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martes, 26 de febrero de 2013

Deseo de triunfo


La semana pasada, en relación al último texto titulado Gallo no grato, recibí unos comentarios de un colega que respeto mucho, preguntándome si en verdad tenía en tan mal concepto al arbitraje mexicano. Para ponerlos en contexto rápido, escribí hace una semana que en las jornadas 4 y 5 hubo tres arbitrajes muy sospechosos, que encaminaron la avanzada de Atlas en la lucha por no descender contra Gallos de Querétaro. De alguna manera dejaba ver que el equipo Gallos tenía en contra de sí a los silbantes, además de sus rivales deportivos en la tabla porcentual.

Quisiera pensar que no soy el único que lo piensa de esta manera, aunque sí es más probable que seamos muy pocos los que lo ponemos por escrito públicamente. Esto no se trata de una explicación no pedida, es para externar mi postura ante otro comentario de ese mismo colega, en el que me preguntaba si era mi deseo que el arbitraje mexicano fracasara.

La respuesta clara y contundente es NO. No deseo que el arbitraje mexicano fracase; no deseo que el descenso de un equipo a la Liga de Ascenso se vea manchado por sospechas sobre los jueces y/o federativos; no deseo que colapse la institución arbitral, ni ningún otro tipo de desgracias que puedan caer sobre este gremio al que tanto cariño le tengo. Es por ese mismo cariño, que duele ver en lo que se está convirtiendo una de las partes más importantes de la estructura arbitral mexicana: La instrucción técnica y la credibilidad de los árbitros.

Es justo reconocer que en muchos aspectos, la Comisión de Arbitraje ha mejorado sustancialmente. Hay buen flujo de dinero producto de los patrocinios, que ha sido utilizado para equipar con instalaciones de preparación física a los silbantes de la Ciudad de México; las delegaciones estatales han recibido apoyos para material de instrucción y equipo; se han desarrollado programas informáticos para la elaboración eficiente de los informes arbitrales (cédulas); las condiciones laborales, como salarios, viáticos y prestaciones son las mejores de la historia, pero lo esencial, el punto de partida para tener buenos trabajos en las canchas, sigue en el abismo.

Carlos González, jefe del área técnica, ha convertido a la Comisión de Arbitraje en un club al que todos quieren entrar, pero los requisitos son muy poco honorables, por decir algo publicable. La calidad de la instrucción es paupérrima, no hay seguimiento a los trabajos de los silbantes, se premia a los incapaces con infinidad de partidos, sin importar su capacidad ni sus resultados.

Un ejemplo muy claro es Antony “Voldemort” Zanjuampa. Después de una seguidilla de partidos consecutivos actuando en la Liga MX, con cuatro designaciones como cuarto árbitro y tres de central, finalmente fue puesto en la banca tras las declaraciones de Adolfo Ríos, presidente de Querétaro, en el que lo acusaba de amenazar a sus jugadores en el juego contra el Atlante de la Jornada 7 (ese caso también aparece en el texto de la semana pasada). La Comisión Disciplinaria abrió una investigación, incluso el mismo silbante compareció ayer lunes 25 ante Eugenio Rivas, y todo mundo supondría, que al ser sujeto de investigación, estaría inhabilitado en tanto no se resolviera las “pesquisas”. Pues no, Carlos González premió a su alumno más destacado en el arte de la sumisión y el amiguismo, con un partido como cuarto árbitro en el juego de Copa de mañana miércoles entre Cruz Azul y Atlas.

Con estas manifestaciones de impunidad y descaro, es difícil no ser crítico de una institución que hasta hace unos pocos 10-12 años era aún muy respetada, al contrario de lo que sucede hoy en día.

Si una postura crítica es vista como un deseo de fracaso, tengo que disentir y manifestarme. Criticar con bases y argumentos, con experiencia en casos de “manejo” de situaciones arbitrales, con un paso extenso dentro de la estructura arbitral a nivel activo en la cancha y detrás del escritorio, tiene como principal objetivo denunciar las malas prácticas, y en un caso posible, aunque reconozco que remoto, provocar algún tipo de cambio. Sería fabuloso que Rafael Mancilla y Carlos González me hicieran caso cada vez que les pido su renuncia, pero evidentemente no se trata de obtenerla, sino de hacer pública mi opinión.

