, fue la de entender que, por más llamativo que fuera su uniforme rosa, eso era lo único que debía resaltar de ellos en los 90 minutos, y vaya que lo cumplieron.

Hace mucho que no veía a un árbitro tan concentrado en un partido de futbol; sobra decir que a este mismo Arellano nunca, como vi a Ricardo el sábado en el Azteca. Fue verdaderamente increíble la forma de mantener la calma siempre, correr con mucho sentido por el terreno, tomar decisiones trascendentes sin siquiera recibir una protesta desmedida (más allá de las normales, tengan o no tengan razón los futbolistas), y lo más importante, fue capaz de conjurar el encantamiento de la invisibilidad, porque en enormes lapsos del juego, el silbante parecía ni siquiera estar en la cancha.

Parece que Ricardo Arellano perderá su gafete de FIFA el próximo año, principalmente por las carencias descritas al inicio de este texto, pero pase lo que pase con su carrera, el Clásico Nacional del Apertura 2013, ha sido uno de los mejor arbitrados de los últimos 10 años, y no creo estar exagerando. Es más, desde que Arturo Brizio era el dueño absoluto de estos partidos, me parece que no destacaba tanto un árbitro.

Colofón

El Vuosogate ya no dio para mucho el fin de semana, porque aunque se notó una marcada protección al delantero atlista para bajarle la temperatura al conflicto, el triunfo azul fue claro, pero con una pequeña duda de una jugada entre Perea y Cufré, que algunos piensan debió marcarse penal favorable a los rojinegros (yo no creo, aclaro). Lo malo de todo esto es que me tuve que refinar todo el partido, que la verdad estuvo bastante regular.

martes, 1 de octubre de 2013

Simple, pura y llana justicia

Ya para nadie es un secreto el pleito ranchero entre los árbitros mexicanos y el rojinegro Matías Vuoso. Hace pocas semanas, traté ampliamente la ineptitud de los árbitros al cobrar cuentas pendientes al delantero de los Zorros, concretamente Miguel Chacón, en el juego entre Atlas y León.

Hace apenas una semana, otra vez el tema fue Vuoso y el arbitraje, aunque esta vez todo se lo marcaron a favor, incluidos dos penales que no debían ser señalados. Ahora fue el otro Chacón, Francisco, en una más que desafortunada coincidencia.

Y como la tercera es la vencida, los elementos para analizar el motivo que habrá tenido Antonio Pérez Durán para no ir al manchón penal tras la clara, nítida, inobjetable y evidente zancadilla de Reynoso al mismo Matías, ya no me dejan lugar a dudas: Le abrieron comanda a Vuoso por los dos clavados del sábado pasado, y le entregaron la cuenta el domingo en el Omnilife.

Además de estos hechos acumulables, no sólo de este torneo, sino de varios atrás, hay una estadística escalofriante que no podemos dejar pasar. Matías Vuoso es el jugador en la liga mexicana que más faltas comete por partido, sean sancionables o no. También en innumerables ocasiones, ha cometido graves faltas sobre sus rivales, que los árbitros no han atinado a sancionar con la merecida tarjeta roja. Ignoro de dónde les habrá salido la conciencia de todo esto, pero están confundiendo gravemente la información que reciben, que les permitiría ser más acertados en sus apreciaciones, en lugar de convertirse en simples jueces y verdugos de una ley que nace debajo de su calzoncillo.

Vamos aceptando que Vuoso es un tipo problemático, que merece la atención detallada de los equipos arbitrales, y que en muchas más de las veces que podrían ser aceptables, se sale con la suya con trampas o patadas violentas que no se castigan. El asunto es que si el partido pasado le marcaron un penal que no era, no hay motivo válido para dejar de sancionarle el siguiente fin de semana, uno que sí fue.

No es de mi total agrado lo que voy a exponer a continuación, pero es una crítica más a la calidad de instrucción que reciben nuestros árbitros. Para esto, vamos a remontarnos a mi época como dirigente de los árbitros de Jalisco.

Cuando un árbitro me contaba alguna mala experiencia con un jugador o director técnico de la Tercera o Segunda División, siempre le proponía la siguiente reflexión: “A los amigos, justicia y comprensión; a los enemigos, simple, pura y llana justicia”.

¿Qué quiere decir esta fumada metafísica? Muy fácil. Si nos encontramos un equipo, jugador o entrenador que es leal, no da problemas, es respetuoso y amable con los árbitros, existe la posibilidad, dentro de los márgenes de la justicia deportiva, de dispensarle algunas concesiones en hechos aislados. Tolerar un reclamo, inclinar el color de la tarjeta a la amarilla cuando podría ser roja, pero queda dudosa, y casos por el estilo. A los enemigos, al contrario. Si hay un jugador que constantemente trata de engañar, que es mala leche, que reclama e insulta, la consigna era clara, al estilo Giuliani: Cero tolerancia. Pero ojo, cero tolerancia no significaba inventar faltas, anular goles absurdos o dejar de señalar penales del tamaño de una casa.

A Pérez Durán no le explicaron que Vuoso fue culpable de engañar a Chacón en el Atlas vs Veracruz, no en el Clásico Tapatío. ¿Quieren hostigar a Matías, señores del silbato? Amonéstenlo a la tercera falta que cometa, el reglamento se los permite y lo más seguro es que eso suceda en el primer tiempo. ¿Quieren castigar al “Toro”? Amonéstenlo en la primera barrida temeraria que cometa, nuevamente el reglamento está de su lado. O qué tal estar bien atentos y mostrarle la amarilla cada que simule una falta. Si Paco Chacón lo hubiera aplicado, Vuoso ni jugaba el domingo por haber sido expulsado después de dos clavados.

