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miércoles, 23 de marzo de 2011

Húndanlos más

La verdad es que no hay cómo defender a los árbitros cuando suceden acciones tan lamentables como las del Cruz Azula vs Toluca. Ya nadie está exento de cometer horrores arbitrales, y en esta ocasión fue el mismísimo Marco Rodríguez quien perdió la cordura arbitral. A reserva de que una investigación exhaustiva a escala mundial arrojara un resultado diferente, me parece que es la primera vez en décadas, sino es que en la historia del futbol, que dos jugadores (Talavera y Cervantes) resultan expulsados en la misma jugada, por la misma causa.

Seguramente todos los enterados del futbol, y los no tanto, habrán visto cómo una jugada 100 por ciento futbolera, en la que ambos jugadores disputan lealmente el balón, termina en expulsión para ambos, ¡por conducta violenta (agresión)! Ya el reporte de "golpear a un adversario con fuerza desmedida y con intenciones de lastimar" no es nada más que la cereza del aberrante pastel que horneó Marco el sábado en el Azul.

Evidentemente la Comisión Disciplinaria echará para atrás el castigo original impuesto de tres jornadas para los dos futbolistas, pero ahí es dónde se encuentra el nuevo error que se empezará a cometer de ahora en adelante: Corregir en el escritorio los errores de la cancha.

Viendo fríamente la jugada, el árbitro, desde una posición alejada y no óptima, decide que la acción vista merece la expulsión de ambos jugadores. Por más que se demuestre que no hay intención de lastimarse, que ni siquiera hay imprudencia al disputar la pelota, Marco Rodríguez apreció eso y lo sancionó. Hasta hace pocos años, por más equivocado que hubiera estado el silbante al apreciar una jugada, no se discutía si debía perdonarse al jugador. Es como si un delantero falla un gol hecho con la pelota rodadita, dentro del área de meta y sin portero, y después la Comisión Disciplinaria lo suspende por "malograr una oportunidad manifiesta de gol". ¿Suena absurdo? Pues es igual de absurdo que ahora todo mundo exija perdones al por mayor cuando parece que un árbitro se equivocó.

Desde el domingo por la tarde, en redes sociales y sitios especializados, ya se hablaba que la Disciplinaria seguiría perdonando vidas, que si fue Cubo Torres la semana pasada, ésta serían Talavera, Cervantes y hasta Palencia, expulsado por Miguel Flores en el duelo Pumas vs Santos.

Deteniéndonos en la jugada en la que sale expulsado Palencia, después de ver las repeticiones, se aprecia que la jugada es fuerte, sancionable con falta y más o menos en un consenso general, de tarjeta amarilla. Pero el del silbato decide que no, que es de roja. Se puede discutir horas, pero esa decisión ya quedó y listo. Si la Comisión de Arbitraje, la que regula a los árbitros, y no la Disciplinaria, decide reprender al silbante está bien, pero echarle más tierra al pozo en el que está metido el arbitraje, destruyendo su autoridad con perdones de escritorio, es una labor peligrosa que no está ayudando en nada al gremio más golpeado y errante del futbol mexicano.

Por más equivocado que haya estado Marco Rodríguez el sábado, o Flores el domingo, los tres jugadores deberían cumplir un castigo disciplinario que se pague con partidos. Tal vez a lo más que aspirarían Toluca y Cruz Azul, es a que se reduzca la sanción de tres a un juego, pero nada más. Los podrán criticar de no hacer justicia, pero en la balanza está de por medio la salud de los árbitros, en todos los sentidos, mental, física y profesional. Si ya ni en las jugadas de apreciación los van a respetar, no hay esperanza para los silbantes.

Los árbitros están a la deriva, sin un guía que los empuje fuera de esa vorágine de errores que suceden cada semana. Sin instrucción, sin apoyo psicológico que funcione, y ahora golpeados desde adentro, metidos justo en el medio del fuego amigo que lanza Sabater a Padilla desde su trinchera de la Disciplinaria. Ya están los árbitros y sus dirigentes en el hoyo, pero si se los llenan de tierra, jamás podrán salir de ahí.

Colofón: Si en la jugada que salen expulsados Cervantes y Talavera hay faltas sancionables con tiro libre, cometidas al mismo tiempo y con sanciones disciplinarias posteriores, ¿cuál es la manera correcta de reanudar el juego? ¿Falta a favor de Toluca, penal a favor de Cruz Azul, balón neutral? Marco reanudó con tiro libre a favor de Toluca. ¿Estuvo bien?