Si el arbitraje mexicano fracasase, si la institución se viniera abajo, si se destapara algún escándalo escabroso que retumbara en el centro de la estructura arbitral mexicana, el fracaso no sería sólo de ellos, sino de todos los que tenemos algo que ver con nuestro querido arbitraje. Y no hay nada que desee más en mi faceta como opinador de este tema, que ver al arbitraje mexicano triunfar y regresar a ser nuestro máximo orgullo futbolístico mundial, como alguna vez lo fue.

Colofón
Les dejo el enlace para releer la entrada que motivó este nuevo texto: http://reglacinco.blogspot.mx/2013/02/gallo-no-grato.html

jueves, 21 de febrero de 2013

Gallo no grato


Cada año que se disputa un torneo de Clausura, hay un ingrediente adicional que le pone sabor al caldo del campeonato, que es el descenso. Los invitados a la danza del averno suelen ser los mismos, salvo los que han caído en las garras del infortunio y se han quedado en el limbo de la Liga de Ascenso. Atlas y Gallos Blancos son viejos conocidos de los lugares 15 al 18 de la tabla porcentual en los últimos 10 años, aunque en este Clausura 2013 son 17 y 18, respectivamente. El arbitraje siempre es motivo de análisis, tema que no ha desentonado en esta lucha por mantener la categoría y, prácticamente, la vida.

La memoria de la mayoría es corta, pero la de su humilde servidor no. Hoy, previo al decisivo partido que sostendrán Gallos y Zorros el sábado en Querétaro, la afición recuerda que Landín anotó un gol ayudándose con la mano en el empate avícola en Cancún apenas el domingo. “Ayudaron a Gallos”, dirán los rojinegros. “Una de cal por seis puntos regalados al zorro”, dice el de este teclado.

Hubo un momento clave en el inicio de este torneo que ha inclinado la balanza en favor de los tapatíos, hasta los 9 puntos de ventaja que tienen hasta ahora. Al término de la jornada 3, Gallos aventajaba con un punto a los rojinegros. Recordemos que iniciaron parejos el Clausura, así que la matemática es simple: el que haga más puntos se queda, con la ventaja de Atlas de que en caso de empate, le beneficia el goleo. Las jornada 4 y 5 significaron el despegue del zorro, en medio de tres arbitrajes muy discutidos; dos en favor de los rojinegros y uno en contra de Gallos.

En la visita del poderoso Tigres al Corregidora, Fabricio Morales fue el árbitro designado para permitir un concierto de violencia de los jugadores norteños sobre los queretanos. Hugo Ayala y Jorge Torres Nilo se despacharon con la cuchara grande, ante la complacencia del silbante oriundo de Saltillo, pero perteneciente a la Delegación de Monterrey (¿Lo escribí o sólo lo pensé?). Antes de los goles visitantes que decidieron el juego por 0-2, debieron sufrir dos expulsiones que habrían modificado el juego.

Unas horas más tarde, Atlas vencía al América por 2-1, con dos goles viciados de origen. Antes del gol del empate atlista por conducto de Millar, hubo falta sobre Mosquera; el penal señalado por falta del mismo capitán de chocolate (él se puso así, conste que no me estoy llevando) sobre Omar Bravo, era más bien falta del delantero por recargar al defensa águila. Dos errores arbitrales, para colmo, de un silbante jalisciense, Erim Ramírez. Empezaron la jornada un punto abajo, la cerraron dos arriba, y lo que faltaba.

La jornada 5 comenzó muy bien para Atlas en su visita a Chiapas. Después de ponerse en ventaja en el marcador, Miguel Flores les hizo el inmenso favor de voltear para otro lado en una jugada de penal en contra de los tapatíos, por una mano grosera e intencional de Guillermo Martín. Otra decisión trascendental, a mitad del primer tiempo, que dictó el rumbo del partido que al final ganaría Atlas por 1-2. Gallos visitó el Azteca, se llevó un baile, 3 goles incluidos y ahora la distancia era de 5 puntos.

Este punto de inflexión ha resultado determinante en el desarrollo de la lucha por el no descenso. Como decía antes, la memoria es corta, así que esos tres partidos en las jornadas tempranas han dado rumbo a esta pelea desigual. Cuando se consume el descenso, lo más seguro que de los aguerridos, pero desamparados, queretanos, nadie se acordará de estos juegos de las jornadas 4 y 5.

