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jueves, 27 de septiembre de 2012

Blog invitado: El llano


En algunas entradas pasadas de este blog, Javier nos ha plasmado sus andanzas como árbitro amateur, lo cual me anima a compartir con ustedes lo que me tocó vivir allá por el año de 1993 más o menos.

Esta historia se desarrolló en algún lugar del área metropolitana del DF en el año de 1993. Mi padre se desempeñó por muchos años como árbitro amateur (incluso antes de que yo naciera) en diferentes ligas del rumbo, entre semana, y el grueso de su actividad era el fin de semana.

Por aquellos años, en la liga donde arbitraba, las designaciones eran los jueves a las 7:00 pm y nos dirigíamos como cada semana en bicicleta, ya que la sede de la liga nos quedaba relativamente cerca. Como fiel escudero, yo era el encargado de acompañarlo a la liga, reuniones y el domingo en el campo ayudándole para "llenar" la cedula y cuidar que no se perdiera la “petaca” con las cosas.

Esa semana, el presidente de la liga le designó tres partidos (como cada semana), pero al revisar cuáles le tocaron, reflejó una sorpresa enorme; lo mandaban a dirigir el partido "clásico de la liga", entre los equipos Maderas vs Botafogo. Dichos equipos los integraban de los llamados “talachas” (jugadores que cobran), los cuales le daban un toque muy especial, ya que los dueños de los equipos ofrecían alguna recompensa por ganarle al rival.

Era un partido muy bravo, por lo que la recomendación no se hizo esperar: "Creo que lo puedes sacar muy bien (le dijo el presidente), no te digo más pero te lo encargo mucho".
El resto de la semana transcurrió normal (creo que yo estaba más nervioso). Llegó el esperado domingo y a pesar de que los campos eran de "tierrita", el número 5 era el mejor de todos. Pasó el primer juego sin novedad alguna, igual el siguiente y al filo de las 11:00 am daba inicio el encuentro tan esperado (la voz se había corrido y el campo a esa hora estaba rodeado por curiosos).

El vaivén del encuentro no defraudaba las expectativas. En cada jugada, el árbitro (mi padre) era exigido al máximo, los jugadores en cada acción parecía se jugaban la vida; barridas, manotazos, faules y reclamos. ¡Intensidad pura!

En cada uno de los dos tiempos, el nivel no decayó. Al final, el Maderas ganaba por marcador de 3-2 al Botafogo. Con el silbatazo final, además del partido, también culminaba la jornada de ese día. Al entregar las cédulas, y después del respectivo pago por los tres partidos, mi padre (creo yo) esperaba algún comentario de su actuación, pero no, ninguno, una vez en la casa, sólo hubo algunos comentarios, algunas jugadas que "discutimos" y eso fue todo.

La semana transcurrió normalmente con nuestra rutina hasta el siguiente jueves. En la liga le esperaba una sorpresa. Al llegar, esperamos un poco hasta que todos los compañeros aparecieran, y fue cuando el presidente de la liga nos informó a todos (me incluí), que los dueños de los equipos Maderas y Botafogo, redactaron una carta en la cual hacían saber su opinión del trabajo realizado por el árbitro. Dicha carta, firmada por ambos equipos, fue leída delante de todos, felicitando al árbitro por el excelente trabajo realizado, un hecho inédito en la historia de la liga.

Los compañeros felicitaron a mi padre, que no se la creía, y al igual que él me sentía (hasta la fecha) muy orgulloso por su labor en aquel partido. Nunca me lo ha dicho, pero creo que fue uno de sus más grandes reconocimientos como árbitro.

La carta aún la conserva.

@N_e_o_49

martes, 25 de septiembre de 2012

La multiplicación de los petardos


Se jugó una jornada más de nuestro querido futbol mexicano con los mismos horrores arbitrales de siempre. Penales que no son y se marcan, otros que le pasan de noche a los del silbato, patadones que se quedan en amarilla y toda esa serie de linduras que suceden, hacen que cada vez sea más difícil encontrar algo nuevo que relatar. Por fortuna, esa rutina que parecía ociosa de ir cada quince días al estadio 3 de marzo a ver a los Estudiantes Tecos en Liga de Ascenso, ha rendido frutos esta ocasión. Pude ver en vivo y a todo color, al próximo Gasso del futbol mexicano, el poblano Baruch Absalón Castellanos.