TA S

jueves, 17 de marzo de 2011

Dos de asistentes

Ya estuvo del verdadero desastre que organizaron Arellano y Camargo el sábado pasado en el Jalisco. El Cubo sí juega y los dos árbitros no. Justicia a medias, porque el daño ya está hecho. Pero como de todo se aprende, el “Camargogate” me dio una idea de qué compartir en esta oportunidad. Historias verdaderas de árbitros y asistentes, pero que nadie conoce porque suceden en canchas alejadas de los reflectores, perdidas en los paisajes sombríos de la Tercera División.

La primera anécdota sucedió en el Estadio Municipal de Tototlán. Además de una fábrica de leche de un montón de hermanos, en Tototlán no hay nada, salvo un estadio público. Esto ocurrió en algún momento de 2003, honestamente no recuerdo tan bien la fecha, pero sí los hechos.

Se enfrentaba el equipo local contra el Atlético Ecca de la ciudad de León. La diferencia en la tabla era notoria entre ambos (arriba los leoneses), al igual que el nivel futbolístico. La terna la conformaban tres jóvenes árbitros jaliscienses, el central no tanto, de hecho le apodaban “Abuelo”, aunque no era para tanto. Los asistentes eran buenos amigos del central, compañeros de generación, lo que suponía un ambiente de armonía en el vestidor arbitral. Camargo en esos tiempos no figuraba como ahora, pero si hubiera visto este partido, seguro habría tomado muchas ideas para meter su bandera en asuntos que no le incumbían.

El primer tiempo fue un concierto de banderazos de ambos asistentes. Jugadas cerca de ellos, lejos, lejísimos y más, eran ilustradas por sus trapos poseídos. En más de una ocasión el árbitro desestimó sus “recomendaciones”, pero la primera parte de lo bueno sucedió en el vestidor al medio tiempo. El árbitro acostumbraba cargar con dos silbatos en el partido, en caso de cualquier falla de uno, utilizar el otro. En el camino de la cancha al vestuario, separó ambos pitos de la correa que los sujetaba, y una vez en la privacidad del recinto arbitral, se los lanzó a ambos compañeros, diciendo: “Ai ta' cabrones, piten ustedes y luego me avisan cómo quedaron”. Aparentemente las disculpas fueron sinceras y ambos se comprometieron a realizar su labor de manera más seria y eficaz. Pero el final del juego tenía preparado otro desenlace.

Corría el minuto 90. Tototlán daba la sorpresa al vencer 3-1 a los visitantes, que atacaban con todo en busca de la hazaña del empate. Tres minutos añadió el juez. En una típica jugada en la que el delantero busca la esquina más lejana a su portería para terminar con el tiempo, se sucedieron una serie de rebotes que provocaron saques de banda y de esquina a favor del local que hacía sus tretas para terminar con el segundero. Cualquier asistente con un dedo de frente y la más mínima experiencia, sabe que el balón debe de salir de esa zona cuanto antes para evitar conflictos. Pero en esta ocasión, el asistente decidió no abusar de su bandera, y después del tercer saque de banda y segundo de esquina, un desesperado jugador visitante atizó con todo a un local. Esto derivó en una serie de empujones, golpes y mentadas al por mayor. Saldo: Tres expulsados y un partido echado a la basura en el último minuto.

El segundo caso que les voy a contar sucedió en Manzanillo, un año antes del episodio de Tototlán. En esta ocasión, el árbitro de Tototlán aún era asistente novato. Era la última jornada, el equipo local ya estaba clasificado a la Liguilla y el visitante no tenía nada que pelear. Manzanillo ganaba por varios goles y se contaban los últimos instantes del juego. En una jugada muy cerca de la esquina, justo en las narices del asistente, el capitán del equipo porteño barre con todo a un visitante. Por la cercanía, el de la bandera no aprecia en su totalidad la acción, pero sí escucha clarito el grito del agraviado. Parecía una falta artera. Tenía todos los elementos. Barrida fuerte, salto espectacular y lamento que se escuchaba genuino. El de amarillo ese día agitó su bandera con firmeza y señaló al árbitro, con una seña discreta, que la jugada ameritaba tarjeta roja. Su compañero, que se encontraba lejos, confió en su auxiliar.

Pero…. malditos peros. Cuando las asistencias atendían al presunto lesionado, se develó la verdad. Sí estaba lastimado, el dolor era real, pero era por un calambre, producto de saltar para evitar el golpe de su adversario. En resumen, la jugada no era ni siquiera falta. Las consecuencias fueron serias, mas nadie se enteró y nunca pasó nada, pero el árbitro terminó una racha de todo un torneo sin expulsar jugadores,  el capitán manzanillense se perdió el primer juego de la Liguilla y el asistente aprendió una gran lección. Meses después, sus compañeros en Tototlán le sirvieron una taza de su propio chocolate.