La mayor carencia de nuestros árbitros, es la incapacidad para dejar de lado su ego desmedido, y aplicar el inmenso poder que tienen en el silbato con inteligencia y el reglamento bajo el brazo. Lastimosamente, inteligencia y arbitraje han estado un poco distantes en los últimos años, ya que si las decisiones de la cúpula carecen de esa capacidad humana para echar a andar las neuronas, no podemos esperar que los subordinados lo hagan diferente.

martes, 24 de septiembre de 2013

La Sinfonía de Chacón

Después de varios minutos observando la pantalla vacía, sigo sin encontrar una palabra que defina lo que sucedió en el tema arbitral el sábado pasado en el Jalisco. Atlas y Veracruz tuvieron uno de los arbitrajes más polémicos y plagados de errores de los últimos años. En una actualidad arbitral como la mexicana, la probabilidad de que sucedan caos como éste es muy alta; lo que me llena de incredulidad y sorpresa, es que el responsable de todo esto haya sido el que considero mejor árbitro de México: Francisco Chacón.

Vamos por orden cronológico: La primera decisión contundente, es la expulsión del atlista Flavio Santos, al minuto 19. Es jugada aparatosa, imprudente del delantero rojinegro, pero desde mi punto de vista, sin las agravantes de brutalidad requeridos para una roja inobjetable. Como Chacón no dispone de la repetición, ni de la toma lateral, muy distinta a su perspectiva dentro del campo, pasamos este “error” a la categoría de comprensible, y hasta permitido, porque al final es una cuestión de apreciación.

Menos de 10 minutos después, viene la primera intervención decisiva de su asistente 1, el internacional Juan Joel Rangel. Reyna desborda a la defensa atlista, que le comete una falta, centímetros afuera de la línea del área penal. Rangel sigue el protocolo para indicar que la falta es dentro, y Chacón, con plena confianza en su asistente, lo avala. Otra jugada muy brava para el equipo arbitral, que nuevamente se resuelve con muchas dudas. Vamos otra vez a dar el beneficio de la duda a Rangel y Chacón, ya que incluso las repeticiones televisivas no son absolutamente claras.

Ocho minutos después del penal para Veracruz, viene el terror de los árbitros: el síndrome de la compensación. El futbolista más perseguido de la liga, el que más faltas comete y al que menos quieren los silbantes, se mete al área escuala, forcejea con Jiménez en buena lid, pero se afloja como esponja, y Chacón le compra el teatro. Penal para el Atlas, cortesía de nada más ni nada menos que Vicente Matías Vuoso. Aquí, desafortunadamente para todos los fanáticos de Francisco Chacón (entre los que me cuento), no hay defensa. Incluso en su mímica aduce que el visitante sujeta con ambos brazos al delantero, pero ni siquiera cerca estuvo de atinar en eso. Paco, las cámaras desnudan, acuérdate.

Un par de jugadas más tarde, Vuoso la vuelve a hacer. Desborda dentro del área nuevamente a Jímenez, que barre muy lejos de la pierna del argemex. Con esa natural cualidad para engañar que ha desarrollado, abre el compás un metro para patear la pierna del tiburón y actuar su caída. Clavadazo, falta, lo que quieran, pero nunca penal. Chacón se la volvió a comprar, aunque Bravo se encargó de devolver la mercancía defectuosa a la tribuna.

Cuando apenas se acomodaban los equipos en el segundo tiempo, tocó el turno a Miguel Chua, asistente 2, de contribuir en el concierto de errores. Pase filtrado a la banda derecha para Reyna, que está un metro adelantado. Desborda, hace una faena y sirve al colombiano Martínez para el 1-2 parcial. Grave error del asistente, que tampoco tiene defensa, mucho menos porque estaba bien ubicado y con Reyna a dos metros de él.

Poco después llega el tercer gol visitante y parecía que se sentenciaba el juego en favor de los Tiburones. Vuoso, el villano tramposo de esta película, se presenta en el marcador, esta vez de manera legítima, para poner el 2-3 a 15 minutos del final.

Cuando la presión del Atlas era mayor sobre el arco de Melitón, Ayala se hace expulsar, correctamente, en lo que parecía la debacle rojinegra. Quedaban cinco minutos de juego y los nueve zorros jugaban contra 11 tiburones.

Al minuto 93 con 55 segundos (se añadieron 4), al estilo de la NFL, una falta apenas pasando medio campo de Veracruz, es lanzada a la desesperada hacia el área visitante a ver qué pasa. Lo que pasó fue que en una primera “peinada”, el balón queda a merced de Omar Bravo, que deja en Rivera para lograr el agónico empate a tres goles. ¿Pero qué creen? Bravo estaba en claro fuera de lugar. Otra vez no hay defensa ni excusa que valga para Rangel, porque equivocarse en un fuera de juego a balón parado es imperdonable.

Absolutamente increíble lo que sucedió a Paco Chacón y su equipo el sábado en Guadalajara. Para desgracia del guanajuatense, la Comisión le va a aplicar toda la ley que le dispensa a Marco y Roberto, para mandarlo un par de jornadas mínimo a la congeladora. ¡Lástima Francisco, te tocó tu Waterloo!

martes, 17 de septiembre de 2013

Tan buenos (o malos) como los mejores

Ignoro si es una teoría que se me acabe de ocurrir, o alguien más ya la haya utilizado en cualquier ámbito de la vida (me inclino por lo segundo), pero después de observar las actuaciones de tres de los mejores árbitros de México el fin de semana anterior, se me prendió el foco de esta idea. Si la élite de nuestro arbitraje comete errores graves en sus partidos, es absolutamente natural que los menos favorecidos de sus compañeros, tampoco entreguen buenos resultados cada jornada.

Mi póquer personal de ases arbitrales en México lo conforman Francisco Chacón, Marco Rodríguez, Paul Delgadillo y Roberto García Orozco, en ese orden de capacidad. Durante la fecha 10 del Apertura 2013, sólo Paul Delgadillo estuvo en la banca, y lo mostrado por los tres restantes no tuvo nada de sobresaliente, por decir lo menos.