Como a nadie parece importarle esta división, la mayoría de las personas estamos ajenos a lo que sucede en sus canchas, especialmente lo que tiene que ver son sus árbitros. Como es normal, los hay buenos, malos, regulares, experimentados y novatos. Absalón cumple con dos características, es de los más malos, si no es que el peor, y de los más longevos en la categoría, con cinco años deambulando por estas canchas.

La demostración del pasado viernes en Zapopan fue patética. Hay dos jugadas claves que marcan en gran medida el desarrollo del juego. Al minuto 24, cuando Tecos y Rayos se encontraban empatados a un gol, viene un remate de cabeza de Lillingston, que un defensor hidrocálido detiene flagrantemente con la mano. Todos lo vimos, menos claro, Baruch Absalón. Lo “mejor” de todo, es que estaba perfectamente bien colocado para apreciar la acción y simplemente no marcó el penal clarísimo.

Antes de cumplirse el minuto 55, hay una nueva jugada en la misma área, ahora defendida por los zapopanos, en la que Diego Jiménez sujeta de la camisa a Santoya de manera inobjetable. Otra vez Baruch estaba en buena posición, pero nuevamente decidió tragarse el silbato. Parecía una nueva edición de la absurda ley de la compensación, pero su asistente, Pablo Hernández, tal vez cansado de ver tantas fallas de su compañero, decidió tomar la iniciativa y señalar el claro penal.

Al final del juego, esa jugada marcó la diferencia. Si bien existió justicia deportiva tras la intervención del asistente, la actuación del central dejó mucho que desear. No es lo mismo remontar en el primer tiempo un gol tempranero de la visita, que jugar los 35 minutos finales en desventaja, contra un esquema defensivo y marrullero, como el que armó Jaime Ordiales tras anotar el gol de la ventaja, que contó con la valiosa ayuda de Baruch, que permitió a los Rayos todo tipo de ardides para consumir el tiempo de manera grosera. Una tarjeta amarilla al minuto 60-65 por retardar la reanudación del juego, hubiera tenido mucho más sentido y peso, que las dos que otorgó en los minutos 91 y 93. Es sentido común, ése que los árbitros no recibieron en la repartición de habilidades al nacer.

Este tipo de errores tan claros son la especialidad de Absalón. Como muestra está la chambonada que se anotó en Correcaminos hace dos torneos, cuando amonestó en dos ocasiones al “Macue” Robles y nunca lo expulsó. Aquella vez se llevó una sanción de seis partidos, aunque con su historial, su longevidad y el tamaño del error, debió haber significado su retiro inmediato del arbitraje profesional.

No obstante que su capacidad es verdaderamente limitada, hay un dato que nos puede poner a temblar a todos. Hasta la jornada 9 del Ascenso mX, este señor ha tenido participación como central en seis fechas, al estilo de Mauricio Morales en su gira del adiós. Esto no puede significar más que una tendencia de apoyar a este elemento para que alcance la Primera División pronto.

Como mencionaba al principio, he asistido a todos los encuentros de los Estudiantes Tecos, tanto en Copa como en Liga, y he podido ver la labor de muchos silbantes desconocidos. Hasta ahora, de los ocho partidos vistos, uno solo de los jueces me ha llamado la atención, Roberto Ríos Jácome; seis se encuentran en un nivel apenas regular, y este Absalón ha sido el peor arbitraje de todo el torneo en el 3 de marzo.

La baraja de árbitros en el semillero de la Primera División está bastante raquítica. Acaso los pocos que se pueden salvar, que tendrían los merecimientos y experiencia para buscar una oportunidad en la categoría estelar, son Obed Gómez y León Barajas, pero tal parece que el padrino de Baruch tiene más poder y contactos en la Comisión, que los de Obed y Vicente.

Con esta tendencia de beneficiar al apadrinado, en detrimento del capaz, lo único que se está asegurando, es que cuando le den las gracias a Miguel Chacón, Antony Zanjuampa y Miguel Ayala (si se anima Mancilla, claro), sus reemplazos sean igual o peor de malos que ellos.

