Este tema lo traía ya visto desde la jornada anterior,
aunque la jugada de Mascorro y Cacho en Toluca, con el supuesto desdén al Fair
Play, le ganó la plana. Esta semana, tras ver los altibajos tan grandes del
arbitraje de Alfredo Peñaloza en el Omnilife, y una solicitud de un lector,
tomo el tema de por qué el arbitraje mexicano sigue sin mostrar mejoría
notoria.
Es un problema añejo, que no solamente tiene sus
discrepancias en diferentes partidos con jugadas similares y sanciones distintas,
sino que el mismo árbitro, dentro de un mismo juego, puede tomar decisiones muy
buenas, y luego regar el tepache horriblemente algunos minutos después.
Si el rendimiento de los árbitros lo midiéramos con curvas
de altas y bajas, parecería más una carretera sinuosa, que una apacible recta.
El trabajo de Alfredo Peñaloza en el juego entre Chivas y Morelia, nos regala
dos ejemplos muy claros de cómo un árbitro puede pasar de lo sublime a lo
ridículo.
Desde que vi la jugada del penal de Huiqui por falta sobre
Xavier Báez, en vivo, en el estadio y desde el segundo piso, publiqué en
twitter que me parecía correcta la sanción. Una vez que pude ver la repetición
televisiva, mantengo mi postura, ya que el movimiento de “banquito” de Báez, es
provocado por el empellón del defensor moreliano. Es una jugada difícil de
aceptar por los perjudicados, ya que la cómoda para los árbitros es marcar
falta ofensiva, y los equipos se han acostumbrado a que les marquen de manera
incorrecta.
Mención aparte para el escándalo de Rubén Omar Romano, que
merecidamente se ha llevado una suspensión de tres partidos por los insultos al
equipo arbitral, que recibió en primera fila el cuarto juez, Voldemort
Zanjuampa.
Un nuevo error, aunque no directamente responsabilidad de
Peñaloza, es el gol invalidado a Monarcas, que significaría el 0-2. Óscar
Martínez se lleva entre las patas al silbante, al señalar erróneamente fuera de
juego en dicha acción.
El desempeño del equipo arbitral ya había entrado en el
rango de lo polémico, aunque la jugada que lo convirtió en lamentable, fue la
expulsión en el segundo tiempo del delantero rojiblanco, Rafael Márquez Lugo.
Otra vez, en vivo, desde el segundo piso, pero esta vez con
la jugada en el área más lejana de mi ubicación, aprecié que era un invento de
Peñaloza. En este caso, no he
contaminado mi decisión con la repetición, porque no tengo ni la más mínima
duda, de que esa acción no merecía tal vez ni la tarjeta amarilla. Comentarios
de expertos arbitrales y cronistas deportivos en redes sociales, que sí
vieron la jugada en televisión, refuerzan mi postura.
Ése es el gran problema que aún veo en los árbitros
mexicanos. Son inconsistentes en sus criterios, inconsistentes en su
apreciación de las jugadas, e incluso inconsistentes en sus esfuerzos físicos
durante el partido. En momentos trotan, en otros corren despavoridos, en otros
estorban, y en otros se quedan a kilómetros de la jugada.
Hace todavía pocos años, menos de 10 puedo decir con
tristeza, el arbitraje mexicano era potencia mundial. Si Brasil, Argentina,
Holanda, España, Alemania e Italia eran los futbolistas a vencer, los silbantes
mexicanos entraban en esa misma categoría.
Hoy, después de los recurrentes triunfos de nuestros equipos
nacionales en torneos de límite de edad y Mayor, combinados con la estrepitosa
caída de los impartidotes de justicia, me viene un pensamiento a la mente. El
cambio principal de los futbolistas se ha generado en su mentalidad ganadora,
en modernización de sus esquemas de entrenamiento y en una preparación más
intensa que antes. ¿Qué ha hecho nuestra Comisión de Arbitraje? Escoger y
mantener árbitros con pocas ambiciones, conformistas, agachones; capacitados
por petardos del arbitraje que ignoran las nuevas tendencias en instrucción, y
dirigidos por un tirano que prefiere tener modelos de revista, aunque sin un
gramo de capacidad arbitral, que buenos jueces, con 500 gramos extras de
pancita.
Cuando la dirigencia arbitral, y especialmente sus árbitros,
decidan volver a su lugar de privilegio en el mundo, podremos ver nuevamente
una liga con grandes figuras del silbato. Paco Chacón y Roberto García no
pueden solos, Marco Rodríguez está en la cuerda floja, Mauricio Morales se
retira en diciembre y entre los más chavos no se ve a nadie con tamaños de
convertirse en el nuevo Bonifacio, Brizio, Ramos Rizo o Archundia.
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