Por orden de aparición en la jornada, empecemos con Roberto García. En un partido complicado (Gallos vs Potros), por la situación del Atlante que va en caída libre a la división inferior, García Orozco mostró una vez más, como ya se ha convertido en una lamentable costumbre, una falta de compromiso y valentía alarmante. Dos ejemplos muy claros: Chepe Guerrero, capitán de los Potros, pegó patadas, protestó, le hizo un corte de manga y demás linduras, pero ni siquiera vio la tarjeta amarilla. El segundo, el “refuerzo” azulgrana Nanni, le pegó una patada brutal a Osuna que merecía su inmediata deportación por terrorismo deportivo, además, claro, de la tarjeta roja. Lo primero que menciono es una exageración por supuesto, pero lo segundo era claro, y no sucedió.

Francisco Chacón no tuvo una mala actuación en sí, pero como es de ingrata la profesión del silbato justiciero, en una jugada se ganó su lugar en la lista de la tercia de no ases. Cuando parecía que se consumaba la victoria de los Tigres en casa de Cruz Azul, se presenta una jugada en el área visitante que cambia todo. En un balón suelto, un delantero azul disputa el mismo el arquero Palos a una altura peligrosa; Chacón deja seguir, el balón se eleva, y cuando nuevamente el portero tigre va por el redondo, otro delantero cementero lo empuja, impidiendo que sujete el esférico, que queda a merced de Rojas, que lo manda a guardar. Chacón señala el centro del campo, pero instantes después detiene la celebración del gol, levanta el brazo y reanuda con tiro libre indirecto, avalando la recomendación de su asistente dos, Jimmy Acosta, que “vio” fuera de juego.

Confusión pura, ya que en la repetición no se aprecia ningún jugador medianamente cerca de estar adelantado, además de que en las primeras tomas, no se podía ver la señal del “bandera”. Al principio, deduje que se reanudó con indirecto por un juego peligroso, aunque también hubo un empujón a Palos. El caso es que la justicia deportiva prevaleció, no debía contar el gol cementero, pero la actuación de los árbitros dejó mucho que desear. A Chacón se le escaparon dos infracciones en una jugada trascendental, que le arregló su asistente, pero con otro error. Combate el fuego con fuego, dirán algunos.

Cerró la trilogía el amo y señor de la Comisión de Arbitraje, Marco Rodríguez, que también volvió a mostrarnos en el Chiapas vs Atlas, ese Chiqui irreconocible, benigno, temeroso incluso, aunque lo que a mí me parece es que sabe perfectamente lo que está haciendo, y simplemente no le importa.

Erpen casi le rompe la pierna a Muñoz Mustafá, pero el Señor de los Geles apenas atinó a señalar la falta. Por mucho menos de eso, Marco le pintaba de rojo la frente a cualquier jugador, en cualquier momento, en cualquier cancha. Ese árbitro ya no existe, lo raptaron los alienígenas y nos regresaron otro, porque ya no se me ocurre una explicación sensata a lo que sucede con Rodríguez Moreno. Bueno sí, pero es menos cómica que la historia de los extraterrestres.

Ya ha escrito antes, que Marco Rodríguez tiene tomada por asalto la Comisión de Arbitraje. Su Presidente y asesores le tienen un pavor inexplicable, que le da un poder igual de inexplicable para un subordinado. Él y García Orozco gozan de una impunidad que envidiarían los más corruptos de los políticos mexicanos. Ellos son los que dan la cara por nuestro arbitraje, pero lo que ven sus compañeros es falta de compromiso, falta de valor y un cinismo para seguirlo haciendo cada fin de semana, sin que nadie les ponga un alto. Chacón se metió en la lista por lo que puedo asegurar es un accidente, pero así, falló, y ése es el mensaje. Cuando los tres mejores fallan, ¿qué esperar de los otro seis?

Colofón

Me sigue diciendo mi Santa Madre cada que la ocasión lo amerita, que el bravucón llega hasta donde el cobarde quiere. Los dirigentes arbitrales son una banda de pusilánimes, que podrán tener todas las buenas intenciones del mundo y trabajar 16 horas diarias, pero mientras se sigan dejando hacer bullying por sus empleados, nadie los va a salvar. 

martes, 10 de septiembre de 2013

Esto es lo que merecemos

El sábado pasado sufrí una de mis peores crisis futboleras de los últimos tiempos. Ignoro si me estoy haciendo muy intolerante, ustedes me dirán si tienen la amabilidad de escribirme por alguno de los medios de contacto, pero lo que pude atestiguar por televisión de lo que sucedía en el Universitario de Monterrey, me puso verdaderamente de muy mal humor.

Para entrar en contexto, lo que supondría una fácil decisión de suspender definitivamente el partido entre Tigres y Chivas por una fuertísima tormenta eléctrica, se convirtió otra vez en un manoseo de las normas y reglas internacionales, además de las no escritas que tienen que ver con el respeto al público y al espectáculo.

Lo primero que me “abrió los ojos”, fue la decisión que anunciaron los comentaristas de la televisión alrededor de las 8.30 pm (tras media hora de suspensión), de que los árbitros esperarían a las 9 en punto para decidir si seguían con el partido. Primero, los árbitros no decidieron nada, fue evidentemente la dueña de nuestro deporte, Doña Tele, la que mantuvo viva la transmisión del juego en Monterrey, hasta que fuera hora de pasar al del Atlas. Ahí la primera burla.

Una vez que comenzó el encuentro entre Atlas y Santos se nos fue olvidando Monterrey, hasta que repentinamente se fue la señal de Guadalajara y regresamos al Universitario. Después de 90 minutos de suspensión, se reanudó el Tigres vs Chivas con menos de la mitad de los aficionados que habían llenado originalmente el Volcán, y con cientos de miles de atlistas y laguneros que ya no pudieron ver a sus equipos, hasta bien entrado el segundo tiempo. Ahí la segunda burla.

