El tema de los referees sustitutos de la
NFL y el regreso de las “cebras titulares”, ha dado mucho de qué hablar en el
mundo del deporte. Sus implicaciones no se reducen al ámbito de la liga de
futbol americano, sino que se puede aplicar para los oficiales de otros
deportes, concretamente para nuestros árbitros del futbol mexicano.
En el receso de la temporada futbolística
mexicana, se empezó a gestar un nuevo modelo de compensación para los silbantes
mexicanos. Tendrían un salario fijo, honorarios por partido dirigido, bonos de
productividad, seguros de gastos médicos familiares y de vida. Había una
“condición”, que todos los árbitros de la máxima categoría se debían mudar a la
Ciudad de México.
Las negociaciones del lado de los nazarenos
las encabezó Marco Rodríguez; en el otro extremo de la mesa, el implacable
Decio de María. El único triunfo del gremio arbitral, fue el rechazo a la
mudanza inmediata, aunque no se descartó para el futuro. En términos de
remuneración, fue una vacilada lo que “consiguió” ChiquiMarco para sus
compañeros.
Salario de 10,000 pesos al mes;
honorarios variables por partido de entre 15 y 22,000 dependiendo de la
calificación del asesor; los bonos iguales que ya tenían antes y los seguros de
gastos médicos y de vida.
Los oficiales regulares americanos, que
están agrupados en una asociación independiente, autónoma de la NFL, se fueron
a huelga por disputas salariales y de pensión, entre las demandas más
importantes. La liga aceptó el paro y decidió jugársela con referees sustitutos
de dudosa capacidad. La presión del Comisionado Goodell (el Decio de allá) se
derrumbó el lunes 24 de septiembre en Seattle. Los “esquiroles” no servían para
nada y los regulares se llevaron todo el botín.
Con una determinación y fuerza que sólo
le da a una agrupación profesional su autonomía del poder fáctico de una liga,
los referees de la NFL negociaron un atractivo contrato de ocho años, con
aumentos graduales en sus ingresos y mejoras en su plan de pensiones. Al estilo
de un contrato de jugador caro, las “cebras” recibirán en promedio 149,000
dólares al año (1 millón 859 mil pesos al tipo de cambio de hoy), que llegarán
hasta los 205,000 en 2019 (2 millones 665 mil pesos).
El jueves de la semana anterior, leí un
twit del exárbitro internacional mexicano Jaime Herrera, que decía así: “Espero
que lo sucedido con los árbitros en la NFL sirva de ejemplo a los Árbitros de México
y se den cuenta de lo que unidos pueden hacer”. Publicó uno más resaltando la
importancia de los jueces, que hasta Barack Obama tuvo que pedir a la NFL que
lo resolviera, y remató con un lapidario “Perdón, soñar no cuesta”.
Jaime es una verdadera autoridad para
exigir DIGNIDAD a los árbitros mexicanos, ya que su renuncia al gremio hace
unos años, por desacuerdos con el trato que recibía por parte de sus
dirigentes, muestra una profunda convicción y respeto por sí mismo.
Ahora, si los ejemplos de unión y fuerza
que suceden cada día por todo el mundo demuestran lo que una organización unida
y democrática puede lograr, qué le hace falta a los silbantes mexicanos para
que exijan sus derechos. Antes que nada, se trata de un asunto de equidad y
respeto por las personas y la profesión. Después, hay que tener bases sólidas y
argumentos para defender su importancia y capacidad. Por último, se necesita
valor y determinación para pelear por una causa justa, sin importar las
consecuencias a corto plazo, ya que la recompensa suele ser exponencialmente
mayor al sacrificio.
Por desgracia, nuestros árbitros no han
sabido ganarse el derecho a exigir por su dignidad personal y profesional. En
el terreno de juego, sus actuaciones dejan mucho que desear; el amor propio y a
su profesión no lo ejercen por cuidar los centavos, en lugar de ir por los
pesos, y al igual que sucede en la cancha, les ha faltado valor para enfrentar
a sus dirigentes y poner un alto a la explotación y malos tratos.
¿Se imaginan un paro de silbantes en la
Liga mX? ¿Se imaginan a los árbitros del amateur dirigiendo en un Volcán a
reventar el Clásico Regio, o en el Jalisco un Atlas vs Chivas? ¿Qué me dicen
del juego que definiría el descenso? ¿El Clásico Nacional? ¿Cuánto tiempo
aguantarían los dueños, los aficionados y los jugadores una huelga de este
tipo?
Sucedería lo mismo que pasó en la NFL. A
pesar de los errores que cometen los silbantes oficiales cada semana, los
amateur provocarían desgracias desde el primer partido. No es lo mismo la Final
de la Liga de Jocotepec, que un partido de Primera División. No durarían dos
jornadas, y los árbitros podrían demandar mejores condiciones y sentar un
precedente.
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