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martes, 30 de octubre de 2012

Las malditas manos


Una de las evoluciones más complejas que han tenido las Reglas de Juego en los últimos años, ha sido la que habla sobre la deliberación de utilizar la mano (en este caso, toda la extremidad superior) para jugar el balón de manera ilícita.

Antes, si el balón tocaba cualquier parte de la “mano” de un jugador, que no fuera el arquero en su propia área penal, se sancionaba como falta. No importaba si era sin querer queriendo, por un rebote, si caía encima del esférico, o si incluso, como hizo Roberto Baggio en Francia 1998, el balón era pateado deliberadamente hacia la mano del contrario. De hecho, a raíz de esa jugada fue que el Internacional Board inició con este proceso de modificar el criterio para sancionar la deliberación, y no el hecho en sí.

Deliberación significa, estrictamente, “consideración o reflexión sobre un asunto antes de tomar una decisión sobre él” (wordreference.com). Me hubiese gustado tomar la definición de la Real Academia de la Lengua Española, pero como publica en su sitio solamente “acción y efecto de deliberar”, nos vamos a quedar en las mismas.

Aplicado al uso de las manos en el futbol, la deliberación significa algo así como colocar la mano o el brazo en un espacio que eventualmente podría interponerse en el viaje del balón. Esto no lo convierte en intencional, que es más claro de entender. Intencional es hacerlo con el fin exclusivo de jugar el balón con la mano para obtener una ventaja; deliberado es colocar el cuerpo de una manera tal, de que la posibilidad de impedir el paso del esférico aumente. La intencionalidad se produce una vez que conocemos la trayectoria del balón, mientras que la deliberación sucede antes.

¿A qué viene toda esta diatriba de la definición de la palabra deliberación y sus implicaciones futboleras? Pues a lo que sucedió el sábado en Monterrey, en el juego entre Rayados y Santos.

Erim Ramírez, el futuro árbitro FIFA, tuvo dos jugadas muy similares en el área de Santos, una en cada tiempo. Son las típicas acciones en que el defensor hace su cobertura en el extremo para evitar un centro al área, que detiene con la mano.

En la primera, Felipe Baloy barre desesperado ante el arribo del delantero rayado; a pesar de irse deslizando en el suelo, de manera deliberada, levanta el brazo derecho para ocupar un espacio mayor que impida el paso del balón. Logra detener el viaje del esférico con el codo, pero el árbitro interpretó la jugada como lícita, haciendo la seña clara de que el balón fue a la mano sin intención ni deliberación. Espantosa X para Erim.

La segunda acción tiene algunas diferencias con la de Baloy. Primero, el defensor santista está de pie, corriendo hacia su línea de meta. Segundo, el brazo que estira es el izquierdo, y lo hace por detrás de su espalda. El resultado es el mismo. Desvía el centro con la mano, y nuevamente Ramírez avala la acción, e incluso señala hacia la otra área para dar a entender que está juzgando igual que en el primer tiempo. En ese sentido está bien que unifique sus criterios, aunque sean equivocados. Al menos, el primero de manera flagrante, y el segundo muy discutible.

Para fortuna de todos los involucrados en el juego, el marcador favoreció a Monterrey por 3 a 2, pero adentrándonos en el bizarro mundo de los hubiera, un empate del visitante, o hasta el triunfo, se hubiese convertido en un escándalo arbitral. Sólo quedó en anécdota, y en una probable banca para el silbante tapatío.

Los que hemos estado en una cancha de futbol con el silbato en la mano, y también debería ser bastante lógico para los que no, sabemos que no es lo mismo ver las jugadas a nivel de cancha, con obstáculos (otros jugadores), que verlas desde una perspectiva televisada en un ángulo descendente, o con planos que no correspondan a la ubicación de un árbitro o sus asistentes. Sirva esto en descargo del equipo arbitral, que tiene una sola toma y sin repetición.

La solución no es fácil para este tema en particular. La mejor manera de ser más acertados, es con mucha capacitación; horas y horas de video para cubrir todas las posibilidades, pero ni así se garantiza la ausencia de polémica y marcaciones incorrectas. Y con la calidad de los instructores mexicanos, menos.

Lo que sí considero es que no se debe volver a marcar todas las manos como falta, sin importar las circunstancias. De esa manera se producirían más injusticias, que con los errores arbitrales por una mala aplicación del criterio.

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