Por una de esas fortunas de la vida que en ocasiones experimentamos algunos, la semana anterior pude atender una conferencia sobre Economía Global, impartida por el exPresidente Ernesto Zedillo. Estuvo interesantísima, pero como lo nuestro es futbol y no globalización, me remito a citar una frase del Doctor en Economía: “Con la falta de democracia en nuestra región (América Latina, pero especialmente México), hemos tenido lo que tenemos, fracaso”. Desde que la escuché ese día, me quedé con las palabras muy grabadas en la mente, y ahora creo que es un buen momento para rescatarla. El nivel de respeto que obtenemos de dirigentes y televisoras al momento de “comprarles” el producto futbol, es el que nos merecemos: ¡Deplorable!

Afortunadamente, el espectáculo que brindaron Tigres y Chivas en su reanudación fue bastante bueno. Cinco goles, nerviosismo, intensidad y polémica llenaron la pantalla por 45 minutos. Vale aclarar que tanto el penal señalado contra Chivas, como el tercer gol de Pulido (porque aunque le haya pegado accidentalmente en la mano, él fue el último en tocar el balón y por eso el tanto le corresponde), son ambas decisiones acertadas del equipo arbitral.

Como aficionados todos, porque si bien el papel de los comunicadores es diferente al del espectador común, no dejamos de ser también consumidores, tenemos la obligación de exigir respeto a nuestra inteligencia, a nuestras aficiones y a nuestro tiempo.

En esta fuerte temporada de lluvias, hemos sido testigos, una y otra vez, de que lo más importante es que las transmisiones de futbol sigan en su horario, para que los intereses comerciales, los que mandan en nuestra liga, no se vean afectados. Las lesiones de los jugadores y los partidos imposibles de jugar con el agua hasta las rodillas no importan, lo que verdaderamente importa es el billete. Arizala y Boselli fueron las últimas víctimas del waterpolo en León, aunque estos pequeños detalles no significan nada contra las pérdidas originadas por una suspensión o retardo de un partido.


Mi labor como comunicador es externar mi opinión, mientras que la labor del aficionado que consume futbol, ya sea prendiendo la tele y dando puntos de rating, comprando su boleto del estadio o el último jersey de su equipo, es la de exigir sus derechos como consumidor. Mientras no crezcamos como esa parte esencial del negocio, vamos a seguir siendo atropellados por las decisiones mercantilistas de la televisión y los dirigentes de nuestra liga.

martes, 3 de septiembre de 2013

Los árbitros del TRI

En los próximos siete días, la selección mexicana de futbol se juega su pase al Mundial de Brasil 2014. Sin entrar en detalles de la zozobra que vivimos los aficionados por los malos resultados del equipo de José Manuel de la Torre, vamos a analizar a los dos hombres del silbato (sería políticamente incorrecto decir los de negro, no me vayan a tirar de racista) que dirigirán los encuentros contra Honduras y Estados Unidos.

El viernes 6 en el Azteca, Roberto Moreno, de Panamá, fue designado por la Confederación de Futbol para llevar las acciones al mejor escenario posible, reglamentariamente hablando. En principio parece una decisión acertada, ya que el canalero ha demostrado ser uno de los tres mejores árbitros del área en los últimos años. De hecho, después de prácticamente cualquiera de los mexicanos de primer nivel, Moreno pelea el sitio de honor solamente con el salvadoreño de sonrisa fácil, Joel Aguilar. Y no, ni Geiger ni Marrufo por los norteamericanos, están a su nivel.

La carrera del panameño ha dado un brinco en el último ciclo mundialista, ya que se encuentra en el grupo de aspirantes a la Copa Mundial del próximo año. Estuvo en la pasada edición del Mundial de Clubes en 2012 y en Mundial Sub20 de Turquía hace unos meses.

Ya es un viejo conocido de las canchas internacionales de Concacaf. Recibió su gafete de FIFA en 1996, y comenzó su carrera foránea de inmediato. Ha estado presente en las últimas seis eliminatorias mundialistas y en todas las ediciones de la nueva Liga de Campeones de Concacaf.

Es un árbitro con una gran condición física, pese a contar con 43 años de edad. Seguramente es su deseo terminar su exitosa carrera internacional con un Mundial, que se ve con muchas posibilidades.

El tema arbitral parece que no será factor el viernes, ya que se contará, en teoría, con un silbante acostumbrado a grandes presiones, escenarios repletos de aficionados y condiciones adversas.

Por desgracia, para el siguiente partido del TRI, el martes 10 de septiembre contra Estados Unidos, la responsabilidad arbitral cayó en Courtney Campbell, de Jamaica.

El apoyo desmedido que recibieron los países caribeños durante la dictadura del trinitario Jack Warner, no rindió ningún fruto al desarrollo del arbitraje, ya que los mandaron a dirigir a todos lados, sin la capacidad necesaria para hacerlo.

Courtney Campbell no es la excepción a esta regla. Con 44 años, a punto de llegar a los 45 del retiro en noviembre, tiene 54 encuentros internacionales desde 2004. Comparado con Moreno, que tiene 66, en ocho años más como internacional, se demuestran las oportunidades inequitativas para el área del Caribe. Aunque hay nueva “administración” en la Confederación, el daño está hecho.

Los árbitros caribeños son mitad incógnita, mitad certeza. La incógnita es que no se puede saber nunca en qué se van a equivocar ni la magnitud, pero la certeza es que lo van a hacer.

