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lunes, 27 de febrero de 2012

Una de árbitros con pantalones

Trascendió que la semana anterior, un grupo de árbitros mexicanos con gafete FIFA, acudió a las oficinas de la Federación Mexicana de Futbol para solicitar que el castigo a Daniel Guerrero, capitán del Atlante, se incrementará de los cuatro que recibió a ocho, tras golpear con el codo a José Luis Camargo. Los asistentes fueron el propio Camargo, el árbitro de aquel juego, Roberto García, y como hombre “fuerte”, Marco Rodríguez. Así como llegaron se fueron, porque Decio de María, una vez más, los puso en su lugar, les recordó su posición en la cadena alimenticia y sofocó el intento de “rebelión” en cuestión de minutos.
Si tuvieron o no razón en solicitar la revisión del dictamen de la Comisión Disciplinaria, es otro asunto, pero lo que falló rotundamente fue la poca fuerza y credibilidad con que manejaron su querella. Este hecho me inspira a contarles un caso real del Colegio de Árbitros de Colima, del cual formé parte como silbante e instructor, allá por los años de 2006 y 2007.
La liga de mayor prestigio y trascendencia a la que prestábamos servicio, era la Primera División Amateur de la Asociación Estatal de Futbol. Era una liga razonablemente bien organizada, con un nivel de futbol alto, ya que no faltaban los exprofesionales que cobraban por jugar, los famosos mercenarios. Esta liga tenía un serio problema, que a la fecha persiste, y es la radicalización de los seguidores de los equipos. Las porras son muy violentas en la mayoría de los conjuntos, lo que significaba un riesgo alto para los silbantes, que no disponían de muchas garantías de seguridad para realizar su trabajo.
En una ocasión, en el poblado de Tonila, que aunque se ubica en el estado de Jalisco, por su cercanía participaba en la liga colimense, al árbitro Gustavo Ramírez lo amagaron con una pistola al final del encuentro. Aparentemente sus decisiones habían perjudicado al equipo local, y como era costumbre en ese lugar, la violencia se generó en torno a él.
Ese domingo en la sede del Colegio, donde nos reuníamos para entregar informes de los partidos y cobrar nuestros honorarios, el único tema de conversación era la amenaza a Gustavo en Tonila. Todos los presentes apoyamos al compañero y se decidió que había que hacer un frente común para resolver este problema en particular. El siguiente paso era definir la postura del Colegio ante el hecho y presentarla a la Liga en la próxima sesión.
Al martes siguiente, una comitiva oficial del Colegio, comandada por el Presidente, los Delegados y el árbitro en cuestión, se presentó ante la Liga para hacer su pronunciamiento. Ningún árbitro del Colegio se presentaría en el poblado de Tonila a dirigir ningún partido de ese equipo, ya fuera de la Primera Amateur o de los infantiles más pequeños, mientras el Delegado del equipo en cuestión no firmara una carta compromiso de seguridad, y comprobara que la podría llevar al cabo. La petición incluía un lugar preferencial y resguardado por policía local para el árbitro, escolta para salir del poblado y alrededor de otros ocho puntos, aunque los más relevantes eran los primeros que se describen.
Adicional a este punto, con los estatutos de la Liga como aval, se solicitó un veto de cancha extraordinario, de no menos de seis encuentros. También se utilizó a la prensa para hacer públicos los hechos sucedidos, lo que generó mayor fuerza a los reclamos de los silbantes.
Es necesario aclarar que los alrededor de 35 árbitros integrantes del Colegio apoyamos la postura de nuestros dirigentes, con el riesgo de perder el servicio de la Liga, que además de ser la más prestigiosa, obviamente era la que mayores honorarios pagaba. Para árbitros del sector aficionado, que en la mayoría de los casos sustentan sus ingresos familiares en esta actividad, era una apuesta riesgosa, pero la unión en torno al compañero y la necesidad de manifestar de manera vehemente una mejora en la seguridad personal de cada persona, pudieron más que los pesos que dejarían de ganar en esa liga.
Al final, la Liga impuso un veto de seis partidos a TODOS los equipos de Tonila, desde las infantiles hasta la estelar Primera División Amateur. Del pliego petitorio se cumplieron la mayoría de los puntos, especialmente los concernientes a la protección del árbitro en los juegos de la categoría principal, y pasado el veto, se reanudó el servicio arbitral al poblado de Tonila.
Para el Colegio fue un triunfo muy importante. La unión de todos sus integrantes, una dirigencia comprometida y una estrategia de acción inmediata, fueron las claves del éxito. En otros ámbitos de la vida cotidiana del Colegio seguía habiendo discrepancias entre los miembros, pero se demostró que en una causa justa, en beneficio de todos, luchar juntos era la mejor opción. Y lo fue.
Esto es sólo una pequeña muestra de que cuando existe una causa justa, la determinación y la unión entre las personas que lucharán por ella, es la manera más viable de conseguir el objetivo. Si en un universo de 20 personas (los árbitros y asistentes FIFA), de 60 aproximadamente (todos los árbitros de Primera División), o de 600 (la totalidad de los árbitros de futbol profesional en México), las batallas las libran individualmente o en pequeños grupos, en pro de causas que no benefician a la colectividad o utilizando estrategias erróneas, nunca se hará valer su peso u opinión. La próxima vez que un silbante mexicano se sienta desprotegido, ofendido o injustamente acusado, TODOS le tienen que entrar, o mejor no hacer nada y seguir como están.

Colofón
Me encontré a unos buenos amigos árbitros hace unos días y me dijeron que de vez en cuando escribiera de las cosas buenas que hacen en las canchas cada jornada, así sea sólo uno o dos partidos de los nueve de la semana. Créanme que lo intenté, pero no hubo ningún trabajo arbitral que mereciera una buena opinión. A ver si para la siguiente…
TA S

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