La profecía se cumplió.
Mauricio Morales y Roberto García dirigieron los dos juegos de Final entre
Rayados y Santos, lo que ya a nadie le pudo haber sorprendido porque muchos lo
adelantamos desde antes de iniciar la Liguilla. Y desafortunadamente también
adelantamos que poner por dedazo desde antes a los silbantes no era buen augurio,
lo que también se cumplió, aunque por fortuna no determinó al campeón.
El trabajo de Mauricio
Morales tuvo un tremendo tache, al invalidar un gol de Santos legítimo por
“amontonamiento” en el área rayada tras un saque de esquina. Colmillada grosera
del festejado en su gira del adiós.
También fue notorio su
localismo, al amonestar a seis laguneros, por ningún local. Maniatar a los
jugadores con tarjetas baratas es una manera de influir en un juego, no es
necesario marcar penales inexistentes o expulsar jugadores por nimiedades. El
penal con el que empata Monterrey es correctamente señalado.
Roberto García hizo un
trabajo con menos de qué hablar en términos de jugadas notorias, aunque sí tuvo
errores considerados normales de apreciación.
Lo que es totalmente
reprochable para cualquier árbitro, de cualquier categoría, es lo que sucedió
entre el silbante y Suazo en el primer tiempo. Después de una jugada que
parecía falta sobre Reyna, se gestó un ataque lagunero que por poco termina en
gol. Una vez terminada la jugada, Suazo reclama exageradamente a García y se
gana una amarilla inobjetable, PERO no se vale que el árbitro se enoje y
reaccione con rabia al sacar la tarjeta del bolsillo de la camiseta, y en el
movimiento brusco, golpee con el codo en el rostro al jugador.
Honestamente no creo
que el carácter accidental del hecho, porque no fue deliberado el golpe, lo
suavice en la crítica. Es indigno que un árbitro pierda la cabeza, y por más
autoridad que quiera mostrar, el contacto es totalmente reprochable.
Al final, las
decisiones arbitrales no influyen en el resultado final, que es el título de
Santos. Queda manchada (¿Más?) la historia de la actual Comisión de Arbitraje
por la manera tan burda, grosera y antideportiva de tener arreglado todo desde
antes. Como se mencionó en la anterior entrega, todo se les acomodó con suerte,
pero como antes a Marco Rodríguez le han dado finales sin merecerlas en la
cancha, la del domingo era para él por su actuación en la Liguilla, y la del
jueves para García Orozco.
Colofón
Qué agradable y justa
sorpresa la designación de los tapatíos Jesús Sevilla y Erim Ramírez en la
Final de vuelta. El asistente y el árbitro (que esta vez fue cuarto) tuvieron
un gran torneo y recibieron su merecido premio. Señores de la Comisión, ¿verdad
que sí se puede ser justos?
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