Moraleja. El árbitro arbitra, el asistente asiste y el jugador juega.  Cuando uno de ellos intenta hacer la labor de otro, el resultado pocas veces es positivo. Es una perogrullada enome, pero con mucha verdad.

 
TA S

jueves, 10 de marzo de 2011

Los jueces del Clásico Tapatío

El ordenador habló. Ricardo Arellano Nieves será el encargado de poner orden (o al menos de intentarlo), cuando este sábado 12 de marzo, se midan en el Estadio Jalisco los equipos de Atlas y Guadalajara, en una edición más del Clásico Tapatío.

Arellano estará acompañado por José Luis Camargo y Carlos Ayala en las bandas, Fabricio Morales como cuarto árbitro, asesorados por el responsable del área técnica de la Comisión de Arbitraje, Carlos González. En teoría estricta, este equipo arbitral compuesto por tres elementos con gafete de FIFA (Ayala no lo tiene, pero vaya que lo merece), y un alto dirigente de la Comisión, debería ser garantía de una buena conducción del juego. Pero puede no ser así.

Ricardo Arellano comienza su segundo año como silbante internacional. Recién tuvo una experiencia en eliminatoria mundialista de Concacaf, en el selectivo Sub-17 del mes pasado. También ha participado en la Liga de Campeones de Concacaf, en donde ha arbitrado encuentros entre equipos mexicanos, con poca fortuna. Hace apenas cuatro años, Arellano aún se encontraba en la entonces llamada Primera División A, realizando trabajos regulares, en donde mostraba la mayor de las carencias de los jueces mexicanos de la actualidad: falta de valor. Sin embargo, la Comisión de Arbitraje lo debutó en el máximo circuito, lo hizo árbitro por la fuerza y hasta gafete internacional le consiguió. ¿Merecido? No. ¿Lo ha lucido con grandes actuaciones que silencien a sus críticos? Tampoco.

En la banda principal estará José Luis Camargo. Definitivamente es uno de los mejores asistentes que ha dado el arbitraje mexicano en su historia. Mundialista ya en dos ocasiones junto con su compadre Marco Rodríguez, tiene un pequeño defecto: El del silbato no es él. En muchas ocasiones, Camargo olvida que su labor es la de auxiliar al árbitro central, no dirigirlo desde su lateral. La combinación, “asistente con demasiada iniciativa-árbitro con una deficiencia para ejercer su jerarquía y autoridad”, nunca han sido buenas. Ése podría ser un foco de atención.

Carlos Ayala es garantía, y salvo un infortunado accidente, una desconcentración que no es usual o el remoto, pero posible, mal día, deberá entregar buenas cuentas desde la banda 2. Lo mismo pasa con el cuarto árbitro, Fabricio Morales, que estrena distinción de FIFA este año. Si se mantiene en su labor administrativa y no trata de llevar el espectáculo a la zona de bancas, será un espectador de lujo del partido.

La historia juega en favor de los árbitros. Los últimos cinco clásicos han sido dirigidos de manera correcta. Paul Delgadillo, Marco Rodríguez en ocasiones consecutivas, Genaro Medrano y Roberto García, han dejado que el juego se resuelva por errores y aciertos de los jugadores, no del equipo arbitral. Si acaso el más polémico ha sido Marco (¿Quién más?) en el Clausura 2009. Expulsó de manera un tanto drástica al arquero Canales de Atlas en el primer tiempo, y sancionó un tiro penal en favor de los Zorros en el minuto 90, que convirtió Marioni para el triunfo rojinegro. Sí polémico, pero lejos de ser incorrecto y determinante para el marcador final.

Las condiciones están dadas para tener un gran Clásico Tapatío. El lleno está asegurado, los equipos llegan completos (qué raro que al Cubo Torres no lo llamaran a la Sub-20) y el equipo arbitral, en teoría repito, está conformado por jueces con experiencia. Estos partidos se convierten en catapultas para algunos silbantes, esperemos que Arellano lo aproveche y termine con las dudas acerca de su capacidad para dirigir en Primera División.
TA S

miércoles, 2 de marzo de 2011

Se acabó el respeto

Les voy a contar una historia que sucedió hace muchos, muchos años. Fue en algún momento de la primera mitad de la década de los años 80. León recibía al Gudalajara en el Nou Camp de la capital cuerera. Después de una decisión del árbitro en su contra, el arquero de Chivas, Javier “Zully” Ledezma, le lanzó el balón al nazareno. El veredicto de la Comisión Disciplinaria fue implacable: Pena máxima de seis partidos en la congeladora, que en aquellos años aplicaba para una conducta de este tipo.

