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martes, 13 de agosto de 2013

Trapos al juzgado

En términos arbitrales, el trapo es la bandera de los asistentes. Sí tiene tintes peyorativos, no se puede ocultar, aunque lo escribo con mucho respeto y cariño por un implemento que me acompañó en el 70 por ciento de mi carrera arbitral. De hecho, en coyuntura con una noticia de este fin de semana, me viene a la mente una anécdota que me contó Silverio Gómez, un destacado asistente internacional jalisciense. Cuenta el “bandera” que, en la final entre Celaya y Necaxa de hace como 200 años, Alberto García Aspe (sí, ése que era directiva de Pumas hasta hace dos días) le reclamó un señalamiento de la siguiente manera: “Ya vas a empezar a joder con tu trapito”. La respuesta no fue muy amable, algo que tenía que ver con su fracaso reciente en River Plate, pero no la recuerdo completamente, ya saben que me falta oxigenación en la memoria de vez en cuando.

El caso es que en la jornada 5 de nuestro Apertura 2013, los portadores de tan noble y leal accesorio, dieron algunas notas muy interesantes.

Vamos a concentrarnos en un partido con tres decisiones muy malas de los asistentes, y uno más con una joyita de concentración y ubicación. Empezamos, por orden cronológico, con la debacle textil en el Estadio Azul del sábado.

El primer gol de Cruz Azul a Chivas, es un fuera de juego tan grande como las tormentas que han azotado los estadios mexicanos en las últimas semanas. No se trata de una jugada apretada, no hay “tráfico” de jugadores que estorben la visibilidad, no es a velocidad de la luz, ni aporta ningún otro pretexto que pueda excusar al asistente de su error. Lo peor del caso es que se trata de uno de  los auxiliares más respetados y exitosos de la actualidad, el mundialista Marvin Torrentera. Joao Rojas estaba por lo menos un metro adelantado, y Torrentera se encontraba por lo menos otro metro desfasado de la línea que debe cuidar, por lo que la perspectiva lo llevó al error flagrante.

En la segunda parte, Juan Carlos Salinas, que no tiene, ni tendrá, el nivel de su compañero de banda, mancilló a su preciado trapo con dos precipitaciones dignas del futbol aficionado, mas no de la Primera División. El asunto es muy simple. Cuando un jugador rival juega el balón deliberadamente hacia un contrario que se encuentra en posición de fuera de juego, no puede ser sancionado por ello.

Una desconcentración por partido es tolerable, puede ser un parpadeo, una distracción inoportuna, pero no se puede repetir. Juan Carlos Salinas levantó dos veces su trapo cuando los defensores rojiblancos habilitaban a un cementero con pases directos. En la primera ocasión, Roberto García Orozco, en otro error manifiesto, avaló el señalamiento de su compañero, a pesar de que se encontraba lo suficientemente cerca de la jugada para notar el pase del defensor.

En la segunda ocasión, García Orozco estaba más atento que su compadre Salinas, le ordenó que recogiera su bandera, la hiciera rollito y la quitara de su vista, para dar por bueno el tercer gol de los azules, con el que sentenciaron el partido. Una gran pena fue lo que sucedió con los acompañantes del árbitro en este partido, que fallaron ostensiblemente en su labor primordial, que es la de juzgar y señalar las jugadas de fuera de juego.

Unas horas más tarde, en el Estadio Jalisco, Miguel Ángel Hernández, asistente número 2 en el partido en Atlas y Pachuca, se aventó una joya de asistencia arbitral.

En lo que parecía el empate para Atlas por ahí del minuto 75, Hernández pilla a Omar Bravo adelantado por centímetros. La repetición de la jugada incluso es engañosa, ya que, al igual que cuando un asistente no está en línea y compromete la perspectiva, el plano de la cámara hace ver que no es fuera de juego.

Con la indudable ventaja de la repetición en cámara lenta, y con una pequeña dosis de colmillo, se puede apreciar en las líneas de corte del pasto, que en efecto Omar Bravo se encuentra más cerca de la línea de meta que al menos dos adversarios, cuando le centran el balón.

Ahora, vayamos a la defensa de todos los asistentes, incluso de Torrentera y Salinas. Las jugadas de fuera de juego se juzgan y señalan, o dejan de señalar, en fracciones de segundo. No hay otra oportunidad para analizar, pedir un consejo o deliberar con los compañeros. Es el momento de máxima soledad del asistente, cuando decide si levanta el trapo o no.

A pesar de las fallas manifiestas de este fin de semana, la acción de Miguel Ángel Hernández refuerza la convicción de que los asistentes mexicanos son de un altísimo nivel, aunque también tienen sus resbalones, sin que necesariamente el Azul esté cubierto de agua.

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