Los jugadores mexicanos tendrán que ser muy inteligentes y no darle al árbitro el margen de error para equivocarse. Deberán ser muy cuidadosos con la manera de disputar el balón, no tratar de engañarlo y evitar las jugadas defensivas para dejar adelantados a los contrarios, porque los asistentes son del mismo nivel que su central y en cualquier momento puede venir el error que defina el partido.

El texto anterior de Regla Cinco trataba de que el árbitro también juega, no sólo como un obstáculo o una pared, sino también tácticamente, ya que los encuentros se deben de planear, en ciertas medidas, en función del juez en turno.

Colofón
Ya regresó Francisco Chacón a las canchas de Primera División. Con su nivel en lo más alto, como siempre ha sido, el guanajuatense tuvo un redebut exitoso. Como muestra, el penal sancionado en contra de Toluca, que la mayoría prefiere señalar como tiro libre indirecto y rehuir a la responsabilidad. Ése no es el Chacón que conocemos y celebro que la inactividad y las presiones extracancha no lo hayan cambiado. 

martes, 27 de agosto de 2013

El árbitro también juega

Esta semana sucedió una jugada un tanto rara para un partido de futbol. Resulta que un jugador del Atlas, en su partido del sábado contra Pumas en el Estadio Jalisco, se encontró con un doceavo participante que jugó, involuntariamente, en favor de los universitarios. Me explico. Como ya es costumbre, con todo y lo reciente del partido, no tengo ni idea de quién fue el atlista que disparó a la portería de Palacios, que en el camino del balón al arco, encontró la humanidad del árbitro, Alfredo Peñaloza, que desvió el tiro hacia afuera del campo.

Tal vez recuerden que tengo un hijo adolescente, atlista hasta la médula, que de inmediato me denunció el robo que había sufrido su equipo; que el árbitro tiene la culpa de todo y locuras de ese tipo. En su ignorante pasión, también me exigió que se marcara saque de esquina, porque el tiro iba a gol (ya se imaginarán que todo lo que hacen los árbitros en la cancha es culpa mía, especialmente cuando juega el Atlas). Y como también ya estarán acostumbrados de que por cualquier detalle me inventó 600-700 palabras, aquí viene mi reflexión al respecto.

En las Reglas de Juego, se establece claramente que el árbitro es parte del juego activo cuando interactúa con el balón o los jugadores. Puede ser que el redondo lo golpeé, o que incluso tenga contactos físicos con los jugadores, provocando modificaciones a los cursos de las jugadas. ¿Cuántas veces no hemos visto a un silbante tan cerca de la jugada, que los jugadores lo tienen que esquivar, o hasta burlar? ¿Y qué tal las paredes y hasta asistencias de gol por un rebote involuntario?

Lo que sucedió en el Jalisco es una acción contemplada en las normas futboleras. Reglamentariamente, el árbitro no pertenece a ningún bando, por más obvio que pueda leerse, pero al igual que mi atlista en casa, muchos podrían creer que la reanudación de este hecho debía ser saque de esquina. Pues no es cierto. El último jugador en tocar el balón antes de que saliera del terreno, fue un atlista; ergo, saque de meta. Si bien el árbitro modifica el curso de la jugada, es un ente neutro dentro del campo. Al igual que los postes de la portería o los banderines de las esquinas.

Aprovechando que me queda espacio, les cuento una anécdota que me sucedió hace ya un montón de años. Era un partido de una liga de aficionados en Guadalajara, de ésas con mercenarios y muy buen nivel. Después de señalar una falta en medio campo, un jugador que se sintió muy vivo, pateó muy despacio el balón para que me pegara en el tobillo y, según él, ponerlo en juego para conducirlo hacia la meta contraria. La marqué tiro libre indirecto por jugar el balón dos veces seguidas, sin que interviniera antes otro compañero o un rival.

Técnicamente hablando, eso que le hace tanta falta a los árbitros en día, es un error considerado grave. Por la notable ausencia de capacitación eficaz, sumada a la aburguesada costumbre de los jueces de hacer honor a su mote de “centrales”, es cosa de todos los días ver cómo corren sin sentido para alejarse del flujo de la jugada, muchas veces sin éxito.

Un árbitro tiene que encarar las acciones de juego siempre desde la parte exterior del flujo del balón y los jugadores. La tan mentada diagonal es eso, llegar desde un costado a la jugada, no alejarse de ella desde el centro. Los balonazos a los del silbato, más los empellones con los jugadores, son más frecuentes de lo deseado.

Para el anecdotario quedara esta acción de Peñaloza, que envidiarían el mismo Pikolín, Reynoso o Cufré.

Colofón:
Si no fuera por Peñaloza, hubiéramos tenido una entrega más de Misterios del Juego Limpio. Omar Arellano, de Monterrey, privilegió continuar una jugada de gol, que afortunadamente terminó en eso, en lugar de canjear una falta clara de Yarborough por un penal en su partido ante León. Y al igual que en la última ocasión que publiqué algo al respecto, Paul Delgadillo se sacó también un diez al otorgar la ventaja que culminó en el tanto de Suazo. ¡Bien por Arellano y Delgadillo!

martes, 20 de agosto de 2013

Santa Inquisición

Hace pocos días terminé de leer un libro que hacía una referencia muy clara acerca de la época de la Inquisición. Se trata de ese momento en el tiempo, en el que la autoridad eclesiástica dominaba los pensamientos de los habitantes de Europa principalmente, aunque se extendió a los dominios españoles en América posteriores a Cristóbal Colón. Más o menos así; soy opinador de futbol, no historiador, así que no me maten si no soy perfectamente exacto en estos datos. El asunto es que, por lo que pude entender, la Inquisición estaba motivada por controlar el pensamiento de las masas, apretar en el control de la Iglesia y castigar los pensamientos innovadores, liberales, o simplemente no aceptados por los jerarcas. Lo de la brujería y herejía era simplemente un pretexto, que es como empieza a convertirse esta disertación histórica en un comentario futbolero.