¡Bendito arbitraje, nunca te acabes!

martes, 18 de septiembre de 2012

Roberto de la noche triste


En la noche más esperada por la turba morbosa del futbol mexicano, cuando por fin había aparecido un valiente que le plantara la cara al duopolio televisivo y tendría toda la atención en sus transmisiones de Fox Sports, Uno TV y Medio Tiempo, la “institución” de nuestro balompié (léase FMF y Comisión de Arbitraje) no tenía margen de error. Un mal arbitraje, violencia, desmanes y/o mala organización, serían un foco de atención que no deseaban enfrentar, pero todo eso sucedió.

El arbitraje, tema que nos tiene en estos menesteres, fue de una calidad deplorable. La agresión con arma de fuego de los seguidores leoneses a la afición rojiblanca en las afueras del estadio, con saldo de un herido por rozón de bala, es una señal de alarma “alarmante”. El desalojo prematuro de la porra visitante, por un estrecho túnel de salida, pudo terminar en tragedia. Todo esto, en el marco del partido que todos esperábamos ver por morbo, más allá del atractivo deportivo que suponía la visita de las populares Chivas al sorprendente León.

En temas arbitrales, lo que nos corresponde, el resumen es sencillo e implacable: Triste actuación de Roberto García Orozco. Triste, la manera en la que cambió determinantemente el rumbo de un partido que pintaba para ser espectacular. Si bien el final del juego tuvo tintes de alto dramatismo y emociones, fue más por la voluntad de ambos equipos por sobreponerse a circunstancias adversas provenientes del silbato confundido de García, que por una igualdad de fuerzas y condiciones justas.

La expulsión del rojiblanco Xavier Báez, cuando no se cumplía ni media hora del juego, es una cátedra de pésima calificación de una jugada. La posición del árbitro al momento de venir la disputa del balón entre tapatío y leonés es cercana, más no adecuada, ya que se encontraba en el lado apuesto al que debería. A pesar de su mala ubicación, no tiene pretextos para confundir una jugada leal, de hombres, que lleva un contacto inevitable, con un juego brusco grave. Para determinar una jugada como tal, debe existir fuerza desmedida y brutalidad al disputar el esférico. Si jugar el balón limpiamente a ras de pasto, y golpear irremediablemente por la inercia del movimiento al rival es brutalidad, el arbitraje ha cambiado tanto en tan poco tiempo, que nadie nos dimos cuenta.

Cometer un error tan grave como éste marca a un árbitro, especialmente si al medio tiempo alguien, con poco criterio, se lo hace notar. No encuentro una explicación diferente, ya que en la expulsión de Magallón, cuando el juego se encontraba 1-0 favor León, en la recta final de partido, vuelve a cometer el mismo error que con Báez. Son tan parecidas las jugadas, que en descargo del árbitro, tiene un buen “pretexto” de decir que midió con la misma vara jugadas similares. Lástima que lo haya hecho tan mal.

En la jugada de Magallón, nuevamente se encuentra colocado en el lado contrario al que debería. Las indicaciones para ubicarse en la parte externa del flujo de la jugada no es capricho de los instructores, es la manera en que resulta más fácil apreciar las acciones de manera fiel, sin estorbos ni ángulos que hagan parecer algo, una cosa que no es. Y Roberto falló estrepitosamente en ambas jugadas, cometiendo el mismo error.

Si un petardo como Zanjuampa o Miguel Ayala comete errores de éstos, es de cierta manera natural, ya que no tienen ni idea de qué hacer con un silbato en la boca dentro de una cancha de futbol. Roberto García, el “Olímpico”, que compite por un lugar en el Mundial de Brasil 2014, no puede estar en este nivel. Simplemente no puede, y si está así, determina la calidad de nuestro arbitraje, que por más que lo deseemos y busquemos detalles positivos, simplemente nos la ponen complicadísima cada semana.

La Liga mX ha demostrado en los pocos meses que tiene en funcionamiento, que en mercadotecnia, imagen, discurso y finanzas, está en el camino correcto, pero ese éxito conceptual es inversamente proporcional a la calidad de su arbitraje, de su futbol, de su seguridad en los estadios y de su espectacularidad.

Llora Roberto, ha sido una de las noches más tristes de tu carrera, y de la hasta ahora fallida Liga mX.

martes, 11 de septiembre de 2012

Diferencias y semejanzas entre FMF y NFL


El calendario deportivo mundial nos dio una muy buena oportunidad para atender sin distracciones el comienzo de la NFL, especialmente por la fecha FIFA que paró las ligas del mundo para partidos eliminatorios. Sí, ya sé que la Regla Cinco es para el futbol asociación, pero hay un tema en el futbol americano que provoca una reflexión muy profunda de cómo maneja sus sistemas referiles cada deporte.

