Una de las preguntas más difíciles de contestarse uno mismo,
es cuándo retirarse de su actividad preferida o primordial. Como en todo tipo
de decisión trascendente de vida, hay varias opciones. No es lo mismo retirarse
del mundo laboral que consideramos normal, que dejar una actividad deportiva, o
en este caso que vamos a tratar, del arbitraje, del que Mauricio Morales puso
punto final a su carrera dentro de las canchas.
En el caso de los árbitros de futbol, hay un momento que marca
su retiro, quieran o no; estén en condiciones físicas aptas o no; hayan sido
los mejores de la historia de su país o uno más del montón, y ese momento llega
el año en que cumplen 45. A
esa edad, FIFA les quita la elegibilidad para portar el gafete internacional, y
por lo menos en el caso de México, es el momento de ponerle fin a la carrera. Otros
países, como Inglaterra, permiten a sus silbantes mantenerse hasta que el
físico se los impida.
Son pocos los privilegiados que pueden hacer “toda la ruta”.
Aunque también existen los casos en que las circunstancias permiten a un
árbitro seguir activo en su año 45, pese a ya no estar en condiciones óptimas.
Y éste fue el caso de Mauricio Morales Ovalle.
Las bondades de una Comisión de Arbitraje que funciona de
maneras misteriosas en México, le permitió a Morales tener una muy notoria e
inmerecida “Gira del Adiós” en el Clausura 2012. Arbitró todas las jornadas
prácticamente, todos los Clásicos importantes, y pese a tener actuaciones
bastante cuestionables antes y durante de la Liguilla, se coló hasta la Final.
Para un árbitro que había tenido pocas oportunidades
importantes a escala internacional, una Final de campeonato local era el marco
perfecto para colgar el silbato en lo más alto. Merecida o no, la vitrina de un
juego por el título, en este caso el de ida, es el sueño de muchos árbitros.
Recientemente, Armando Archundia, y algunos años antes, Eduardo Brizio, dijeron
adiós en juegos grandes. Armando también tuvo su gira de despedida después de
regresar de Sudáfrica, lo hizo ya en declive de su nivel arbitral, pero no tan
notorio como el de Morales. El de Lalo Brizio ha sido tal vez el último retiro
digno del arbitraje mexicano, en el que también enrollaron la bandera por
última vez Miguel Ramos Rizo y Alfonso Alcalá.
Mauricio Morales tuvo la gran oportunidad de irse a lo
grande de la liga mexicana, pero pudo más la ambición, el temor, la nostalgia o
qué sé yo, para estirar el tiempo al máximo. Los estragos en su cuerpo de la
edad y su capacidad arbitral en franco descenso, lo obligaron a tener su último
partido oficial en un deslucido juego de fase regular, que nadie recordará, al
contrario de como hubiese sucedido con el Monterrey vs Santos del pasado
verano.
Hay ejemplos de grandes árbitros que no esperaron a cumplir
45 años para salir por la puerta grande. Edgardo Codesal se retiró tras la
Final de Italia 1990, apenas con 39 años, pues según él mismo declaró, después
de un Mundial no hay mucho más qué hacer. Incluso, el mismo Codesal pensó que
Inglaterra vs Camerún de los Cuartos de Final había sido su último partido, y
aún tengo grabado en la memoria su gesto de alegría y satisfacción, cuando
silbó el final de ese gran juego. La vida le tenía preparada una recompensa con
la Final de ese Mundial.
Horacio Elizondo, el argentino que dirigió la Final de
Alemania 2006, es otro que puede presumir un retiro espectacular, en lo más
alto del mundo arbitral global. Aún le quedaban 2 años como internacional, pero
decidió mantener la imagen del árbitro de hierro que expulsó a Zidane sin
contemplaciones y además fue el que abrió y cerró ese Mundial en tierras
germanas.
No se trata de comparar a Morales con Codesal y Elizondo,
pero sí la manera, independientemente si fue una Final de Mundial o de
campeonato nacional, en la que unos optaron por dejar el arbitraje en la
cúspide, y otro en la olvidable fecha 13 del Torneo de Apertura 2012.
Dejar el arbitraje significa un duro golpe para quien lo
recibe. Ya sea a los 45 años o a los 29; en Segunda División o como árbitro FIFA;
en una Final o en un juego de fase regular, colgar el silbato es muy difícil.
No más viajes, no más atención de todos, no más glamour ni fama. El poder se
esfuma y los reflectores se apagan.
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