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martes, 22 de enero de 2013

Puñaladas por la espalda


Bien dicen que a los amigos hay que tenerlos cerca, pero a los enemigos todavía más; se supone que es más fácil defenderse, pero en la Comisión de Arbitraje, en concreto los árbitros, tienen a su peor enemigo en un supuesto aliado de la Federación. ¿Sí adivinaron? Pues claro, es la Comisión Disciplinaria.

Y sigue la mata dando con los secuaces de Eugenio Rivas. La eterna discusión, con argumentos abrumadoramente válidos, en contra de sus intervenciones para hacer justicia de escritorio, seguirá como el conejito, hasta que se les acabe la pila eterna que los impulsa a revocar decisiones de los árbitros, tomadas durante los partidos.

En esta ocasión fue el turno de Jorge Rojas y Francisco Chacón, de pasar al banquillo de los acusados. Independientemente de que las decisiones que tomaron en sus respectivos juegos hayan sido correctas, apenas reglamentariamente fundamentadas o errores notorios, la Disciplinaria no tiene el derecho de juzgar jugadas de apreciación, a menos de que la evidencia sea indiscutible, sin lugar a ninguna duda razonable. Y ni en Pachucha ni en Guadalajara sucedió lo anterior.

El sábado, en el encuentro entre Tuzos y Gallos, Jorge Rojas determina expulsar al defensa local Paulo da Silva, por una entrada muy fuerte sobre Antonio Gallardo. La fuerza que utiliza el jugador paraguayo para disputar el balón es desmedida, y constituye una acción que se puede castigar con tarjeta roja si el árbitro así lo estima. Si se tardó Rojas, si le avisaron, si se confundió o el pretexto que quieran, el caso es que al final expulsó al infractor por juego brusco grave. Las repeticiones televisivas no ofrecen un plano en donde, de manera indiscutible, se compruebe que no existe falta sancionable en la acción.

Lo que sí se puede apreciar sin ninguna duda, es que la jugada sucede justo sobre la línea del área penal, lo que significa una pena máxima en favor de equipo que recibe la falta. ¿Por qué no ordenan que se ejecute el penal, si se dieron cuenta que el árbitro se equivocó? Ya sé la respuesta, no es lo mismo, ni está reglamentado, pero creo que es muy buen ejemplo para demostrar lo absurdo que es decidir en lugar del árbitro, desde la comodidad de su sala de juntas.

El domingo, Nicolás Bertolo de Cruz Azul, hizo todo lo humanamente posible para que Paco Chacón lo expulsara al reclamar una jugada de manera excesiva y grosera, aunque sólo se llevó una amonestación. Minutos más tarde, en una jugada brava dentro del área, Bertolo cae tras disputar el balón con Ponce. La pirueta que se tira en el aire para caer fulminado, de primera intención, sí parecía simulación. Una vez que aparecen las repeticiones, además de la maniobra circense del argentino, se aprecia un pisotón muy fuerte sobre el tobillo del rojiblanco.

Como es costumbre mía al ver futbol, trato de fijar mi atención en detalles que me permitan formar mi criterio respecto a una acción, pero nunca vi que Chacón reanudara con el brazo en alto, para señalar tiro libre indirecto (así se reanuda tras una simulación). Por lo menos el de este teclado, se queda con la duda razonable del motivo de la segunda amonestación.

El escueto comunicado de la Comisión Disciplinaria no explica nada. Simplemente dice que fue una decisión manifiestamente errónea de los árbitros y deben anularse los castigos de los jugadores.

En la Final de la Conferencia Nacional del domingo en la NFL, sucede una jugada aparentemente muy clara de un pase incompleto de los Halcones de Atlanta, marcada como completo por los oficiales, que es desafiada por el entrenador de San Francisco. Todos pensábamos que se anularía el pase completo al revisarse la repetición, pero como dice el reglamento, si no existe una evidencia incuestionable que desmienta la decisión primaria, no hay cambio en la “llamada”. Y no lo hubo, ya que los oficiales no pudieron estar 100 por ciento seguros del error en el juicio inicial. Así es como debe de funcionar, especialmente si disponen de días enteros para emitir sus resoluciones, y no sólo de algunos minutos por tener un juego en curso.

Nuevamente son los árbitros apuñalados por la espalda por sus compañeros de la Disciplinaria. Con estas ridículas sanciones de escritorio, lo único que provocan es que a los silbantes no se les respete, ni a ellos mismos en la Comisión, por su desfachatez para hacer y deshacer a su antojo, las sagradas letras de un informe arbitral.

Ni Julia Roberts sentía tanto pavor en Durmiendo con el enemigo, como el que experimentan los del silbato con Rivas y su Pandilla.

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