Sí, ha sido la final del futbol mexicano más intensa,
emocionante y espectacular de las últimas dos décadas por lo menos. Desde los
80`s, con Chivas vs Puebla (83), Chivas vs América (84), América vs Tampico
(85) y la anterior edición del América vs Cruz Azul (89), no habíamos tenido un
partido definitivo que tuviera a los espectadores y aficionados en el estadio
al borde del asiento. Un elemento esencial para que sucediera lo que sucedió el
domingo en el Azteca, fue Paul Delgadillo. Para un gran juego, un gran árbitro.
La jugada que marcó el rumbo del partido, la que lo llevó al
alarido y al desenlace en los últimos segundos, fue la expulsión de Molina al
cumplirse 17 minutos de juego. Antes de analizar a conciencia la decisión de
Delgadillo, tengo que comentar a título personal, que si América juega con 11
todo el encuentro, lo gana de calle en los 90 minutos.
Ahora sí, la expulsión a detalle. Cuando Pablo Barrera elude
a Diego Reyes, tenía vía libre al área con el balón controlado para enfrentar a
Muñoz. La pelota no estaba tomando curso hacia una banda, y aunque se aprecia
que Mosquera podía hacer la cobertura, lo separaban aproximadamente 5-6 metros
de Barrera, en diagonal y un paso atrás del delantero, lo que haría
prácticamente imposible que pudiera llegar a tiempo antes del disparo o el
regate al portero.
El tacle de Molina es de desesperación. Se asegura por todos
los medios de detener al delantero azul, con jalón de hombro y zancadilla
incluida. En la única repetición que vimos después de la jugada, se aprecia a
Delgadillo justo atrás de la acción, con una perspectiva perfecta de la
trayectoria del balón y la posición de los jugadores, tanto defensivos como
ofensivos. No hay que olvidar que “Chaco” Giménez cerraba por izquierda y sólo
quedaba un defensor habilitado para cubrir a Barrera o a “Chaco”. El juez no
duda y se lleva la mano al pantalón para mostrar la tarjeta roja. En mi
opinión, y la del criterio general del motivo para expulsar por malograr una
oportunidad manifiesta de gol, la distancia alejada de la portería no es factor
para excluir la expulsión, mucho menos el minuto ni la instancia que se jugaba.
Lo que siguió en la narración por televisión, fue una
descarada y malinformada crítica al árbitro. Lamentable demostración de
parcialidad y desconocimiento de la labor arbitral. Incluso en las ocasiones
que un error arbitral es flagrante y grosero, no se vale tildar de “loco” al
juez porque “perjudicó” al equipo de casa. Si no saben, mejor que no opinen, o
que pongan al aire a los que saben para que den una opinión que tenga valor.
Lo que siguió en el trabajo de Delgadillo y su equipo, fue
una demostración de concentración y criterio de alto nivel. Amonestaciones, sí
muchas, que dieron rumbo a un juego que se disputó con una gran dosis de valor,
especialmente del América.
El prietito en el arroz es la jugada del primer gol de los
amarillos, en la que “Maza” Rodríguez hace una pantalla basquetbolera a Gerardo
Flores, que no alcanza a incomodar el remate de Mosquera. Ojo, escribo
incomodar porque no alcanzaba el defensor azul a ganarle el balón al
colombiano, lo que podría haber sido una de las consideraciones de Delgadillo
para desestimar la falta, aunque estrictamente es irrelevante esto, ya que una
falta es falta sin importar si el jugador arrollado o bloqueado alcanza a jugar
el balón o no.
Durante los tiempos extras, a pesar del cansancio evidente,
especialmente el mental, Delgadillo se mantiene fuera de problemas, tal vez sí
dejando de señalar algunas acciones que parecían faltas, pero los alargues así
se dirigen. Para el bien de todos, en esos momentos en que las piernas ya no
responden y lo que mantiene en pie a los futbolistas es el corazón y el amor
propio, cualquier decisión arbitral, por pequeña que sea, puede definir el
rumbo del juego. No es lo ideal, las reglas son las mismas en el minuto 1 y en
el 119, pero aquí es donde entra la experiencia y el manejo para salir del
escaparate.
La final entre América y Cruz Azul pasará a la
historia por su espectacularidad, por el marco impactante del Azteca a reventar
y por una labor arbitral de alto nivel, con una jugada de ésas que levantan
ámpula, pero que vista ya de manera fría, con reglamento y criterio en mano, es
de tanto valor como el gol de Muñoz o el penal decisivo de Layún. Broche de oro
a una Liguilla extraordinariamente bien arbitrada.
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