Ya en otras ocasiones he comentado que la nueva liga mexicana ha traído beneficios en diversos ámbitos. La organización en general, algunos aspectos de comunicación, la interacción con los aficionados, etcétera. El nivel futbolístico de a poco ha ido avanzando; el arbitral no tanto, pero lo que sí es indudable, es que los cheques a partir de este Apertura 2013 en favor de la Comisión Disciplinaria han aumentado exponencialmente.

Para los que les gusta seguir las comunicaciones oficiales de la Disciplinaria, los reportes normalmente incluían los jugadores suspendidos por expulsión o acumulación de amonestaciones, más algún caso eventual de incidentes en tribuna o declaraciones públicas de entrenadores o jugadores.

Ahora, cada semana podemos leer la relación de los jugadores y entrenadores suspendidos, más una larga lista de equipos multados por las peligrosísimas, ajenas a la moral y buenas costumbres, manifestaciones de júbilo, apoyo y colorido en las tribunas de los estadios mexicanos.

Es más penado armar un bello mosaico monumental en la tribuna para recibir a tu equipo, que dejar que un juego continúe en una alberca. Pero eso sí, después los árbitros son los culpables de poner en riesgo a los jugadores, cuando la orden de seguir los partidos viene directo de la Federación. ¿Se acuerdan de los pretextos del primer párrafo?

Por medio de su nuevo Reglamento de Sanciones, la Federación Mexicana de Futbol, a través de su oficina inquisitoria, tiene atados de manos a los equipos. Quieren controlar TODO, demostrar su poder, y literalmente quemar en leña verde a los infractores o a los que no piensen y actúen como ellos ordenan.

Se le vino una papa ardiente a Eugenio “Torquemada” Rivas con el pleito del Tuca Ferreti en Torreón el viernes. La reacción del entrenador felino no se justifica por ningún lado, fue castigado de entrada tres partidos y será investigado por violar el Código de Ética (lo que sea que signifique el dichoso código ése), pero es el momento de que los libros sagrados de la Federación actúen en casos que sí son importantes, como la agresión de numerosos aficionados a un visitante.

La sanción al Club Santos fue alta en lo monetario, aunque una amonestación de veto pudo haber sido otra medida. El baño que le dieron a Ferreti, más los insultos y amenazas, deberían ser motivo de un aviso de veto, pero eso sí, ingresarán unos 140 mil pesos por la multa (2,000 días de salario mínimo, de un máximo de 3,000).

Así como la Disciplinaria ha sido implacable al multar con 200, 400 ó 500 días a los clubes por ver mantas en la tribuna, hacer mosaicos o lanzar papel picado, con el mismo rigor debería perseguir las manifestaciones verdaderamente ajenas a la deportividad, a la paz y a la convivencia social armónica.

Así como la manta que apareció el domingo en el estadio de Chivas decía “Menos Fiesta Más Futbol”, que por cierto no la detectaron los sabuesos comisarios de la Federación, yo le dejaría una al señor Rivas en la sede de la Federación, que dijera “Menos Bisnes (auto sic) Más Futbol”.

Colofón: Ya pasó Francisco Chacón sus pruebas físicas después de la lesión que lo tuvo fuera varios meses. ¡Hacías falta Pancho Francisco!

martes, 13 de agosto de 2013

Trapos al juzgado

En términos arbitrales, el trapo es la bandera de los asistentes. Sí tiene tintes peyorativos, no se puede ocultar, aunque lo escribo con mucho respeto y cariño por un implemento que me acompañó en el 70 por ciento de mi carrera arbitral. De hecho, en coyuntura con una noticia de este fin de semana, me viene a la mente una anécdota que me contó Silverio Gómez, un destacado asistente internacional jalisciense. Cuenta el “bandera” que, en la final entre Celaya y Necaxa de hace como 200 años, Alberto García Aspe (sí, ése que era directiva de Pumas hasta hace dos días) le reclamó un señalamiento de la siguiente manera: “Ya vas a empezar a joder con tu trapito”. La respuesta no fue muy amable, algo que tenía que ver con su fracaso reciente en River Plate, pero no la recuerdo completamente, ya saben que me falta oxigenación en la memoria de vez en cuando.

El caso es que en la jornada 5 de nuestro Apertura 2013, los portadores de tan noble y leal accesorio, dieron algunas notas muy interesantes.

Vamos a concentrarnos en un partido con tres decisiones muy malas de los asistentes, y uno más con una joyita de concentración y ubicación. Empezamos, por orden cronológico, con la debacle textil en el Estadio Azul del sábado.

El primer gol de Cruz Azul a Chivas, es un fuera de juego tan grande como las tormentas que han azotado los estadios mexicanos en las últimas semanas. No se trata de una jugada apretada, no hay “tráfico” de jugadores que estorben la visibilidad, no es a velocidad de la luz, ni aporta ningún otro pretexto que pueda excusar al asistente de su error. Lo peor del caso es que se trata de uno de  los auxiliares más respetados y exitosos de la actualidad, el mundialista Marvin Torrentera. Joao Rojas estaba por lo menos un metro adelantado, y Torrentera se encontraba por lo menos otro metro desfasado de la línea que debe cuidar, por lo que la perspectiva lo llevó al error flagrante.

En la segunda parte, Juan Carlos Salinas, que no tiene, ni tendrá, el nivel de su compañero de banda, mancilló a su preciado trapo con dos precipitaciones dignas del futbol aficionado, mas no de la Primera División. El asunto es muy simple. Cuando un jugador rival juega el balón deliberadamente hacia un contrario que se encuentra en posición de fuera de juego, no puede ser sancionado por ello.

