En estas semanas de ausencia de sus pantallas, tuve la
oportunidad de terminar la lectura de un libro muy revelador acerca de algunos
manejos muy “cuestionables” de la FIFA, la creadora del Fair Play, que deja
mucho que desear en sus prácticas al respecto. Con esta nueva información
fresca en la memoria, hubo algunos comentarios que escuché en las transmisiones
televisivas del inicio del futbol mexicano, que me llevaron a la reflexión de
si en el ámbito de la comunicación también practicamos el Juego Limpio. Mi
percepción general es que algunos no lo hacemos de la mejor manera.
La labor de un cronista deportivo no es la de cuestionar los
señalamientos del árbitro que se hacen en contra del equipo local, el que
transmiten; tampoco se trata de alabar de manera burda a una nueva
contratación, y casualmente obviar la crítica a este mismo jugador cuando se ve
involucrado en la jugada que termina en gol del equipo contrario.
El manejo del contenido de un medio de comunicación, que
está directamente ligado a la comercialización de algún producto, en este caso
la transmisión de uno o varios equipos de futbol profesional, es muy complejo.
Se debe trazar una línea muy clara entre la información imparcial que se
transmite del producto, y los intereses comerciales que vinculan al medio con
la entidad deportiva.
La promoción de las transmisiones de un determinado equipo
se debe realizar en los formatos y momentos comerciales de un medio, pero nunca
durante la transmisión misma de un encuentro. Magnificar las virtudes de un
equipo o partido durante un promocional previo, es válido y necesario. Más
audiencia significa mejores precios que pagarán los patrocinadores, pero una
vez comenzado el partido, el espectador merece un respeto de parte de los
cronistas y comentaristas. Es lastimoso escuchar que el narrador se queje
amargamente de una falta señalada por el árbitro en contra del equipo que se
transmite.
Ya más entrados en temas de arbitraje, la proliferación de
colegas exárbitros que comentamos la labor de los silbantes, ha provocado que
los del silbato se encuentren bajo un escrutinio feroz, muchas veces criticado
sin cuartel, pero de igual manera protegido sin muchos fundamentos.
Antes de tirar la primera piedra, me apedreo solo. He de
confesar que, como cualquier opinador, tengo mis gustos y preferidos, así como
tengo mis blancos predilectos de las críticas más mordaces. Confieso que soy
fan de Paco Chacón y de los árbitros de Jalisco. Pero esa tendencia por buscarles
más virtudes que defectos, no me ha impedido dedicarles columnas enteras para
criticar sus trabajos. Por lo menos eso pienso, y en el historial de estas
publicaciones de más de un año a la fecha se pueden encontrar algunos ejemplos.
Durante el partido de este fin de semana entre América y
Monterrey, Ricardo Arellano fue objeto de críticas muy severas por la marcación
de dos penales, uno por bando, y por el supuesto fuera de juego que invalidaría
el primer gol del América. Tuve la fortuna de apreciar una repetición
televisiva desde un ángulo que permitía ver el abrazo de Mosqueda a Basanta,
así como el vértice de la cancha desde donde se cobra el saque de esquina.
Antes de completarse la tacleada del defensor americanista sobre el rayado, el
balón es puesto en juego. Con esta toma, que nunca más fue repetida (ignoro si
deliberadamente o por simple omisión), me atrevo a decir que la marcación del
primer penal es correcta.
Desafortunadamente, parece que el resto de los
comentaristas, tanto los expertos arbitrales como los “normales”, no vieron la
repetición que menciono y le dieron hasta por debajo de la lengua a Arellano.
Cuando tenemos a disposición una infinidad de repeticiones
para emitir un juicio, con amplia ventaja sobre el árbitro que no dispone de
ellas, debemos ser muy escrupulosos con nuestros comentarios. Hay ocasiones que
una toma televisiva desnuda una mala marcación arbitral, pero hasta en esos
casos hay que determinar si el ángulo del que disponemos para ver la jugada,
coincide con el del silbante, o incluso si es posible que alguno de los cuatro
jueces tendría posibilidad de verlo desde esa misma perspectiva. No se trata de
defender, pero sí de ser justos con las herramientas de que disponemos para
analizar y las que tiene el árbitro para decidir.
La oportunidad que nos ha dado nuestra formación
profesional, más la oportunidad que nos han dado los medios de comunicación que
utilizan nuestros “servicios”, nos obliga a practicar una ética informativa de
altura. La palabra, escrita o hablada, es un arma muy poderosa que debe ser aplicada
con mesura, fundamentos y pruebas.
Es mi propósito de nuevo año, observar las prácticas más
estrictas de imparcialidad, buscar la prueba más contundente que soporte mis
palabras y fundamentar con argumentos sólidos al emitir una opinión. Me
comprometo a practicar el Fair Play de la Comunicación, sin favoritismos
exacerbados, ya sea para criticar o para alabar.
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