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martes, 26 de noviembre de 2013

De mentadas de madre y goles descarados

Como ya se está volviendo una desafortunada costumbre, cuando empieza la Liguilla de nuestro torneo, el nivel futbolístico aumenta a lugares extraordinarios, pero el arbitraje sigue con sus mismos vicios. Los partidos del sábado tuvieron muchos más elementos de análisis que los dominicales, así que nos quedaremos con Guerrero y Pérez Durán, que actuaron en Toluca y Morelia, respectivamente.

A Fernando Guerrero, los jugadores ya le tienen tomada la medida. Mentiría si les dijera el nombre de cada jugador que insultó e hizo señas groseras al árbitro en sus narices, porque fueron no menos de 5 ó 6 durante el partido.

Parece que la dinámica ya es aceptada por todos, incluso por la santa madre de Fernando, que ve cada fin de semana cómo los futbolistas la recuerdan, sin recibir siquiera una mirada de desaprobación del “Cantante”.

Hasta su servidor, que en sus tiempos activos dentro de las canchas (con silbato) era implacable con los cortes de manga, ha aceptado que esa famosa seña debe ser castigada sólo con tarjeta amarilla, siempre y cuando no venga acompañada del insulto verbal, que la convertiría en expulsión automática. Pues con Fernando Guerrero parece que no hay manera de aplicar la causa de “emplear lenguaje o gesticulación grosera u obscena”, para sacar la tarjeta colorada del pantalón. Bueno, ni la amarilla; ni una mirada de pocos amigos.

Si me pudieran ver cuando observo este tipo de acciones de los jugadores contra los árbitros y no son sancionados, pensarían que estoy loco por el escándalo que organizo, pero es que no me cabe en la cabeza que a la gente le guste que la insulten. Fuera de esa sangre de atole para los reclamos, señas e insultos que tiene Guerrero, me parece que la conducción fue aceptable. La probable mancha más grande, en mi particular punto de vista, la pone Israel Valenciano en el autogol de Pereira, y me explico, con la salvedad de que hay una toma de televisión que muestra que la pierna del defensa habilita al delantero. Está muy jalado de los pelos, pero con eso basta para darle la duda razonable al asistente de Agusacalientes.

Ya sabemos que la nueva redacción de la Regla del Fuera de Juego indica que interferir a un adversario es “disputarle directamente el balón”, lo que según algunos de los expertos no sucede en esta jugada. Disputar el balón, en el caso Velázquez vs Pereira, no tienen nada que ver con que ambos jugadores vayan de frente al redondo y se arme un taponazo o algo por el estilo; basta con el movimiento que hacen ambos en busca del esférico, en el que la reacción y ubicación del defensor le permiten ganar la posición, con la mala fortuna de mandarla a su portería. El delantero, con su intento de ir a rematar, condiciona la actuación del defensa, INTERFIRIENDO su accionar.

El que se lleva todos los deshonores en estas series de ida, es Jorge Antonio Pérez Durán, su Alteza Serenísima Conde de la Comisión y de colonias vecinas. Es verdaderamente increíble la transformación tan desafortunada que ha tenido este señor desde que fue designado a la Final de ida del Clausura 2013, entre los eternos subcampeones azules y los nuevos monarcas amarillos.

Al igual que su compañero Guerrero, pero ahora sí tengo bien claro al agresor, se dejó manotear, cortar manga e insultar por Jefferson Montero de lo lindo. Ya va una. El inexplicable gol invalidado a Boselli, dos; el codazo artero y a dos metros de sus narizotas de Chema Cárdenas a Montes, tres; el patadón terrible a la rodilla de Burbano por Morales, cuatro, y la joya de la corona, la falta del tamaño del estadio de Mancilla a Yarborough para el tercer gol moreliano, completan una quintilla que nadie mata, ni intentándolo con todas sus fuerzas.

Estos ejemplos son acciones puntuales, TODAS en contra del equipo León (no tiene nada que ver con la televisora que los transmite y sus dueños, estoy seguro y confío en que en México eso no pasa), pero hubo otros detalles un poco más finos que son los que ponen a uno a pensar mal. La jugada del tercer gol de Monarcas, viene precedida de una serie grosera de faltas nimias que estuvo señalando Pérez Durán durante los últimos 20 minutos del juego, otra vez, todas, en contra de los verdes, y siempre en las inmediaciones del área visitante.

Alguna vez me dijo un consagrado silbante, que no es necesario expulsar y marcar penales para ir moviendo un juego a donde el árbitro quiere. Mantén cerca el balón de un área y aumenta las posibilidades de crear jugadas de peligro, al mismo tiempo que mantienes alejado el mismo balón de la otra, para cuidar el rancho. Así le hizo Pérez Durán, arrinconó a los verdes contra sus últimos 20 metros, y luego los remató con el ojo de hormiga en el segundo gol de Ever Guzmán. Más descarado, imposible.


Jorge Rojas y Ricardo Arellano tuvieron menos broncas el domingo, afortunadamente. Habrá que esperar a que Marco, García Orozco, Paco Chacón y Delgadillo lo hagan de mejor manera y los semifinalistas sean justos merecedores de su pase.

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