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martes, 10 de mayo de 2011

Aberrante

El título de esta colaboración no expresa totalmente lo que opino acerca de lo sucedido en León, durante el juego de vuelta por las semifinales de la Liga de Ascenso (antes Primera A), en el que Tijuana dejó fuera de competencia al León.

Fue una cascada de errores, faltas de criterio y brutalidad excesiva la que se vivió en el Nou Camp de la ciudad de los cueros. Hay tantos responsables, que deberían castigar a todos los involucrados en este desdichado incidente.

Vamos a mencionarlos sin ningún orden jerárquico, pero empecemos por el árbitro, al fin que esto se trata de arbitraje. Primero, es una verdadera vergüenza que un silbante como Israel Perea se lesione en un juego de este nivel. Y no porque esté prohibido lesionarse, es parte del juego, pero su capacidad física es notable, hasta corre maratones en sus ratos libres. Tampoco tiene el pretexto de un clima extremo o un desgaste extraordinario. Veredicto: Falta de cuidado personal. No está concentrado en que es una Liguilla trascendental para su carrera, es ahora o nunca si busca un lugar en Primera División.

Pudo ser falta de descanso o mala alimentación, el asunto es que se acalambró empezando el segundo tiempo. Y tardarse cinco minutos en decidir si podía seguir o no, fue un error de juicio grave, una falta de conocimiento de la plaza y una terquedad. Óscar Villagómez estaba listo, o tal vez no, nunca lo sabremos, pero la decisión de seguir o parar la debió tomar en máximo dos minutos. Y para colmo, la terrible suerte de que al reanudar, Tijuana hiciera el segundo gol.

Acto seguido del segundo gol de Tijuana, Nacho González, defensa de León, descarga su impotencia al agredir de un pelotazo a un rival. La expulsión hizo detonar la furia de la grada. Segundo responsable: Nacho González.

La zona de guerra en que se convirtió buena parte del graderío, mostró imágenes que le enchinaban la piel al más macho. Los rostros aterrados de niños, mujeres y papás se quedarán en la mente de muchos de nosotros durante mucho tiempo. Así como la turba enardecida merece todo mi desprecio y condena, la actuación de la policía municipal no pudo ser más errónea. En un acto desesperado, y que tal vez ayudó a salvar vidas, permitieron la huida de muchos indefensos hacia el terreno de juego, pero después todos pudimos ver en la transmisión en vivo, como un policía municipal intentaba separar a un niño de no más de 10 años de su papá. Ambos se aferraban el uno al otro, mientras que un cavernícola con uniforme azul jalaba al padre con violencia. Una mujer, al parecer de Protección Civil, entró al rescate de la situación, para permitir que ambos salieran por el vestidor visitante.

Una vez que se hizo evidente que una inmensa parte de los asistentes corría peligro, la decisión inmediata era suspender definitivamente el juego, para permitir el ingreso de más personas a la cancha, donde estarían más seguros que en la tribuna. Pero una vez más, una persona con un acervo neuronal limitado (léase el Comisario de la Federación), acataba la absurda orden de no suspender el juego de inmediato, incluso lo reanudaron después de casi 20 minutos. ¿Quién estaba del otro lado del teléfono del Comisario? ¿Bonilla? ¿Decio? Quien haya sido, seguro estaba en la comodidad de su sala siguiendo todo por TVC, sin una pizca de sensatez y humanidad.

En esta situación, todos los actores involucrados deben de rendir cuentas. Un árbitro sin criterio y sensibilidad por el momento del partido; jugadores intolerantes que no saben digerir un gol en contra (González y Bonells); una de las aficiones más violentas y de mecha más corta en el país; un Comisario lambiscón y cobarde que acepta órdenes de un inepto que lo único que cuida es el negocio, además de una policía municipal escasa, mal preparada y rebasada por la violencia de la tribuna.

La Comisión Disciplinaria informó de un veto de plaza al equipo León, pero no dijo de cuánto tiempo. La sanción debería ser ejemplar en todos los sentidos. Un año podría ser una buena opción, pero si queda en dos míseros juegos ya será mucho. Ni hablar de disminución de puntos para el próximo torneo; la Disciplinaria tampoco tiene valor para poner ejemplos. Perea bien puede haber perdido toda oportunidad de ver la Primera División como juez principal, así que como siempre, el gran perdedor será el árbitro. El Comisario y quien le dio las órdenes, seguirán haciendo de las suyas. Una vez que se termine el veto, la fiel afición leonesa volverá a llenar el Nou Camp, y los inadaptados que causaron la violencia en la tribuna, volverán a conquistar la grada y mantener su imperio de anarquía y prepotencia. A menos que la Federación decida poner el ejemplo con este caso. ¿Pero saben quién es el dueño del León? Jesús Martínez. Sí, el de Pachuca. Yo creo que la FMF no hará nada, como ya es costumbre.

El futbol mexicano tiene una severa enfermedad. Está infectado por dentro, totalmente invadido de un cáncer de dinero, poder y juego sucio. Lo de León pudo haber sido la peor tragedia en la historia del futbol mexicano. Pero como nadie perdió la vida, no importa, el negocio no pierde y que la afición siga yendo al estadio bajo su propio riesgo.

Justino, Decio, Bonilla, Padilla, Sabater y demás secuaces, por favor lárguense, no son dignos de los puestos que ocupan ni de los millones que cobran sin merecer.

Colofón
El desafío descarado a las regulaciones de FIFA con la hidratación del minuto 25 parece un juego de niños ya en comparación con todo lo demás.

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