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martes, 23 de abril de 2013

Se pusieron los pantalones


La Jornada 15 de la Liga mX tuvo tres “clásicos” en su programación. ¿Por qué las comillas? Porque siempre tendremos el eterno debate de si América vs Pumas califica para esta distinción, o si el pasional duelo entre Gallos y San Luis merece ser elevado a la categoría, pese a su escaso impacto fuera de sus estados. Del Clásico Tapatío, éste sí con mayúsculas, no hay ninguna duda de que junto con el del Norte, el Nacional y tal vez el de Águilas y Cementeros, sea de los muy pocos que se puedan nombrar así. Pero como lo nuestro no es esta diatriba filosófica del clásico, sino lo que hicieron los árbitros de estos tres partidos en particular, pasemos a lo que sigue.

Lo primero que hay que destacar de estos tres partidos, fueron las designaciones arbitrales. Marco Rodríguez es tal vez el único que tenga hoy los tamaños para dirigir un partido tan caliente como el de Gallos y San Luis, así que la Comisión acertó (está difícil fallar cuando no hay ninguna otra opción); la reaparición de Paul Delgadillo en el Clásico Tapatío no sonaba tampoco descabellada, ya que su nivel había sido consistente en la temporada, además de que tampoco había mucho de dónde echar mano; el nombramiento del Joven Maravilla, César Ramos, para dirigir a cremas y universitarios, parecía arriesgado, pero al final demostró con su trabajo, el mejor de la jornada, que una vez más, Mancilla (o quien se lo haya soplado) tomó una buena decisión.

Por orden cronológico, el Conde ChiquiMarco I solventó el triunfo de Gallos con una dosis de personalidad y jerarquía que sólo él puede desplegar en un campo de futbol. Se dieron de patadas hasta por debajo de la lengua, se guardó 3-4 tarjetas amarillas, pero al final salió airoso, no sin antes enfrentarse a tarjetazos con dos potosinos al final del partido, por reclamos más de impotencia que justificados. Marco es el único árbitro en México capaz de dirigir con su propio reglamento, sin que haya desgracias que lamentar. No es una virtud que se deba pregonar demasiado, ya que las reglas son unas, y sin importar el tipo de partido, se aplican como son y listo. Marco hizo su partido a conveniencia y lo logró, eso vale mucho, aunque sea criticable.

Hablando de que las reglas son unas y aplican para cualquier tipo de encuentro, por fin volvimos a tener un árbitro con pantalones y valor para defender su honor. Rafael Márquez Lugo pensó que podía burlarse de Paul Delgadillo, y perdió. Si la primera amonestación al delantero chiva era o no exagerada, en ningún momento se convierte en motivo para aplaudirle en su cara al árbitro, enfrente de 55,000 personas en la tribuna y los otros 21 jugadores en la cancha. No importa si es un Clásico, si no hay nadie en el estadio, si es el minuto 10 o el 85, la regla es clara y Paul la aplicó. Se llama respeto a sí mismo, respeto al reglamento y respeto a la lealtad del juego. Mejor díganle a Márquez Lugo que se vaya a aplaudir al teatro.

Lamentablemente para Delgadillo y la Comisión, la jugada en el área de Atlas al final del partido era penal y punto. No hay nada que discutir, Millar extiende el brazo deliberadamente y juega el balón. ¿Pero saben qué? Ni Delgadillo ni su asistente la vieron. No faltaron los vivos que salieron a decir que no la quiso marcar, que se hizo menso, que odia a Chivas y demás locuras. El error de Paul fue quedarse en el extremo más alejado de un área poblada de jugadores; debió recorrer más al centro para ampliar su ángulo de visión. Álvarez y Perales formaron una barrera que no pudo traspasar la vista biónica del silbante. Morín tampoco la pudo apreciar, ya que su perspectiva es del lado izquierdo de los jugadores, y la mano de Millar es con la derecha, el mismo jugador se sirve de escudo para cubrir su falta. Lástima, porque la labor arbitral había sido de mucha categoría.

César Ramos cerró el sábado de clásicos con una gran demostración. Es una grata sorpresa la del sinaloense, que desde hace algunas semanas cuenta con “ayuda” extra: se estrenó como papá de una nena que lo ha motivado a tener estos buenos trabajos en Liga y Copa.

La expulsión de Martín Bravo es de gente que no se tienta el corazón, que no tiene miedo, que se crece ante las oportunidades. Fue congruente todo el partido, aplicó las reglas, pero sobre todo, mantuvo un criterio elevado. Molina también se fue a bañar temprano por broncudo, en otra decisión acertada del Joven Maravilla. Hemos visto en los últimos años árbitros que despegan muy pronto y luego se caen (Guerrero y Pérez Durán, por ejemplo), ojalá que Ramos no sufra lo mismo y nos dé un árbitro de calidad por muchos años.

Hasta se siente uno raro de ver tantas buenas decisiones en un fin de semana, pero esta vez ganaron los buenos. Aunque también hubo arbitrajes horribles, como el de Roberto García en Cancún, y decisiones unitarias, como el penal de Millar, que dejan ese sabor amargo, la Jornada 15 me dejó a mí, por lo menos, un resultado favorable a los árbitros.

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