Adicional a las sospechosas actuaciones arbitrales, el buen futbol de Atlas y la nefasta directiva de Gallos, tienen casi definida esta guerra dispareja, en la que Querétaro parece tener todo en contra. Así va a estar canijo salvarse.

La semana previa al enfrentamiento entre los dos invitados al baile ha tenido de todo. Empezamos con las declaraciones de Adolfo Ríos, presidente de Gallos, que acusa al árbitro Antony “Voldemort” Zanjuampa de amenazar a sus jugadores en el juego en Cancún, de que no iban a ganar. Curiosamente, el gol del empate atlantista llegó en compensación, cuando ya había transcurrido el tiempo de repuesto anunciado por Voldemort.

Hay dos lecturas para esta acusación: Meterle presión a la Federación, vía la Comisión de Arbitraje, para buscar un beneficio en el siguiente partido, o que esté diciendo la verdad, aunque la posibilidad de probarlo es tirándole a inexistente. Si esto fuera cierto, Zanjuampa sería más bruto de lo que todos pensamos, al “confesarle” a los jugadores queretanos sus intenciones de perjudicarlos. A pesar de todo mi sospechosismo, me niego a pensar que lo de Adolfo Ríos sea totalmente cierto.

Y para cerrar con broche de oro, el árbitro designado para dirigir el sábado en El Corregidora es ni más ni menos que el hombre de la polémica, que no tiene ni un pelo fuera de su lugar, pero la mayoría de los tornillos desenroscados, nuestro querido Marco Antonio Rodríguez. Hace tres o cuatro años su nombre en este tipo de partidos era sinónimo de éxito. Implacable, comprometido, valiente, eran algunos de sus calificativos. Inestable, complaciente e impredecible, son sus nuevos apodos.

Mi pronóstico del clima futbolero/arbitral para el partido del sábado es 90 por ciento posibilidades de escándalo, un mínimo de 10 por ciento de polémica simple y mucho calor en la cancha y la tribuna. En otras palabras, se va a poner de a peso el kilo de… pasión.

martes, 12 de febrero de 2013

No todo es culpa del árbitro


Para variar, la jornada 6 del Clausura 2013 en México volvió a tener en un arbitraje el tema más comentado de la semana, sin importar los buenos juegos que se disputaron, algunos golazos y varios llenos en estadios que se estaban desacostumbrando a tener todos sus espacios ocupados. Y para que la polémica arbitral se magnifique, qué mejor que uno de los equipos sea el América. Esta vez fue el “perjudicado” por la actuación de Miguel Ángel Flores, en la visita que le hicieron al campeón Xolos en la frontera.

El punto de quiebre del trabajo de Miguel Flores se dio a los pocos segundos de iniciado el partido. En una disputa del balón entre el americanista Rubens Sambueza y el fronterizo Nuñez, se da un altercado que deriva en la amonestación para el amarillo por provocar a su adversario. Fue el típico caso en que un contrario cae al suelo, el que queda en pie se le “monta” literalmente y en el forcejeo por soltarse, vuelan algunas patadas, golpes y palabras poco amistosas entre ambos. La amarilla para Rubens es correcta, aunque queda la duda de que el local se pudo llevar su dosis por la misma causa. 

Las tarjetas amarillas tienen la misión principal de poner un preventivo al infractor, pero también para los 21 jugadores restantes, que deben detectar el criterio a utilizar por el juez en el resto del juego.

Cuando se señala el penal en contra de Tijuana, muy claro por cierto, Fernando Arce protesta más de lo permitido y se pinta del color del rival. Hasta aquí, el balance de decisiones es equitativo. Amarilla para el visitante por provocar, después un penal inobjetable contra el equipo local y la clara amonestación por la desaprobación infundada.

Después del gol del América, la intensidad del juego sube, las patadas también comienzan a escalar y es cuando nuevamente vienen dos señales muy claras del árbitro de cómo pretende controlar el partido. En jugadas prácticamente consecutivas, Oswaldo Martínez y “Maza” Rodríguez ven el cartón amarillo en los minutos 18 y 19, ambas por juego brusco. El mensaje era claro, los visitantes estaban metiendo la pierna de más y no se iba a permitir.

