Tenía mucho tiempo sin
escuchar una frase así de contundente, tan llena de autocrítica, pero también
de determinación. Esto es lo que sienten los árbitros profesionales mexicanos,
así se refieren a sí mismos, lo cual me llena de un gran orgullo. Así, como
cuando crecen los hijos, para los que tienen esa dicha. Pero no se me
alboroten, no estoy diciendo que los del silbato sean mis hijos, pero sí son
casi familia y se siente una gran satisfacción que actúen como personas decentes
y dignas.
Que Mancilla es un
tirano, ignorante del arbitraje, déspota, etcétera, no es noticia nueva. Que
Carlitos González y Francisco Ramírez están más ocupados peleando entre ellos,
que trabajando en la capacitación de los árbitros, lo sabemos desde 1969. El
nuevo villano, que tomó el lugar de otro nefasto (Gonzalo González) como
responsable de los silbantes de Liga de Ascenso, Mauricio Morales, es la
“sorpresa” de esta novela. Lo que no es sorpresa, es que Morales tenga
atravesados a todos sus subordinados. Es un tipo de muy baja calidad moral,
carente de numerosas virtudes personales y que ha construido su pequeño
feudalismo en la dimensión desconocidad de la Liga de Ascenso.
Detonantes de esta
crisis hay varios; muchos ya los han leído en las redes sociales o navegando
por sus sitios informativos preferidos, así que vamos a lo verdaderamente
importante: Los árbitros profesionales de México están cansados del manoseo, de
las faltas de respeto, de las imposiciones, de los gastos obligatorios, de las
mudanzas ridículas. Se acordaron que tienen huevos y están dispuestos a
demostrarlo (bien clarito escribí demostrarlo, no mostrarlos).
Si estás leyendo esta
columna, es porque considero que, de una u otra manera, los árbitros van
ganando en este trance. La cabeza de
Mauricio Morales es el primer punto del pliego petitorio; la mudanza a Toluca
le sigue de cerca; salario fijo para los árbitros de Ascenso y viáticos dignos
va en el grupo puntero, mientras que el resto de las cabezas de Mancilla, González,
Ramírez, y hasta de Óscar Trejo, completan la lista.
Se menciona que los
árbitros piden respeto, trato digno, mejores condiciones, tranquilidad laboral
y otros “intangibles”, pero no piensan dar su brazo a torcer a menos que haya
acciones que respalden las promesas que les puedan hacer Compeán y de María. En
pocas palabras, si no corre la sangre de uno o varios tiranos, o se firmen
documentos incorruptibles que supongan un triunfo de los silbantes, estaremos
en la víspera del mayor triunfo “sindical” del deporte profesional en nuestro
país, porque van a parar la Liga.