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lunes, 6 de febrero de 2012

Es tiempo de propuestas

Después de una de las semanas más complejas para el arbitraje mexicano en los últimos tiempos, con la falla monumental de Fernando Guerrero en el gol de Emmanuel Villa, y el consiguiente debate de si debería o no ser suspendido el jugador, la Jornada 5 del torneo local nos otorgó un respiro para dejar en paz a los árbitros y sus dirigentes, y reflexionar acerca de unas propuestas que podrían ayudar al desarrollo del arbitraje mexicano.
Una de las reflexiones que propongo surge de que seguí muy atentamente el debate televisivo que se transmitió por ESPN la semana anterior, con la presencia de José Antonio Garza y Ochoa y Hugo León Guajardo, como invitados de José Ramón Fernández, Carlos Albert y Felipe Ramos Rizo. El primero, árbitro reconocido internacionalmente y posteriormente Presidente de la Comisión de Arbitraje; el segundo, igualmente juez de categoría internacional y recientemente obligado al retiro por la actual dirigencia.
Como tema central se trató la autonomía que debería tener la Comisión, en lugar de la subordinación grosera hacia los clubes y la Federación, y como tema secundario, pero de gran importancia, la necesidad de agrupar a los silbantes en una asociación (autónoma también por supuesto) que vele por sus intereses y los proteja de las malas decisiones de sus directivos. Este último tema fue el motivo, según dice él mismo, que provocó el retiro de Hugo León, al ser el líder de una propuesta de agrupación referil.
La tan citada autonomía es un tema básico. Recuerdo que en mis inicios como árbitro aficionado, pertenecía al Colegio de Árbitros de Jalisco. Organización de mucho prestigio en el estado, prestaba el servicio de arbitraje a las ligas más importantes de Guadalajara y de Jalisco. Había ligas foráneas de gran nivel, así como todas las categorías de la Asociación de Futbol de Jalisco.
El asunto funcionaba de una manera muy sencilla. El Colegio ofrecía sus servicios a las diferentes ligas; las que decidían contratarlo, enviaban sus roles de juegos y esperaban a los silbantes que el Colegio designaba por medio de un pequeño Consejo que evaluaba los partidos y a los posibles árbitros. Los jueces regularmente cobraban en cancha únicamente los costos de viáticos al equipo local, mientras que la liga se encargaba de hacer llegar un cheque semanal al Colegio con los honorarios de cada partido disputado. Ningún presidente de liga o asociación tenía injerencia en las designaciones o métodos de administración e instrucción del Colegio. Incluso teníamos charlas periódicas con grandes instructores, como el Profesor Manuel Castillo, gran formador de árbitros en Jalisco desde hace más de tres décadas.
No teníamos ordenadores, ni recibíamos al presidente de la liga para que nos llamara la atención después de una mala actuación. El Presidente del Colegio era un árbitro en activo, que era elegido mediante elecciones generales, regidas por un estatuto muy claro. Si alguna liga decidía que el nivel de los árbitros no era satisfactorio, tenía la opción de cambiar a otra agrupación, siempre y cuando no hubiera un contrato de por medio que lo impidiera de manera unilateral.
La Comisión de Arbitraje como se conoce debería desaparecer. Volver a los inicios. Crear un Colegio de Árbitros Nacional, con delegaciones estatales. Es un formato similar al actual, pero totalmente separado de la Federación. Con capacidad de comercializar sus propios patrocinios; constituirse como Asociación Civil y recibir donativos con estímulos fiscales. Si ese organismo determinara utilizar un ordenador, ya sería decisión propia, peor no de los dueños de los equipos. El formato de pago de honorarios debería cambiar de igual manera. Como sucede en cualquier liga, los organizadores cobrarían una cuota a los equipos, que incluya administración y arbitraje, y entonces enviar el pago por todos los juegos al Colegio de Árbitros cada semana. Los equipos locales estarían obligados únicamente a cubrir los viáticos de los silbantes.
Y de la misma manera que se reorganizaría la Comisión, los árbitros deberían formar su asociación independiente, que velara por sus intereses, que formara parte de una comisión revisora de honorarios, que propusiera mejoras y que también hiciera sus esfuerzos por encontrar recursos y contratar profesionales que fortalecieran su instrucción integral.
Para cerrar con esta serie de propuestas, está el tema de la presidencia y la jefatura del área técnica. Estoy totalmente de acuerdo en que el presidente puede no haber sido árbitro, hay casos muy exitosos, como el de Javier Arriaga (Nacional) y el de Jorge Salles Cuervo (Jalisco). Ambos personajes no dirigieron partidos de futbol, pero conocían el medio, les apasionaba el arbitraje, y se rodeaban de las personas mejor capacitadas para hacer sus labores de manera adecuada. El brazo derecho de Salles Cuervo en Jalisco fue por muchos años Arturo Yamasaki, nada más.
Y respecto al área técnica, en ese punto hay mucho que mejorar. Ahí sí es forzoso contar con una figura del arbitraje en retiro. Y si se trata de capacitar árbitros centrales, el jefe debe ser un central; si se trata de capacitar asistentes, obvio, un asistente. Esta Comisión tuvo ambos, pero las luchas de poder, los compadrazgos, el cuidado de la dieta y las designaciones de asesorías corrompieron todo. Archundia, el árbitro con más actuaciones en Mundiales en la historia, debería ser el jefe del área técnica, acompañado por Francisco Ramírez como encargado de los asistentes. Simplemente ellos dos son las dos últimas grandes figuras que ha tenido el arbitraje mexicano, y que no han ido a los medios de comunicación porque su experiencia y conocimiento ha sido rechazada por la Comisión de Arbitraje.
Suena aparentemente sencillo lograr estos cambios, pero no hay dignidad en los árbitros ni en sus dirigentes para buscar un panorama más justo. Son unos agachones ante el yugo de Justino y Decio, que de esta manera controlan, por instrucciones de la Junta de Dueños, todo lo que sucede en la Comisión de Arbitraje. Así, no hay futuro ni esperanza.

Colofón 1
El domingo en el Súper Tazón de la NFL, hubo una jugada apretadísima que cambió el rumbo del juego. En una recepción de los Gigantes, el referee señaló pase completo. El coach de los Patriotas no estaba seguro de que fuera correcta la "llamada" y la desafió. El reglamento obligó a los jueces a revisarla en video, para mantener su decisión, o cambiarla. Al final, se mantuvo el pase completo y Patriotas tuvo que "pagar" con un tiempo fuera el desafío fallido. ¿Alguna vez habrá este tipo de justicia en el futbol?
Colofón 2
El domingo en Toluca, Mauricio Morales señaló un tiro penal contra el equipo local en el tiempo agregado. El delantero tuzo Marco Bueno enfilaba por el centro del área, solo y su alma, para encarar a Talavera; con una pequeña finta lo eludió, y cuando se disponía a disparar a puerta abierta, el portero lo golpeó con el brazo en la pierna. Penal inobjetable y tarjeta roja indiscutible, pero Morales se llevó la mano a la camisa y sacó el cartón amarillo. No he podido revisar las reglas de juego antes de escribir esto, pero no tenía conocimiento de que burlar al portero rival por el centro del área había dejado de ser oportunidad manifiesta de gol.
TA S 

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