Va otra similar, más reciente y de la que existe mayor documentación. Fue en 1998, iniciaba el Torneo de Invierno de ese año y Pumas recibía al Guadalajara en CU. Felipe Ramos Rizo expulsa por insultarlo a Cristian Zermatten, jugador argentino de los universitarios, quien molesto le propina un cabezazo en el mentón al silbante. Otra vez, el veredicto de la Comisión Disciplinaria fue implacable: Pena máxima de un año de suspensión por agredir al árbitro.

Diciembre de 2010. Román Medina expulsa a Rubens Sambueza de Estudiantes en un juego amistoso de pretemporada. Prácticamente la misma historia que con Ramos Rizo y Zermatten, pero esta vez la sanción es de cinco juegos de castigo, que se pagaron incluso dos de ellos en otras cascaritas que organizó la UAG.  Y el último caso que sirve como introducción a la reflexión esta ocasión, fue el protagonizado por Paul Delgadillo y Osvaldo Martínez, en el Atlas vs Monterrey del sábado anterior. La sanción de tres juegos, uno por “faltar el respeto al árbitro” y dos más por “insultos con lenguaje soez”, es, por decir lo menos, ridícula.

¿En qué momento dejaron de aplicarse los reglamentos? ¿En qué momento se convirtió un balonazo intencional en una falta de respeto? ¿Cómo fue que empujar con el pecho al árbitro y amagarle un cabezazo ahora vale 5 juegos de suspensión, en lugar de 8, 10 o hasta el año que marca el reglamento por agresión?

Conforme pasan los años, el respeto por la autoridad del árbitro ha sido vilipendiada por todos los demás actores de nuestro futbol. La Comisión Disciplinaria se convirtió en el lugar donde los reglamentos de sanciones se interpretan al ritmo que marca el equipo afectado. La Comisión de Arbitraje es presidida por el hombre más noble de nuestro balompié (por lo menos eso dice todo mundo de Aarón Padilla), y al mismo tiempo más incapaz para dirigir a los árbitros.

El Consejo de Dueños gasta cientos de millones de pesos y de dólares en la selección y en mantener su minita de oro, pero no son capaces de competir en salario con las televisoras, que tienen a su servicio a las últimas grandes joyas de nuestro arbitraje, que podrían dirigir el gremio (los Brizio en Televisa, Ramos Rizo en ESPN, Alcalá en TVC). Y el que está libre, Archundia, no le cae bien al propio Padilla y en un descuido, los gringos se lo llevan a dirigir su arbitraje, ofreciéndole mucho dinero, y hartas prestaciones para su familia.

Es preocupante esta falta de interés y respeto por el desarrollo del arbitraje, pero lo más triste e indignante, es que los propios árbitros están cayendo en el juego. Una anécdota más para ejemplificar esto. Bruno Marioni, en ese tiempo en Pumas (2006), le prende tremendo pelotazo a Miguel Chacón en un partido en San Luis. El árbitro lo expulsa, pero al redactar la cédula hace un desastre, inventa causas de expulsión y al final el perjudicado fue él porque dejó de aparecer en Primera División por más de un año. La bronca es que el desastre lo escribió influido por los “consejos” de Antonio Marrufo, que buscaba evitarse una bronca con los Pumas. ¿Qué tal? Por eso no debe extrañarnos tanto, que los árbitros ya se curen en salud al escribir un informe, para que no los vayan a castigar.

Ahora resulta que a uno lo agreden y además tiene que hacer maromas para que el castigo no sea severo y se mantenga en actividad. ¿Quieres ser designado Paul? Escribe algo leve que no afecte a nadie y listo. Y saben qué, funcionó, porque todos los integrantes del equipo arbitral de ese partido repiten esta jornada en Primera División.

Es triste, se acabó el respeto para los árbitros, pero lo más grave es que ya es aceptado por ellos mismos. Han perdido la dignidad. Los jugadores saben que los pueden insultar y agredir, sin ser debidamente castigados. Sus dirigentes a los únicos que cuidan son a sus puestos y jugosos salarios, sin importarles la profesión. De los dueños y presidentes, mejor ni gastar el teclado, los árbitros son un mal necesario que hay que tener bien controlados para que siga fluyendo el negocio. Contra esa filosofía, prácticamente no hay nada que hacer. Lástima.