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lunes, 30 de enero de 2012

La utopía llamada Fair Play

Hace ya más de una década, FIFA puso en la mira del mundo su concepto de Fair Play (Juego Limpio), que más allá de ser un bonito deseo, un logotipo amarillo y un himno muy emotivo, pretendía generar una revolución conceptual en la honorabilidad de los actores que componen nuestro futbol.
El esfuerzo y la idea han sido nobles. Se ha logrado ver escenas muy emotivas en los campos del mundo, especialmente en competiciones de menores de edad y selecciones femeniles, pero desafortunadamente todo se queda en una bonita idea, cuando en medio del “Juego Limpio”, hay puntos en disputa, pero especialmente cuando hay billetes verdes en juego entre equipos profesionales. El último gran ejemplo de la utopía llamada Fair Play, sucedió en nuestra liga, en el partido entre Atlante y Cruz Azul del sábado anterior.
Ya está demostrado por todos los medios posibles, que el gol que significó el empate de Cruz Azul ante los Potros fue obtenido de manera ilícita.  Incluso el anotador, Emmanuel Villa, lo ha estado confesando a todo mundo, ojo, desde que terminó el juego. Un punto clave, que aún no he decidido si me place o no, es que mucha de la crítica sobre esta jugada ha caído sobre el “tramposo” Villa, y no sobre el árbitro, Fernando Guerrero. Tal vez sea que los medios nos hemos cansado de señalar lo que sucede en la Comisión de Arbitraje, y ya ni gastar voz o líneas en repetirlo vale la pena, o que los comunicadores tenemos un tema más que abordar, y se trata de la honorabilidad de un jugador que sabe que ha cometido perjurio a su profesión y ha obtenido, de manera ilegítima, un beneficio deportivo inmerecido.
Por lo pronto, en estas líneas vamos a dejar en paz a Guerrero, Padilla y sus secuaces. Este lunes declaró el presidente de la Comisión lo mismo de siempre, y como sucede cada ocasión, ya nadie le cree una palabra.
Ejemplos de Fair Play fallidos hay muchos en la historia reciente. El último y más escandaloso, fue el que le permitió a Francia calificar al Mundial de Sudáfrica, con ese gol que fabricó Thierry Henry, después de jugar grosera y ultra deliberadamente el balón con la mano ¡DOS VECES! El clamor mundial exigía a FIFA repetir el partido; Irlanda (el equipo perjudicado) simplemente no podía creer el despojo del que había sido objeto, pero aun así, Blatter y su pandilla se negaron a repetir el juego, y su Fair Play se fue al bote de la basura.
Pero sin necesidad de ir más lejos y a partidos que significan algo mundialmente trascendente, cada fin de semana en las canchas del planeta hay simulaciones, golpes traicioneros a espaldas del árbitro, manos deliberadas, exageraciones en las “lesiones” y demás tretas que tiene el futbol. Pero hay que buscar muy profundo, para encontrar ejemplos verdaderos de Fair Play en un partido de futbol profesional.
El momento en que el concepto de Juego Limpio se me quedó grabado en la memoria, no fue cuando un jugador del equipo vencedor animaba y consolaba a sus adversarios abatidos, ni cuando un jugador del Equipo A auxiliaba por una lesión a un rival del Equipo B, sino cuando en un partido de campeonato de liga, con puntos en disputa y mucho dinero en juego, apareció la figura de Pavel Nedved en un momento crucial. El gran jugador checo, que vivió sus años de mayor fama en la Juventus de Turín del Calcio italiano, escribió una de las páginas más gloriosas del honor futbolístico de la historia. Precedido de un acto poco limpio, que fue simular una falta dentro del área, que el árbitro señaló como penal, el mediocampista de la Juve tomó el balón, lo colocó en el punto a los 11 metros de la portería rival, y a la señal del árbitro, desperdició el tiro penal lanzándolo fuera. Los detalles los tengo poco claros porque esto sucedió hace ya muchos años, pero el hecho crucial, que fue el detalle de Nedved de hacer justicia poética en el momento, quedó para siempre.
El sábado en Cancún, Emmanuel Villa pudo haber escrito su nombre en la historia del futbol mexicano y mundial, si en lugar de confesar su trampa al final del partido, lo hubiera hecho al árbitro antes de que el juego se reanudara después del gol. Pero ese concepto utópico de la FIFA, en el que supuestamente todos jugamos con limpieza, lealtad y honor, no ha pasado de ser más que una estrategia publicitaria y un buen creador de videos promocionales.
El honor y la lealtad en el futbol terminó cuando el deporte se convirtió en negocio. Hace 100 años, cometer una trampa era tan inusual, que se convertía en noticia; hoy, reconocer una trampa a tiempo es tan inusual, que cuando sucede, el protagonista de la historia se lleva un premio al Fair Play y las portadas de los periódicos. ¿Cuándo fue la última vez que sucedió algo así?
Colofón:
Por lo menos la Comisión Disciplinaria le aplicó el artículo Fair Play a Emmanuel Villa y lo suspendió un encuentro. Vaya, una buena de Sabater...
TA S

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