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martes, 28 de mayo de 2013

Gran final, gran arbitraje

Sí, ha sido la final del futbol mexicano más intensa, emocionante y espectacular de las últimas dos décadas por lo menos. Desde los 80`s, con Chivas vs Puebla (83), Chivas vs América (84), América vs Tampico (85) y la anterior edición del América vs Cruz Azul (89), no habíamos tenido un partido definitivo que tuviera a los espectadores y aficionados en el estadio al borde del asiento. Un elemento esencial para que sucediera lo que sucedió el domingo en el Azteca, fue Paul Delgadillo. Para un gran juego, un gran árbitro.
La jugada que marcó el rumbo del partido, la que lo llevó al alarido y al desenlace en los últimos segundos, fue la expulsión de Molina al cumplirse 17 minutos de juego. Antes de analizar a conciencia la decisión de Delgadillo, tengo que comentar a título personal, que si América juega con 11 todo el encuentro, lo gana de calle en los 90 minutos.
Ahora sí, la expulsión a detalle. Cuando Pablo Barrera elude a Diego Reyes, tenía vía libre al área con el balón controlado para enfrentar a Muñoz. La pelota no estaba tomando curso hacia una banda, y aunque se aprecia que Mosquera podía hacer la cobertura, lo separaban aproximadamente 5-6 metros de Barrera, en diagonal y un paso atrás del delantero, lo que haría prácticamente imposible que pudiera llegar a tiempo antes del disparo o el regate al portero.
El tacle de Molina es de desesperación. Se asegura por todos los medios de detener al delantero azul, con jalón de hombro y zancadilla incluida. En la única repetición que vimos después de la jugada, se aprecia a Delgadillo justo atrás de la acción, con una perspectiva perfecta de la trayectoria del balón y la posición de los jugadores, tanto defensivos como ofensivos. No hay que olvidar que “Chaco” Giménez cerraba por izquierda y sólo quedaba un defensor habilitado para cubrir a Barrera o a “Chaco”. El juez no duda y se lleva la mano al pantalón para mostrar la tarjeta roja. En mi opinión, y la del criterio general del motivo para expulsar por malograr una oportunidad manifiesta de gol, la distancia alejada de la portería no es factor para excluir la expulsión, mucho menos el minuto ni la instancia que se jugaba.
Lo que siguió en la narración por televisión, fue una descarada y malinformada crítica al árbitro. Lamentable demostración de parcialidad y desconocimiento de la labor arbitral. Incluso en las ocasiones que un error arbitral es flagrante y grosero, no se vale tildar de “loco” al juez porque “perjudicó” al equipo de casa. Si no saben, mejor que no opinen, o que pongan al aire a los que saben para que den una opinión que tenga valor.
Lo que siguió en el trabajo de Delgadillo y su equipo, fue una demostración de concentración y criterio de alto nivel. Amonestaciones, sí muchas, que dieron rumbo a un juego que se disputó con una gran dosis de valor, especialmente del América.
El prietito en el arroz es la jugada del primer gol de los amarillos, en la que “Maza” Rodríguez hace una pantalla basquetbolera a Gerardo Flores, que no alcanza a incomodar el remate de Mosquera. Ojo, escribo incomodar porque no alcanzaba el defensor azul a ganarle el balón al colombiano, lo que podría haber sido una de las consideraciones de Delgadillo para desestimar la falta, aunque estrictamente es irrelevante esto, ya que una falta es falta sin importar si el jugador arrollado o bloqueado alcanza a jugar el balón o no.
Durante los tiempos extras, a pesar del cansancio evidente, especialmente el mental, Delgadillo se mantiene fuera de problemas, tal vez sí dejando de señalar algunas acciones que parecían faltas, pero los alargues así se dirigen. Para el bien de todos, en esos momentos en que las piernas ya no responden y lo que mantiene en pie a los futbolistas es el corazón y el amor propio, cualquier decisión arbitral, por pequeña que sea, puede definir el rumbo del juego. No es lo ideal, las reglas son las mismas en el minuto 1 y en el 119, pero aquí es donde entra la experiencia y el manejo para salir del escaparate.
La final entre América y Cruz Azul pasará a la historia por su espectacularidad, por el marco impactante del Azteca a reventar y por una labor arbitral de alto nivel, con una jugada de ésas que levantan ámpula, pero que vista ya de manera fría, con reglamento y criterio en mano, es de tanto valor como el gol de Muñoz o el penal decisivo de Layún. Broche de oro a una Liguilla extraordinariamente bien arbitrada.

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