Hablar de valores en cualquier ámbito de la existencia
humana, es de los más complejo. Según las definiciones más comunes de los
diccionarios, la palabra ética se refiere al estudio de la conducta humana en
un conjunto de normas morales, que determinan si algo es bueno, malo, aceptable
o no. Confuso, por supuesto; ahora agreguemos en el contexto, la aplicación de
la ética en el futbol mexicano, que es un ente tan ambiguo, que convierte este
llamado Código de Ética de la nueva Liga mX, en un verdadero rompecabezas.
Los últimos dos fines de semana han sido especialmente
enriquecedores en temas éticos, o de conducta de los actores del futbol
mexicano. Hay cuatro casos muy notorios que llaman la atención. Empezamos con
las burlas de Cuauhtémoc Blanco al árbitro Jorge Adán Tonix; seguimos con la
negativa del Club San Luis, de protestar la lesión que le provoca el
americanista Molina a César Villaluz; continuamos con unas declaraciones muy
reveladoras de Ricardo Ferreti, que asegura no hablar del arbitraje porque “lo
hicieron firmar un papel que no los iba a criticar”, y por último, por orden
cronológico, el “festejo” de Fidel Martínez apenas el domingo (Xolos),
simulando disparar con pistola a un compañero.
Cuauhtémoc Blanco mostró un lado tan oscuro, que aunque ya
casi nada debería sorprendernos de su conducta irreverente, tirando a
antisocial (recordemos el ataque a Faitelson por la espalda hace muchos años en
Veracruz), a muchos nos dejó sorprendidos. Burlarse de una condición congénita
de una persona, especialmente de un árbitro, es una bajeza de proporciones de
escándalo. Pero más escandalosa resultó la ridícula sanción de un partido de
suspensión que le impuso la Comisión Disciplinaria. ¿Qué ofende más, una
mentada de madre, o una burla acerca de una condición física? Según la
Disciplinaria, es peor una grosería con palabras, que una denigración,
exhibición y humillación pública de la persona por ser “diferente”.
Ignoro verdaderamente, pese a buscar algún motivo de peso, por
qué el San Luis no hizo válida su facultad de pedir la inhabilitación de Jesús
Molina por romperle la pierna a César Villaluz. Se entendería perfectamente si
el equipo siguiera en manos de Televisa, pero se supone que no. Aunque esto
pone a uno a pensar bastante mal. Y como sucede en estos casos, tal vez estemos
en lo correcto. Es increíble que no se persiga de oficio una lesión de esta
gravedad.
El siempre directo y locuaz “Tuca” Ferreti, nos regaló una
perla después de su partido de la Jornada 10, cuando contestó sin pelos en la
lengua a una pregunta acerca de su opinión del arbitraje: “No hablo de eso,
porque me hicieron firmar un papel”. Bendita libertad de expresión la que goza
nuestro futbol mexicano.
El último caso, tal vez hasta más grave que el de Blanco, es
lo que sucedió en Tijuana el domingo 7 con Fidel Martínez. Cuando Riascos marca
el gol de la ventaja para Xolos, festeja efusivamente en una esquina con
Alfredo Moreno. Segundos después aparece el dichoso “Neymar” ecuatoriano, quien
simula disparar con los dedos en dos ocasiones contra su compañero, que cae
fulminado. Una vez que está por terminar el festejo, Alfredo Peñaloza expulsa
al jugador, en lo que a título personal me parece una decisión correcta.
Incitar a la violencia es una falta grave, que se puede justificar en las
causas de expulsión de la regla.
Como evidentemente nadie entiende nada de la expulsión, se
arma un tremendo lío, en el que Peñaloza es “convencido” de no expulsar al
ocurrente Martínez. Esto ya es harina de otro costal, pero tengo la impresión
de que al árbitro le “recomienda” alguien de pantalón largo que se retracte,
porque tardó casi tres minutos en reanudar el juego después del gol.
En todos los casos expuestos, estoy seguro que hay elementos
para cuestionar si los hechos implican una falta o duda acerca del Código de
Ética. Permitir, por medio de sanciones absurdas, que un jugador humille a un
árbitro es una bajeza; dejar en manos de arreglos privados la justicia
deportiva en el caso de una lesión grave (Villaluz), atenta contra el juego
limpio y todo lo que significa la lealtad, y secuestrar la libertad de
expresión de un actor del futbol, mediante un compromiso firmado para no hablar
acerca de un tema, es del medioevo. Lo de Fidel Martínez aún no ha sido
determinado por la Liga y la Comisión Disciplinaria, pero no nos extrañemos que
el resultado final sea incomprensible, ambiguo, insuficiente o todas las
anteriores. (Así fue evidentemente).
El tan llevado Código de Ética impuesto por Decio de María,
ha demostrado ser, como tantas otras cosas en nuestro fútbol, un verdadero acto
de fe. Todos lo han oído nombrar, pero nadie lo conoce. Así es más fácil
aplicarlo a conveniencia, pues bien dice la sabiduría popular: Dependiendo el
sapo, la pedrada.
De salida
Lo de Fidel Martínez tiene un antecedente en México, con Marco Fabián y
Alberto Medina en Chivas. En esa ocasión sucedió prácticamente lo mismo que en
Tijuana. Chivas sancionó duramente al jugador (Fabián, que fue el que jaló del
gatillo), pero la Federación se hizo pato, para variar.
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