La Jornada 15 de la Liga mX tuvo tres “clásicos” en su
programación. ¿Por qué las comillas? Porque siempre tendremos el eterno debate
de si América vs Pumas califica para esta distinción, o si el pasional duelo
entre Gallos y San Luis merece ser elevado a la categoría, pese a su escaso
impacto fuera de sus estados. Del Clásico Tapatío, éste sí con mayúsculas, no
hay ninguna duda de que junto con el del Norte, el Nacional y tal vez el de
Águilas y Cementeros, sea de los muy pocos que se puedan nombrar así. Pero como
lo nuestro no es esta diatriba filosófica del clásico, sino lo que hicieron los
árbitros de estos tres partidos en particular, pasemos a lo que sigue.
Lo primero que hay que destacar de estos tres partidos,
fueron las designaciones arbitrales. Marco Rodríguez es tal vez el único que
tenga hoy los tamaños para dirigir un partido tan caliente como el de Gallos y
San Luis, así que la Comisión acertó (está difícil fallar cuando no hay ninguna
otra opción); la reaparición de Paul Delgadillo en el Clásico Tapatío no sonaba
tampoco descabellada, ya que su nivel había sido consistente en la temporada,
además de que tampoco había mucho de dónde echar mano; el nombramiento del
Joven Maravilla, César Ramos, para dirigir a cremas y universitarios, parecía
arriesgado, pero al final demostró con su trabajo, el mejor de la jornada, que
una vez más, Mancilla (o quien se lo haya soplado) tomó una buena decisión.
Por orden cronológico, el Conde ChiquiMarco I solventó el
triunfo de Gallos con una dosis de personalidad y jerarquía que sólo él puede
desplegar en un campo de futbol. Se dieron de patadas hasta por debajo de la
lengua, se guardó 3-4 tarjetas amarillas, pero al final salió airoso, no sin
antes enfrentarse a tarjetazos con dos potosinos al final del partido, por
reclamos más de impotencia que justificados. Marco es el único árbitro en
México capaz de dirigir con su propio reglamento, sin que haya desgracias que
lamentar. No es una virtud que se deba pregonar demasiado, ya que las reglas
son unas, y sin importar el tipo de partido, se aplican como son y listo. Marco
hizo su partido a conveniencia y lo logró, eso vale mucho, aunque sea
criticable.
Hablando de que las reglas son unas y aplican para cualquier
tipo de encuentro, por fin volvimos a tener un árbitro con pantalones y valor
para defender su honor. Rafael Márquez Lugo pensó que podía burlarse de Paul
Delgadillo, y perdió. Si la primera amonestación al delantero chiva era o no
exagerada, en ningún momento se convierte en motivo para aplaudirle en su cara
al árbitro, enfrente de 55,000 personas en la tribuna y los otros 21 jugadores
en la cancha. No importa si es un Clásico, si no hay nadie en el estadio, si es
el minuto 10 o el 85, la regla es clara y Paul la aplicó. Se llama respeto a sí
mismo, respeto al reglamento y respeto a la lealtad del juego. Mejor díganle a
Márquez Lugo que se vaya a aplaudir al teatro.
Lamentablemente para Delgadillo y la Comisión, la jugada en
el área de Atlas al final del partido era penal y punto. No hay nada que
discutir, Millar extiende el brazo deliberadamente y juega el balón. ¿Pero
saben qué? Ni Delgadillo ni su asistente la vieron. No faltaron los vivos que
salieron a decir que no la quiso marcar, que se hizo menso, que odia a Chivas y
demás locuras. El error de Paul fue quedarse en el extremo más alejado de un
área poblada de jugadores; debió recorrer más al centro para ampliar su ángulo
de visión. Álvarez y Perales formaron una barrera que no pudo traspasar la
vista biónica del silbante. Morín tampoco la pudo apreciar, ya que su perspectiva
es del lado izquierdo de los jugadores, y la mano de Millar es con la derecha,
el mismo jugador se sirve de escudo para cubrir su falta. Lástima, porque la
labor arbitral había sido de mucha categoría.
César Ramos cerró el sábado de clásicos con una gran
demostración. Es una grata sorpresa la del sinaloense, que desde hace algunas
semanas cuenta con “ayuda” extra: se estrenó como papá de una nena que lo ha
motivado a tener estos buenos trabajos en Liga y Copa.
La expulsión de Martín Bravo es de gente que no se tienta el
corazón, que no tiene miedo, que se crece ante las oportunidades. Fue
congruente todo el partido, aplicó las reglas, pero sobre todo, mantuvo un
criterio elevado. Molina también se fue a bañar temprano por broncudo, en otra
decisión acertada del Joven Maravilla. Hemos visto en los últimos años árbitros
que despegan muy pronto y luego se caen (Guerrero y Pérez Durán, por ejemplo),
ojalá que Ramos no sufra lo mismo y nos dé un árbitro de calidad por muchos
años.
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