Una desconcentración por partido es tolerable, puede ser un parpadeo, una distracción inoportuna, pero no se puede repetir. Juan Carlos Salinas levantó dos veces su trapo cuando los defensores rojiblancos habilitaban a un cementero con pases directos. En la primera ocasión, Roberto García Orozco, en otro error manifiesto, avaló el señalamiento de su compañero, a pesar de que se encontraba lo suficientemente cerca de la jugada para notar el pase del defensor.

En la segunda ocasión, García Orozco estaba más atento que su compadre Salinas, le ordenó que recogiera su bandera, la hiciera rollito y la quitara de su vista, para dar por bueno el tercer gol de los azules, con el que sentenciaron el partido. Una gran pena fue lo que sucedió con los acompañantes del árbitro en este partido, que fallaron ostensiblemente en su labor primordial, que es la de juzgar y señalar las jugadas de fuera de juego.

Unas horas más tarde, en el Estadio Jalisco, Miguel Ángel Hernández, asistente número 2 en el partido en Atlas y Pachuca, se aventó una joya de asistencia arbitral.

En lo que parecía el empate para Atlas por ahí del minuto 75, Hernández pilla a Omar Bravo adelantado por centímetros. La repetición de la jugada incluso es engañosa, ya que, al igual que cuando un asistente no está en línea y compromete la perspectiva, el plano de la cámara hace ver que no es fuera de juego.

Con la indudable ventaja de la repetición en cámara lenta, y con una pequeña dosis de colmillo, se puede apreciar en las líneas de corte del pasto, que en efecto Omar Bravo se encuentra más cerca de la línea de meta que al menos dos adversarios, cuando le centran el balón.

Ahora, vayamos a la defensa de todos los asistentes, incluso de Torrentera y Salinas. Las jugadas de fuera de juego se juzgan y señalan, o dejan de señalar, en fracciones de segundo. No hay otra oportunidad para analizar, pedir un consejo o deliberar con los compañeros. Es el momento de máxima soledad del asistente, cuando decide si levanta el trapo o no.

A pesar de las fallas manifiestas de este fin de semana, la acción de Miguel Ángel Hernández refuerza la convicción de que los asistentes mexicanos son de un altísimo nivel, aunque también tienen sus resbalones, sin que necesariamente el Azul esté cubierto de agua.

martes, 6 de agosto de 2013

El otro reglamento

En toda disciplina deportiva formal, existe un manual conocido como las Reglas de Juego. En este documento se desglosan las principales directrices para la práctica de esta actividad, como el lugar donde se practica, la cantidad de participantes, los accesorios necesarios y permitidos, los oficiales que lo dirigen, la manera en que define al ganador y las acciones que no son válidas, por mencionar algunos de los temas.

Las Reglas de Juego del futbol son relativamente sencillas. Constan de apenas 17 artículos, donde se desglosan los parámetros básicos para su práctica. Adicional a este reglamento general, ya sea en ligas de aficionados o profesionales, existe otro documento muy importante que es el Reglamento de la Competencia. En éste, se define la manera en que se organiza el campeonato, cómo se define al campeón, los derechos y obligaciones de los equipos participantes, los jugadores y cuerpo técnico elegibles, seguridad, protocolos y demás asuntos logísticos. Un tercer reglamento es el de Sanciones, por mencionar la liga mexicana de Primera División, en la que se establecen los parámetros para castigar y/o multar las faltas a las Reglas de Juego y al Reglamento de Competencia.

Hasta aquí vamos relativamente bien. Ahora, aterricemos a nuestra querida liga mexicana, que además de regirse por las Reglas de Juego de FIFA, su Reglamento de Competencia y Reglamento de Sanciones, aplica uno que no existe en el papel, pero que lleva mano sobre los otros tres, que se supone son los formales, legales y oficiales. En México, los intereses económicos de patrocinadores, especialmente las televisoras, que además son dueñas de varios equipos, son los que prevalecerán en caso de discrepancia entre sus necesidades comerciales y la legislación oficial vigente.

Para la mayoría, seguramente no será una noticia que los tome por sorpresa, desafortunadamente. Lo que pretendo establecer en este caso, es la repercusión que estas prácticas desleales para el deporte, pero altamente redituables en lo económico, han causado últimamente en varios actores del futbol mexicano, especialmente dentro de la Comisión de Arbitraje.

Uno de los casos más lamentables es el de Miguel Ángel Flores, el árbitro que tuvo su tarde triste en Veracruz el sábado pasado. Fue indudable su participación directa y definitiva en el resultado favorable al Tiburón, ya que en las dos jugadas de penal en contra de Cruz Azul se equivoca notablemente, además de la expulsión de Alejandro Castro por la supuesta mano en la primera pena máxima. No hay manera de defender su actuación, pero tomando en cuenta el otro reglamento del que hablé antes, tengo una hipótesis para explicar su debacle arbitral.

Tal vez no recuerden su nombre, pero seguramente sí el partido del torneo pasado que América ganó en Tijuana, después de las expulsiones de Rubens y Aquivaldo en el primer tiempo. Incluso el blog de esa semana fue dedicado a ese partido http://reglacinco.blogspot.mx/2013/02/no-todo-es-culpa-del-arbitro.html, en el que alababa las decisiones valientes y apegadas al reglamento que tomó. El principal promotor del otro reglamento es el vigente campeón, que con sus influencias y presiones, congeló a Miguel Ángel buena parte del torneo. Cuando reapareció, se le notó más cauto con las tarjetas, y bajó su nivel ya que se vio obligado a cambiar su manera de dirigir.

Con torneo nuevo en marcha, Flores nuevamente buscó su estilo abandonado por presiones externas, pero el daño ya estaba hecho. Ha perdido perspectiva, concentración e instinto. Una víctima más del Canal de las Estrellas.

El otro caso, también reciente, es el de Miguel Ángel Ayala (maldito sea tu nombre, dirían los Ángeles del Infierno), con su partido de waterpolo del martes pasado en el Azul.