Después de reanudarse el juego por la amonestación a Rodríguez, viene una tercera falta consecutiva, ahora de Sambueza, que si bien no patea a Riascos, sí lo golpea con el brazo en el pecho. Como dice el dicho que la tercera es la vencida, así fue. A pesar de las dos advertencias, los jugadores del América no disminuyeron su intensidad y fuerza al disputar temerariamente el balón, que pagó Rubens con su segunda amonestación. En un error claro de desconcentración y falta de liderazgo, en las protestas por la roja a Sambueza, Mosquera se va de la lengua y lo pintan de amarillo. Una muestra más de que el criterio seguía intacto; Arce hizo lo mismo 10 minutos antes y obtuvo el mismo resultado.

Hubo un pequeño lapso en el que los americanistas parecieron calmar un poco su ímpetu, pero sólo les duró 16 minutos. Los criterios arbitrales no caducan con el paso de los minutos, ni después de tener uno o más amonestados y expulsados previos. Mosquera le atizó fuerte a Fernando Arce por la espalda y se ganó su invitación a la fiesta solitaria de Sambueza en el vestidor. Hasta ese momento, con cuatro amonestaciones y dos expulsiones a cuestas, América pareció entender el criterio de Miguel Flores y mantuvieron la casilla de castigos disciplinarios en cero el resto del partido. Por parte de Tijuana llegó una amonestación más hasta el minuto 83 a Gandolfi por juego brusco.

Las principales quejas contra el arbitraje fueron acerca del “abaratamiento” de las tarjetas. Voy a conceder, sin admitir, que pueda ser cierto. La cuestión no va por ahí, sino por la falta de capacidad del jugador por leer la táctica arbitral. Miguel Herrera habrá dado una charla técnica muy extensa de cómo reaccionar ante diversos escenarios del juego, basado en el desempeño del rival, pero seguramente no dijo nada del arbitraje. Sus jugadores sabían qué hacer en un saque de esquina en contra, pero no supieron cómo comportarse ante una amonestación temprana.

Miguel Flores pudo tener un criterio exigente, pero siempre fue el mismo, sin importar el color de la camiseta. Las expulsiones no fueron directas, producto de una precipitación o una mala apreciación; fueron derivadas de un desarrollo muy claro y como consecuencia de los parámetros que estableció desde el primer minuto del partido.

En esta ocasión no tengo manera de responsabilizar al árbitro de “echar a perder el partido”, como se dijo y escribió en muchas partes durante el fin de semana. Rubens Sambueza y Aquivaldo Mosquera, con su falta de capacidad para detectar un criterio arbitral, son los únicos responsables de haber puesto en peligro el triunfo de su equipo, que al final, con una gran dosis de huevos de sus nueve compañeros y la inteligencia que les faltó a ellos, se trajo un triunfo de oro de la frontera.

martes, 5 de febrero de 2013

El quinto elemento


Existe un miembro del equipo arbitral que casi nadie conoce, que tiene un rol muy importante en la designación de un partido (en teoría), pero que también forma parte de esa red macabra de compadrazgos y amiguismos que inundan la Comisión de Arbitraje: El asesor.

Un asesor arbitral es el quinto integrante de un equipo arbitral. Es la persona encargada de aconsejar, acompañar, evaluar y asistir en la planeación de un partido a los árbitros. Es la persona con una experiencia amplia, buena capacidad de análisis, con don de transmitir información y un perfil docente, que se convierta en un apoyo de valía para los cuatro jueces que entran a un terreno de juego a dirigir.

Lo ideal es que estos asesores sean árbitros en retiro, de preferencia con experiencia internacional y una capacidad probada en su carrera dentro del campo. No quiere decir que es requisito indispensable, ya que pueden encontrarse asesores que sepan ver el arbitraje de una manera tan clara, que suplan sus carencias de experiencia de campo con gran inteligencia, conocimientos y lecturas acertadas del juego y sus reglas.

Por desgracia, y por si no lo sabían, pero lo podrían intuir fácilmente, no existen este tipo de asesores en nuestro país. Los que cumplen con el perfil de grandes árbitros en retiro tienen las puertas cerradas, mientras que los no árbitros que suplan su inexperiencia con otros conocimientos e inteligencia, no son bienvenidos porque significan un peligro para las tiranías que maneja la Comisión.