Vamos a concentrarnos en qué se parecen, y en qué no, las relaciones entre los árbitros y las dirigencias, y los mismos jueces, de las ligas de la NFL y la FMF.

Para los que no estén enterados, la NFL comenzó esta temporada con referees sustitutos, ya que los jueces oficiales mantienen una disputa laboral con el Comisionado Roger Goodell (el Decio de los futboleros gabachos) por salarios y pensiones. Dentro de la pelea, está la negativa por dirigir de las “cebras” (mote cariñoso por su uniforme a rayas verticales negras y blancas), mientras no se cumpla con sus pretensiones salariales.

Hace pocos meses, los árbitros del futbol mexicano anunciaron (bueno, Marco Rodríguez se llevó todo el show y no logró nada) que habían negociado con la Liga mX nuevas condiciones laborales nunca antes vistas. Si lograr un salario de 10,000 pesos mensuales, seguros de vida y gastos médicos, más honorarios de entre 22,000 y 15,000 pesos por partidos, dependiendo del desempeño, es un gran logro laboral, el mundo está loco.

El principal punto de disputa con los árbitros de la NFL, es que el salario promedio de un veterano de 10 años en la liga es de 89,000 dólares al año. Calculadora en mano, son 1 millón 157,000 pesos anuales, entre 16 semanas de temporada regular, da un promedio de 72,000 pesos por partido. Nada mal se podría decir, tomando en cuenta que el ingreso de un árbitro mexicano en los mismos doce meses, incluyendo salario fijo, honorarios y pagos mayores por participar en Liguilla, ronda los 600,000 pesos. Pero cuando se hace una comparación entre los ingresos anuales de un árbitro de la liga deportiva más poderosa y rica del mundo (NFL), con los de uno de la Liga de Hockey (NHL), los 182,000 dólares que se llevan los jueces en patines de hielo, hacen que la cosa cambie un poquito.

La NFL y sus dirigentes sufren de la misma enfermedad que sus colegas mexicanos. Manejan un emporio deportivo que genera miles de millones de dólares en ingresos, patrocinios, valor de los jugadores y demás linduras. Como en todo deporte profesional, los jugadores son el mayor activo, y los árbitros los encargados de cuidar su integridad y la justicia en el terreno de juego. En ambos lados de la frontera, los que manejan las ligas, Goodell y Decio, ven a los árbitros como un mal necesario, y no como los guardianes de su patrimonio.

La gran diferencia entre nosotros y ellos, o mejor dicho entre nuestros árbitros y los gringos, es la fortaleza y dignidad que tiene la Asociación que los representa. “No nos pagan lo que pedimos, no trabajamos y háganle como quieran”, dicen las “cebras”. La respuesta de la NFL fue traer jueces de las divisiones inferiores del Futbol Colegial o del Futbol Arena, para hacer las “llamadas” de los juegos grandes. Es como si los mexicanos profesionales fueran a paro (¡Ay Ajá!) y Decio llamara a los árbitros de las ligas semiprofesionales regionales del país para pitar en Primera División (en una de ésas se me haría actuar en Primera jaja).

Los resultados de los árbitros sustitutos en la Semana 1 de la NFL fueron de regulares a malos. No dominan la velocidad del juego, cometen errores muy graves y notorios en jugadas muy claras, tardan en ponerse de acuerdo, el referee principal se pone nervioso al explicar la decisión al público, y varias cosas más que se vieron en los 16 partidos de esta jornada inaugural.

La presión de aficionados, coaches, jugadores, dueños y hasta patrocinadores no se hará esperar, y los referees estelares de la NFL lograrán, con fuerza, determinación y unión, que la liga los valore un poco más y les pague salarios más acordes a su responsabilidad.

En México no se ve en el futuro, ni cercano, medio o lejano, que se logre una unión de los árbitros para defenderse de las injusticias que sufren por parte de sus dirigentes. Así como las “cebras” americanas merecen mucho mejores ingresos, nuestros “zopilotes” también, pero nunca lo lograrán con sus actitudes agachonas y sumisas.

