Como ya se está volviendo una desafortunada costumbre,
cuando empieza la Liguilla de nuestro torneo, el nivel futbolístico aumenta a lugares
extraordinarios, pero el arbitraje sigue con sus mismos vicios. Los partidos
del sábado tuvieron muchos más elementos de análisis que los dominicales, así
que nos quedaremos con Guerrero y Pérez Durán, que actuaron en Toluca y
Morelia, respectivamente.
A Fernando Guerrero, los jugadores ya le tienen tomada la
medida. Mentiría si les dijera el nombre de cada jugador que insultó e hizo
señas groseras al árbitro en sus narices, porque fueron no menos de 5 ó 6
durante el partido.
Parece que la dinámica ya es aceptada por todos, incluso por
la santa madre de Fernando, que ve cada fin de semana cómo los futbolistas la
recuerdan, sin recibir siquiera una mirada de desaprobación del “Cantante”.
Hasta su servidor, que en sus tiempos activos dentro de las
canchas (con silbato) era implacable con los cortes de manga, ha aceptado que
esa famosa seña debe ser castigada sólo con tarjeta amarilla, siempre y cuando
no venga acompañada del insulto verbal, que la convertiría en expulsión
automática. Pues con Fernando Guerrero parece que no hay manera de aplicar la
causa de “emplear lenguaje o gesticulación grosera u obscena”, para sacar la
tarjeta colorada del pantalón. Bueno, ni la amarilla; ni una mirada de pocos
amigos.
Si me pudieran ver cuando observo este tipo de acciones de
los jugadores contra los árbitros y no son sancionados, pensarían que estoy
loco por el escándalo que organizo, pero es que no me cabe en la cabeza que a
la gente le guste que la insulten. Fuera de esa sangre de atole para los
reclamos, señas e insultos que tiene Guerrero, me parece que la conducción fue
aceptable. La probable mancha más grande, en mi particular punto de vista, la
pone Israel Valenciano en el autogol de Pereira, y me explico, con la salvedad
de que hay una toma de televisión que muestra que la pierna del defensa
habilita al delantero. Está muy jalado de los pelos, pero con eso basta para
darle la duda razonable al asistente de Agusacalientes.
Ya sabemos que la nueva redacción de la Regla del Fuera de
Juego indica que interferir a un adversario es “disputarle directamente el
balón”, lo que según algunos de los expertos no sucede en esta jugada. Disputar
el balón, en el caso Velázquez vs Pereira, no tienen nada que ver con que ambos
jugadores vayan de frente al redondo y se arme un taponazo o algo por el
estilo; basta con el movimiento que hacen ambos en busca del esférico, en el
que la reacción y ubicación del defensor le permiten ganar la posición, con la
mala fortuna de mandarla a su portería. El delantero, con su intento de ir a
rematar, condiciona la actuación del defensa, INTERFIRIENDO su accionar.
El que se lleva todos los deshonores en estas series de ida,
es Jorge Antonio Pérez Durán, su Alteza Serenísima Conde de la Comisión y de
colonias vecinas. Es verdaderamente increíble la transformación tan
desafortunada que ha tenido este señor desde que fue designado a la Final de
ida del Clausura 2013, entre los eternos subcampeones azules y los nuevos
monarcas amarillos.
Al igual que su compañero Guerrero, pero ahora sí tengo bien
claro al agresor, se dejó manotear, cortar manga e insultar por Jefferson
Montero de lo lindo. Ya va una. El inexplicable gol invalidado a Boselli, dos;
el codazo artero y a dos metros de sus narizotas de Chema Cárdenas a Montes,
tres; el patadón terrible a la rodilla de Burbano por Morales, cuatro, y la
joya de la corona, la falta del tamaño del estadio de Mancilla a Yarborough
para el tercer gol moreliano, completan una quintilla que nadie mata, ni
intentándolo con todas sus fuerzas.
Estos ejemplos son acciones puntuales, TODAS en contra del
equipo León (no tiene nada que ver con la televisora que los transmite y sus
dueños, estoy seguro y confío en que en México eso no pasa), pero hubo otros
detalles un poco más finos que son los que ponen a uno a pensar mal. La jugada
del tercer gol de Monarcas, viene precedida de una serie grosera de faltas
nimias que estuvo señalando Pérez Durán durante los últimos 20 minutos del
juego, otra vez, todas, en contra de los verdes, y siempre en las inmediaciones
del área visitante.
Alguna vez me dijo un consagrado silbante, que no es
necesario expulsar y marcar penales para ir moviendo un juego a donde el
árbitro quiere. Mantén cerca el balón de un área y aumenta las posibilidades de
crear jugadas de peligro, al mismo tiempo que mantienes alejado el mismo balón
de la otra, para cuidar el rancho. Así le hizo Pérez Durán, arrinconó a los
verdes contra sus últimos 20 metros, y luego los remató con el ojo de hormiga
en el segundo gol de Ever Guzmán. Más descarado, imposible.
Jorge Rojas y Ricardo Arellano tuvieron menos broncas el
domingo, afortunadamente. Habrá que esperar a que Marco, García Orozco, Paco
Chacón y Delgadillo lo hagan de mejor manera y los semifinalistas sean justos
merecedores de su pase.
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