Cuando los más jóvenes de la jungla futbolera creíamos que
no habría un Mundial peor arbitrado que el de Corea-Japón 2002, nos llevamos la
ingrata sorpresa de que Brasil 2014 se ha convertido en la mayor vergüenza para
el gremio desde que tengo memoria (les puedo contar con algo de nostalgia, que
tengo bien presentes los Mundiales de 1990 a la fecha).
Las críticas al arbitraje de este Mundial se han centrado en
jugadas específicas, la mayoría de apreciación, pero este asunto va un mucho
más allá de penales mal señalados y fueras de juego equivocados que han
arrebatado o concedido goles de manera incorrecta.
El arbitraje en Brasil ha sufrido una modificación drástica,
responsabilidad absoluta de una sola persona, que ha tirado por la borda una
carrera dentro de la cancha que fue ejemplar y exitosa. Massimo Busacca, suizo
de nacimiento con nombre italiano, Director del Arbitraje de FIFA, ha logrado
en menos de un año, modificar tantos conceptos de las reglas de juego, que
contrastan con las eternas deliberaciones de los miembros del International
Board, los ÚNICOS autorizados para hacer modificaciones al reglamento. El
Mundial Sub17 de noviembre pasado fue una muestra de lo que venía, y no lo
vimos (saludos a mi buen amigo colombiano del que robé esta frase).
Les pido que nuevamente nos olvidemos del penal de
Nishimura, de los fuera de juego de Clavijo o del otro penal de Proenca. Las
jugadas de apreciación seguirán produciendo errores y críticas, es inherente al
futbol y debemos aceptarlo. Lo que no es posible aceptar, es que conceptos tan
universales como la neutralidad, sean cosa de burla; que el juego brusco ha
desaparecido del criterio arbitral, dando paso a la brutalidad como motivo de
amonestación, y que otros lineamientos tan sencillos como el uso de
espinilleras, sean pasados por alto sin ningún problema (¿verdad, Thomas
Müller?). Pero una de las nuevas ideas del tirano Busacca, la permisividad a
las simulaciones, nos tiene a todos con los pelos de punta.
Le puedo dar un premio al que me diga cuántos jugadores han
sido amonestados por fingir una falta. Según mis cuentas, sin haber visto todos
los partidos y confiando en lo que leo y me acuerdo, no ha habido NINGUNA. Los
jugadores han tomado el terreno de juego como balneario. Los malditos hubieras
aparecen nuevamente, y si Robben hubiera visto la amarilla cuando se tiró en
una barrida de Layún, tal vez no lo hubiese intentado otra vez. No lo sabremos
nunca, pero el error no fue del árbitro portugués, fue de su senséi suizo, que
les ha prohibido literalmente castigar a los piscineros.
El tema de árbitros europeos dirigiendo partidos con equipos
de la UEFA contra otras confederaciones es terrorífico. Hay 25 equipos
arbitrales en Brasil, me parece que son ocho los europeos, así que me pregunto
si no hay suficientes silbantes para estos juegos. Pero creo que la pregunta
sería más en torno si a Busacca le enseñaron geografía en la escuela, y más
importante, civismo y neutralidad.
En el partido entre Francia y Nigeria, un galo le rompió la
pierna en tres pedazos a un africano. Fue castigado severamente con una tarjeta
amarilla. ¿Y qué dijo FIFA? Que el árbitro ya había decidido, que no podían
actuar de oficio. Si Busacca es el autor intelectual de estas atrocidades,
Blatter y su pandilla son los patrocinadores de la barbarie. El árbitro es simplemente
un sicario al servicio del capo suizo.
El arbitraje mundial está de luto. Han hecho de las reglas
básicas del juego una tierra sin ley. El nuevo terrorista del silbato tiene
nombre y apellido: Massimo Busacca.
Colofón: Perdón Mancilla, estás a años luz de este tirano, y
éste sí fue árbitro.
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