La FMF y la NFL se parecen tanto en que sus directivos principales desdeñan a sus jueces y los ponen en el último eslabón de la cadena alimenticia; pero son tan diferentes sus árbitros, que los del otro lado tienen los pantalones bien puestos, mientras que los nuestros tienen que estar continuamente levantándose los shorts, de tanto que se les caen.

En Memoria
A todos los héroes y víctimas del 11 de septiembre de 2001.

martes, 4 de septiembre de 2012

Crónicas llaneras III


Volvemos con un episodio más de estas crónicas reales del silbato. Un título alterno podría ser, “El día que (literalmente) cambié la roja por la amarilla”.

El año no lo recuerdo bien, debe haber sucedido por allá de 2005, más menos un año (ya parezco encuestador político). En ese período, ya había dejado el arbitraje profesional, pero seguía dentro de la Comisión como asesor y Delegado de los silbantes jaliscienses. A pesar de tener esos encargos “profesionales”, me seguía dando mis escapadas al amateur para no perder mi contacto directo con el silbato; me servía mucho para evaluar a los árbitros.

El caso es que por esas fechas, llegó una recomendación de la Comisión, en la que se otorgaba a los jueces la posibilidad de evaluar jugadas que parecían violentas, antes de tomar una decisión disciplinaria. Concretamente, era en jugadas en los que utilizaban los codos y brazos para golpear a un adversario, y el fondo de todo esto era muy simple: Si había sangre, era expulsión.

Pues allá fui a la pequeña ciudad de Tepatitlán, en Los Altos de Jalisco, a dirigir un encuentro de la 4ta División. Iba con mis dos asistentes del Colegio de la Asociación del Estado de Jalisco, de quienes no recuerdo sus nombres (una disculpa por adelantado por el olvido).

Lo mencionado anteriormente de la “recomendación” sirve para contexto de lo que sucedió posteriormente en el terreno. Adicional a este tema, en esa ocasión me sentía muy innovador, y decidí guardar mis tarjetas en los bolsillos cambiados, es decir, la amarilla en el short, y la roja en la camisa.

Los procedimientos tienen una razón de ser, y aunque no es regla ni nada, a los árbitros mexicanos nos enseñaron que la roja va en el calzoncillo y la amarilla en la camisa. Todos lo saben, y yo traté de hacerme el chistoso, para aprovechar esto en caso de tener que mostrar una tarjeta.

Pues sucede que en un momento del primer tiempo, un jugador del equipo local brinca junto con un adversario a disputar un balón por alto. Levanta el codo de más, y hace contacto con el rostro del rival. En primera instancia, olvidando la posibilidad que tenía de esperar a ver si había sangre (por más ridículo e ilógico que parezca), decidí que la amonestación era lo correcto. Me llevé la mano al bolsillo [del] trasero, pero antes de sacar la tarjeta, el capitán del equipo local me grita a todo pulmón: “¡No mames!”.

Continué con mi movimiento para sacar la amarilla del short y se la mostré al jovencito de lengua fácil. Seguramente esperaba ver el cartón rojo en su rostro, pero cuando se percató que era amarilla, parece que volvió a la vida.

Ya con la cartulina de amonestación en la mano, se la mostré al infractor primario, para acto seguido verificar al jugador contrario que se dolía amargamente. Oh sorpresa, cuando veo el hilo de sangre brotando de la ceja. A pesar de que ya había enseñado la amarilla, saqué la roja de la camisa y se la planté al agresor en todo lo alto.

Claro que hubo protestas por el cambio de decisión, hasta malestar por el “engaño” de traer las tarjetas cambiadas, pero al final, la justicia prevaleció, aunque el procedimiento fue verdaderamente caótico.

La enseñanza fue muy clara en varios sentidos para su servidor. Primero, árbitro que inventa, árbitro que tiene muchas más posibilidades de meterse en una bronca. Y como ha sido mi costumbre, me metí en una. Segundo, hay que tener más calma para decidir las sanciones disciplinarias, especialmente cuando se tiene la instrucción de hacerlo, en pro de la justicia deportiva.

Ese día, más que en ningún otro caso que conozca, la cambiadera de tarjetas amarillas por rojas se convirtió en una verdadera pachanga. Y pachanga en temas arbitrales, es mi segundo nombre.

Y por si tenían algún pendiente, nunca más he vuelto a “innovar” con la colocación de las tarjetas en mi uniforme.

@ReglaCinco @javierglevy