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martes, 25 de septiembre de 2012

La multiplicación de los petardos


Se jugó una jornada más de nuestro querido futbol mexicano con los mismos horrores arbitrales de siempre. Penales que no son y se marcan, otros que le pasan de noche a los del silbato, patadones que se quedan en amarilla y toda esa serie de linduras que suceden, hacen que cada vez sea más difícil encontrar algo nuevo que relatar. Por fortuna, esa rutina que parecía ociosa de ir cada quince días al estadio 3 de marzo a ver a los Estudiantes Tecos en Liga de Ascenso, ha rendido frutos esta ocasión. Pude ver en vivo y a todo color, al próximo Gasso del futbol mexicano, el poblano Baruch Absalón Castellanos.

Como a nadie parece importarle esta división, la mayoría de las personas estamos ajenos a lo que sucede en sus canchas, especialmente lo que tiene que ver son sus árbitros. Como es normal, los hay buenos, malos, regulares, experimentados y novatos. Absalón cumple con dos características, es de los más malos, si no es que el peor, y de los más longevos en la categoría, con cinco años deambulando por estas canchas.

La demostración del pasado viernes en Zapopan fue patética. Hay dos jugadas claves que marcan en gran medida el desarrollo del juego. Al minuto 24, cuando Tecos y Rayos se encontraban empatados a un gol, viene un remate de cabeza de Lillingston, que un defensor hidrocálido detiene flagrantemente con la mano. Todos lo vimos, menos claro, Baruch Absalón. Lo “mejor” de todo, es que estaba perfectamente bien colocado para apreciar la acción y simplemente no marcó el penal clarísimo.

Antes de cumplirse el minuto 55, hay una nueva jugada en la misma área, ahora defendida por los zapopanos, en la que Diego Jiménez sujeta de la camisa a Santoya de manera inobjetable. Otra vez Baruch estaba en buena posición, pero nuevamente decidió tragarse el silbato. Parecía una nueva edición de la absurda ley de la compensación, pero su asistente, Pablo Hernández, tal vez cansado de ver tantas fallas de su compañero, decidió tomar la iniciativa y señalar el claro penal.

Al final del juego, esa jugada marcó la diferencia. Si bien existió justicia deportiva tras la intervención del asistente, la actuación del central dejó mucho que desear. No es lo mismo remontar en el primer tiempo un gol tempranero de la visita, que jugar los 35 minutos finales en desventaja, contra un esquema defensivo y marrullero, como el que armó Jaime Ordiales tras anotar el gol de la ventaja, que contó con la valiosa ayuda de Baruch, que permitió a los Rayos todo tipo de ardides para consumir el tiempo de manera grosera. Una tarjeta amarilla al minuto 60-65 por retardar la reanudación del juego, hubiera tenido mucho más sentido y peso, que las dos que otorgó en los minutos 91 y 93. Es sentido común, ése que los árbitros no recibieron en la repartición de habilidades al nacer.

Este tipo de errores tan claros son la especialidad de Absalón. Como muestra está la chambonada que se anotó en Correcaminos hace dos torneos, cuando amonestó en dos ocasiones al “Macue” Robles y nunca lo expulsó. Aquella vez se llevó una sanción de seis partidos, aunque con su historial, su longevidad y el tamaño del error, debió haber significado su retiro inmediato del arbitraje profesional.

No obstante que su capacidad es verdaderamente limitada, hay un dato que nos puede poner a temblar a todos. Hasta la jornada 9 del Ascenso mX, este señor ha tenido participación como central en seis fechas, al estilo de Mauricio Morales en su gira del adiós. Esto no puede significar más que una tendencia de apoyar a este elemento para que alcance la Primera División pronto.

Como mencionaba al principio, he asistido a todos los encuentros de los Estudiantes Tecos, tanto en Copa como en Liga, y he podido ver la labor de muchos silbantes desconocidos. Hasta ahora, de los ocho partidos vistos, uno solo de los jueces me ha llamado la atención, Roberto Ríos Jácome; seis se encuentran en un nivel apenas regular, y este Absalón ha sido el peor arbitraje de todo el torneo en el 3 de marzo.

La baraja de árbitros en el semillero de la Primera División está bastante raquítica. Acaso los pocos que se pueden salvar, que tendrían los merecimientos y experiencia para buscar una oportunidad en la categoría estelar, son Obed Gómez y León Barajas, pero tal parece que el padrino de Baruch tiene más poder y contactos en la Comisión, que los de Obed y Vicente.

Con esta tendencia de beneficiar al apadrinado, en detrimento del capaz, lo único que se está asegurando, es que cuando le den las gracias a Miguel Chacón, Antony Zanjuampa y Miguel Ayala (si se anima Mancilla, claro), sus reemplazos sean igual o peor de malos que ellos.

¡Bendito arbitraje, nunca te acabes!

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