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martes, 22 de octubre de 2013

Árbitro vendido

¿Cuántas veces hemos escuchado, o incluso vociferado, este “insulto” a un juez deportivo? Ya sé que les llevo como mil años de ventaja, porque a mí personalmente me lo deben haber dicho más de una vez por partido, y si le ponemos número a las veces que me he puesto el uniforme, serían algo así como 1,000. El asunto es que esta frase lleva implícita la supuesta corrupción de un árbitro que ha recibido dinero, o cualquier otra forma de remuneración ajena a sus honorarios oficiales, por beneficiar a determinado equipo.

Lo he dicho en círculos íntimos y varias veces en público y por escrito, que yo sigo metiendo las manos al fuego por la honorabilidad de los árbitros, al menos los de Primera División, en el sentido de que no conozco ningún caso de corrupción, como la que señalo en el párrafo anterior. Desgraciadamente, en categorías muy inferiores del futbol profesional, y mucho más en ligas de aficionados, sé de varios casos en los que hubo dinero de por medio para modificar el resultado de un partido. Pero como esto no es una denuncia de lo que he visto y sabido, sino una reflexión de otro tipo de corrupción económica que SÍ cometen los árbitros de la máxima categoría mexicana, vamos dejando en paz a la Tercera División y a la Liga Regional de Ahualulco, para centrarnos en nuestra devaluada liga local.

Todo este asunto de los árbitros vendidos me lo inspiró la designación de Jorge Antonio Pérez Durán en el partido Cruz Azul vs América. Si creían que se me iba a olvidar, con el argüende de la  selección, el penal que no le marcó a Vuoso, la supuesta grabación con Gasso, y el “apoyo” de su Comisión que lo repitió la semana después en Tijuana, estaban muy equivocados. Por el simple hecho de fallar en la jugada del Clásico Tapatío, era motivo de congeladora por unos dos juegos; pero no, lo premiaron.

Vamos dejando de lado la profunda indignación que esto me produce, porque seguir criticando a la Comisión de Arbitraje cada que se arma un numerito como éste, es tirar las palabras a la basura. Lo verdaderamente escandaloso es en lo que han convertido a los silbantes mexicanos. Con mucha pena, pero honrando a las gloriosas excepciones que no han caído hasta el fondo de este abismo, nuestros árbitros se han dejado corromper por las nuevas “reglas del juego”, que les garantizan sus necesarias designaciones semanales que los mantienen en su trabajo.

No puedo ignorar el hecho de que 20,000 pesos por partido dirigido es un aliciente lo suficientemente grande, como para tratar de mantener su nombre en las listas cada semana (o los 10,000 de los asistentes y cuarto árbitro). Habría que conocer el caso particular de cada elemento, para saber qué tanta es la necesidad de preservar este ingreso, pero en lo general, incluyendo los 15,000 pesos mensuales fijos que reciben TODOS en la Primera División, ya se trata de un salario mayor al del 80 por ciento de los mexicanos (según cifras muy poco sustentadas científicamente por su servidor, pero seguramente muy cerca de la realidad). Y como por desgracia, la capacidad, conocimientos, habilidades y demás características personales y profesionales de los árbitros, no les permitirían tener salarios similares en otra actividad, se entiende de alguna manera lo que sucede. Y ojo, entender no quiere decir que esté de acuerdo.

Pérez Durán es el más claro ejemplo de lo que desea la Comisión de Arbitraje, y la manera en que son premiados los elementos que juegan en la cancha de Mancilla, González, Gasso y compañía. “Haz lo que te decimos; arbitra como te decimos; protege los intereses personales y económicos de los directivos y dueños del balón, que se te premiará con más partidos y un ingreso alto”. En eso han convertido al arbitraje mexicano. En una banda de necesitados, que movidos por el instinto de supervivencia, tuercen y retuercen a su antojo las sagradas Reglas de Juego, para mantener la llave de la abundancia abierta, tirando su vital producto en los bolsillos de los herejes. 

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