Era evidente que no había manera reglamentaria de continuar con el partido, pero después de 12 minutos de suspensión, con la cancha convertida en una alberca con porterías, llegó la maldita llamada al teléfono del comisario y el juego continuó. A la televisora, la otra que maneja el futbol nacional, le pareció más importante cumplir el compromiso de 90 minutos de publicidad estática, que la salud de los jugadores y el respeto al aficionado. El primer perjudicado fue Gerardo Flores, que sufrió una lesión que lo deja fuera el resto del torneo, pero del lado arbitral las bajas fueron cuantiosas.

Miguel Ayala, sus asistentes, el cuarto oficial, el asesor y hasta Francisco Ramírez, el “asesor” a distancia (es decir, el de televisión), se van a la congeladora por cumplir las órdenes de los verdaderos dueños del futbol mexicano. Como en El Rival más Débil, ustedes, simplemente, se van.

El reglamento que no tiene artículos, páginas, enlace por internet, ni nada que demuestre su existencia, volvió a prevalecer sobre los intereses deportivos e intrínsecos del deporte nacional.

Éstas son las verdaderas reglas que rigen nuestro futbol.

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martes, 30 de julio de 2013

Vendetta

“La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”. Seguramente a Miguel Chacón nunca le contaron este dicho de niño, porque fue burda, evidente e infantil, la forma en que acosó y perjudicó a Matías Vuoso el sábado pasado en el Estadio Jalisco.

De entrada, un juego entre Atlas y León, en el papel, lleva un gran atractivo. Ambos equipos juegan un futbol muy agradable, sus técnicos tienen una propuesta ofensiva y los jugadores saben tratar muy bien a la pelotita. Qué mejor manera de complementar un partido de tanto potencial, que designando un árbitro confiable que sepa sacarle todo el jugo posible a un partido así. Pero no, Rafael Mancilla y su equipo se obstinan en destruir partidos, enardecer aficiones y modificar resultados con sus decisiones de escritorio.

Lo he escrito tantas veces, que hasta yo me enfado, pero hay tres árbitros en México que no tienen nada que hacer en la Primera División, y uno de ellos es Miguel Chacón.

Fiel a su estilo, Chacón (otra desgracia es que comparta apellido con el mejor árbitro de México) dejó que los equipos abusaran del juego rudo, sin mostrar tarjetas, o siquiera señalar las faltas. Hay un punto de quiebre alrededor del minuto 15, que marcó todo su accionar el resto del partido.

Flavio Santos desbordó por derecha y lanzó un centro peligroso al área verde; en la cobertura de Hernández, el defensa leonés barre con temeridad y golpea durísimo al rojinegro. Era una amarilla de libro de texto, pero Chacón se hizo pato. Casi un minuto después, el árbitro detiene el juego para que atiendan al jugador y comienza todo. Vuoso se acerca de manera calmada, y aparentemente conciliadora, con el asistente Joel Rangel para comentarle la jugada, que lo tomó muy cerca. Desde la tribuna se aprecia una charla amistosa y respetuosa. No se notan reclamos airados ni groseros del delantero y parece que todo queda en santa paz.

A partir de ese momento, inicia la “persecución” de Chacón a Vuoso. Sin exagerar, los verdes le deben haber cometido no menos de 10 faltas al atlista, de las cuales el del silbato habrá marcado cuando mucho la mitad. De la misma manera, Vuoso habrá competido por aire o tierra unos 15 balones con Rafa Márquez y Nacho González, en las cuales le marcaron no menos de 10 faltas en contra. Sobra decir que si acaso la mitad eran sancionables.

Para un ojo medio educado en estas cuestiones, era más que evidente el asunto personal que traía Chacón con Vuoso. Incluso, desde la televisión es más difícil apreciarlo, porque muchas veces la dinámica de las cámaras saca de la pantalla detalles que en la tribuna sí se ven, como los ademanes de Chacón al “cazar” a Vuoso o la frustración del delantero que se dio cuenta de la estrategia arbitral.

Cuando suceden este tipo de pleitos personales entre árbitro y jugador, normalmente existe un motivo claro. Casi siempre es un reclamo o insulto, que el árbitro decide castigar con el látigo de su desprecio, en lugar de optar por la reglamentaria tarjeta amarilla o roja. Se creen muy machos y dueños del partido, pero hasta para hacer este tipo de “trampas” se requiere ser un gran árbitro, y Miguel Chacón no se acerca ni remotamente a eso.

La gota que derrama el vaso es el inmenso penal que le comete Nacho González a Vuoso en el segundo tiempo, con el marcador ya favorable a León 2-1. El abrazo del defensor al delantero es más grande y apasionado que el de dos hermanos que se encuentran después de años de no verse. Chacón estaba de frente, sin obstáculos, a menos de 10 metros de la jugada. No se le pegó su real gana marcarlo; así de simple, así de grosero.

Al final del partido, cuando prácticamente todos los jugadores rojinegros rodean al árbitro para reclamarle su mal trabajo, el único que se mantiene alejado es Vuoso. Con esa experiencia que tiene acumulada, Matías supo que si se aproximaba a menos de 50 metros de Chacón, sería suficiente para darle el gusto de expulsarlo.

Pobre Miguel Chacón; habrá salido muy ufano del terreno pensando que Vuoso se las pagó todas, pero no podría estar más equivocado. Le esperan las próximas 8-10 jornadas sentado al medio del campo, y haciendo sus tropelías en la Copa, pero en la Liga ya no lo veremos.

El futbol mexicano no tiene la culpa por sus dirigentes arbitrales y jueces de Primera División, porque a pesar de todo, Atlas y León se encargaron de regalarnos un partido entretenido, emocionante y de grandes goles. Todo, a pesar de Miguel Chacón y su desvergonzada venganza a Vuoso, por un motivo que sólo él sabe.