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martes, 8 de enero de 2013

El Fair Play del Comunicador


En estas semanas de ausencia de sus pantallas, tuve la oportunidad de terminar la lectura de un libro muy revelador acerca de algunos manejos muy “cuestionables” de la FIFA, la creadora del Fair Play, que deja mucho que desear en sus prácticas al respecto. Con esta nueva información fresca en la memoria, hubo algunos comentarios que escuché en las transmisiones televisivas del inicio del futbol mexicano, que me llevaron a la reflexión de si en el ámbito de la comunicación también practicamos el Juego Limpio. Mi percepción general es que algunos no lo hacemos de la mejor manera.

La labor de un cronista deportivo no es la de cuestionar los señalamientos del árbitro que se hacen en contra del equipo local, el que transmiten; tampoco se trata de alabar de manera burda a una nueva contratación, y casualmente obviar la crítica a este mismo jugador cuando se ve involucrado en la jugada que termina en gol del equipo contrario.

El manejo del contenido de un medio de comunicación, que está directamente ligado a la comercialización de algún producto, en este caso la transmisión de uno o varios equipos de futbol profesional, es muy complejo. Se debe trazar una línea muy clara entre la información imparcial que se transmite del producto, y los intereses comerciales que vinculan al medio con la entidad deportiva.

La promoción de las transmisiones de un determinado equipo se debe realizar en los formatos y momentos comerciales de un medio, pero nunca durante la transmisión misma de un encuentro. Magnificar las virtudes de un equipo o partido durante un promocional previo, es válido y necesario. Más audiencia significa mejores precios que pagarán los patrocinadores, pero una vez comenzado el partido, el espectador merece un respeto de parte de los cronistas y comentaristas. Es lastimoso escuchar que el narrador se queje amargamente de una falta señalada por el árbitro en contra del equipo que se transmite.

Ya más entrados en temas de arbitraje, la proliferación de colegas exárbitros que comentamos la labor de los silbantes, ha provocado que los del silbato se encuentren bajo un escrutinio feroz, muchas veces criticado sin cuartel, pero de igual manera protegido sin muchos fundamentos.

Antes de tirar la primera piedra, me apedreo solo. He de confesar que, como cualquier opinador, tengo mis gustos y preferidos, así como tengo mis blancos predilectos de las críticas más mordaces. Confieso que soy fan de Paco Chacón y de los árbitros de Jalisco. Pero esa tendencia por buscarles más virtudes que defectos, no me ha impedido dedicarles columnas enteras para criticar sus trabajos. Por lo menos eso pienso, y en el historial de estas publicaciones de más de un año a la fecha se pueden encontrar algunos ejemplos.

Durante el partido de este fin de semana entre América y Monterrey, Ricardo Arellano fue objeto de críticas muy severas por la marcación de dos penales, uno por bando, y por el supuesto fuera de juego que invalidaría el primer gol del América. Tuve la fortuna de apreciar una repetición televisiva desde un ángulo que permitía ver el abrazo de Mosqueda a Basanta, así como el vértice de la cancha desde donde se cobra el saque de esquina. Antes de completarse la tacleada del defensor americanista sobre el rayado, el balón es puesto en juego. Con esta toma, que nunca más fue repetida (ignoro si deliberadamente o por simple omisión), me atrevo a decir que la marcación del primer penal es correcta.

Desafortunadamente, parece que el resto de los comentaristas, tanto los expertos arbitrales como los “normales”, no vieron la repetición que menciono y le dieron hasta por debajo de la lengua a Arellano.

Cuando tenemos a disposición una infinidad de repeticiones para emitir un juicio, con amplia ventaja sobre el árbitro que no dispone de ellas, debemos ser muy escrupulosos con nuestros comentarios. Hay ocasiones que una toma televisiva desnuda una mala marcación arbitral, pero hasta en esos casos hay que determinar si el ángulo del que disponemos para ver la jugada, coincide con el del silbante, o incluso si es posible que alguno de los cuatro jueces tendría posibilidad de verlo desde esa misma perspectiva. No se trata de defender, pero sí de ser justos con las herramientas de que disponemos para analizar y las que tiene el árbitro para decidir.

La oportunidad que nos ha dado nuestra formación profesional, más la oportunidad que nos han dado los medios de comunicación que utilizan nuestros “servicios”, nos obliga a practicar una ética informativa de altura. La palabra, escrita o hablada, es un arma muy poderosa que debe ser aplicada con mesura, fundamentos y pruebas.

Es mi propósito de nuevo año, observar las prácticas más estrictas de imparcialidad, buscar la prueba más contundente que soporte mis palabras y fundamentar con argumentos sólidos al emitir una opinión. Me comprometo a practicar el Fair Play de la Comunicación, sin favoritismos exacerbados, ya sea para criticar o para alabar.

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