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martes, 30 de julio de 2013

Vendetta

“La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”. Seguramente a Miguel Chacón nunca le contaron este dicho de niño, porque fue burda, evidente e infantil, la forma en que acosó y perjudicó a Matías Vuoso el sábado pasado en el Estadio Jalisco.

De entrada, un juego entre Atlas y León, en el papel, lleva un gran atractivo. Ambos equipos juegan un futbol muy agradable, sus técnicos tienen una propuesta ofensiva y los jugadores saben tratar muy bien a la pelotita. Qué mejor manera de complementar un partido de tanto potencial, que designando un árbitro confiable que sepa sacarle todo el jugo posible a un partido así. Pero no, Rafael Mancilla y su equipo se obstinan en destruir partidos, enardecer aficiones y modificar resultados con sus decisiones de escritorio.

Lo he escrito tantas veces, que hasta yo me enfado, pero hay tres árbitros en México que no tienen nada que hacer en la Primera División, y uno de ellos es Miguel Chacón.

Fiel a su estilo, Chacón (otra desgracia es que comparta apellido con el mejor árbitro de México) dejó que los equipos abusaran del juego rudo, sin mostrar tarjetas, o siquiera señalar las faltas. Hay un punto de quiebre alrededor del minuto 15, que marcó todo su accionar el resto del partido.

Flavio Santos desbordó por derecha y lanzó un centro peligroso al área verde; en la cobertura de Hernández, el defensa leonés barre con temeridad y golpea durísimo al rojinegro. Era una amarilla de libro de texto, pero Chacón se hizo pato. Casi un minuto después, el árbitro detiene el juego para que atiendan al jugador y comienza todo. Vuoso se acerca de manera calmada, y aparentemente conciliadora, con el asistente Joel Rangel para comentarle la jugada, que lo tomó muy cerca. Desde la tribuna se aprecia una charla amistosa y respetuosa. No se notan reclamos airados ni groseros del delantero y parece que todo queda en santa paz.

A partir de ese momento, inicia la “persecución” de Chacón a Vuoso. Sin exagerar, los verdes le deben haber cometido no menos de 10 faltas al atlista, de las cuales el del silbato habrá marcado cuando mucho la mitad. De la misma manera, Vuoso habrá competido por aire o tierra unos 15 balones con Rafa Márquez y Nacho González, en las cuales le marcaron no menos de 10 faltas en contra. Sobra decir que si acaso la mitad eran sancionables.

Para un ojo medio educado en estas cuestiones, era más que evidente el asunto personal que traía Chacón con Vuoso. Incluso, desde la televisión es más difícil apreciarlo, porque muchas veces la dinámica de las cámaras saca de la pantalla detalles que en la tribuna sí se ven, como los ademanes de Chacón al “cazar” a Vuoso o la frustración del delantero que se dio cuenta de la estrategia arbitral.

Cuando suceden este tipo de pleitos personales entre árbitro y jugador, normalmente existe un motivo claro. Casi siempre es un reclamo o insulto, que el árbitro decide castigar con el látigo de su desprecio, en lugar de optar por la reglamentaria tarjeta amarilla o roja. Se creen muy machos y dueños del partido, pero hasta para hacer este tipo de “trampas” se requiere ser un gran árbitro, y Miguel Chacón no se acerca ni remotamente a eso.

La gota que derrama el vaso es el inmenso penal que le comete Nacho González a Vuoso en el segundo tiempo, con el marcador ya favorable a León 2-1. El abrazo del defensor al delantero es más grande y apasionado que el de dos hermanos que se encuentran después de años de no verse. Chacón estaba de frente, sin obstáculos, a menos de 10 metros de la jugada. No se le pegó su real gana marcarlo; así de simple, así de grosero.

Al final del partido, cuando prácticamente todos los jugadores rojinegros rodean al árbitro para reclamarle su mal trabajo, el único que se mantiene alejado es Vuoso. Con esa experiencia que tiene acumulada, Matías supo que si se aproximaba a menos de 50 metros de Chacón, sería suficiente para darle el gusto de expulsarlo.

Pobre Miguel Chacón; habrá salido muy ufano del terreno pensando que Vuoso se las pagó todas, pero no podría estar más equivocado. Le esperan las próximas 8-10 jornadas sentado al medio del campo, y haciendo sus tropelías en la Copa, pero en la Liga ya no lo veremos.

El futbol mexicano no tiene la culpa por sus dirigentes arbitrales y jueces de Primera División, porque a pesar de todo, Atlas y León se encargaron de regalarnos un partido entretenido, emocionante y de grandes goles. Todo, a pesar de Miguel Chacón y su desvergonzada venganza a Vuoso, por un motivo que sólo él sabe.

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