En un ejercicio analítico de las designaciones de asesores de las principales categorías de nuestro futbol, encontramos unos datos muy significativos de lo que es este pequeño grupo de asesores, que realizan un trabajo de baja calidad, pero cobran honorarios de altos vuelos.

Al principio de la investigación, tomé en cuenta las actuaciones de los asesores que están directamente vinculados con la Comisión de Arbitraje, de la cual reciben un salario fijo por sus asignaturas. Carlos González, jefe del área técnica; Francisco Ramírez, miembro del área técnica; Mauricio Morales y Jorge Gasso, recientes incorporaciones a la baraja de instructores, y por último Gonzalo González, el motivo de esta investigación, que después de destrozar a los árbitros de Ascenso, por lo que fue corrido de su cargo, nuevamente está apareciendo en las designaciones de Liga de Ascenso y Copa MX.

Tras revisar únicamente las cinco primeras jornadas de la Liga MX, Ascenso MX, Sub20, Sub17 y las dos primeras fechas de la Copa MX, apareció un nombre nuevo que no estaba contemplado en los objetivos primarios: Raymundo Sánchez Villadoble.

Miembro de la Comisión de Arbitraje desde hace ya varios años, Sánchez Villadoble aparece como el segundo asesor con más designaciones en el año (9) entre Liga MX, Copa MX y Sub20. De los cinco objetivos primarios de la investigación, resultó ser el único con marca perfecta en Liga MX, más tres “dobletes” en juegos de la Sub20 y un partido de Copa. Sólo Carlos González, jefe del área técnica, que disfruta de un jugoso salario fijo, lo supera con 10 participaciones, aunque en el renglón de los honorarios cobrados se queda un paso por debajo, ya que Raymundo Sánchez saca ventaja con lo que ha cobrado en cada uno de sus cinco juegos de Primera División.

Es una verdadera pena, que un personaje que no cumple con la mayoría de los criterios descritos anteriormente, tenga tanta influencia y reciba tantas recompensas económicas como lo hace Sánchez Villadoble. De los “objetos” de este análisis, casualmente los elementos con más experiencia internacional y una carrera exitosa en las canchas mexicanas, son los menos favorecidos. Y no se trata únicamente de cobrar más o menos dinero, sino de cumplir con más compromisos en cancha con los árbitros, que es donde verdaderamente aprenden y crecen. Si Paco Ramírez y Mauricio Morales están por debajo en “jerarquía” de Gasso, y muy lejos de Raymundo Sánchez, no es de extrañarse el nivel de los árbitros mexicanos.
Lo que hace Carlos González, designándose solito a más partidos que nadie, es una burla absoluta, ya que en su calidad de jefe del área técnica, tiene más actividades que hacer, que andar de padrote viajando por todo el país con viáticos pagados, más honorarios, y hasta quitando lugares de nuevos asesores que quieran crecer en las categorías inferiores, como Sub20 y hasta Sub17.

Los resultados (ver tabla) muestran una verdad muy alarmante, ya que de los seis asesores que aparecen en esta lista, los que cumplen con los mejores perfiles, Francisco Ramírez y Mauricio Morales, sólo acumulan cuatro designaciones en el año. Eliminando el caso de Gonzalo González, que debería estar totalmente fuera del arbitraje, estos dos ejemplos son los últimos en apariciones y en honorarios obtenidos. Jorge Gasso se ubica un paso por debajo de Carlos González y Raymundo Sánchez, con siete juegos, aunque empatado en segundo puesto en emolumentos con su patrón del área técnica. (Para los lectores internacionales, el tipo de cambio peso dólar es de 13.00 MXP x 1 USD)


Si bien es cierto que existen asesores de amplias capacidades en la baraja, como Gerardo Bravo de Guanajuato y Raúl Cuauhtémoc Reyes de Jalisco, son minoría y nunca les permitirán trascender mientras la Comisión de Arbitraje siga siendo el mejor ejemplo de centralismo tirano, al más puro estilo de las políticas públicas de mediados del siglo pasado.

Un lugar común tan trillado, pero tan abrumadoramente cierto, como “por eso estamos como estamos”, es la mejor manera de describir la situación del arbitraje mexicano en la actualidad.