¡He descubierto el enigma de los malos trabajos arbitrales en el país! Hay que olvidarnos de los dirigentes chambones, hipócritas, embusteros; de los árbitros incapaces, temerosos, indisciplinados; de toda una estructura futbolística nacional que los desprecia y relega. El problema no está ahí, está en la cantidad, mucha, poca o incluso totalmente ausente, de pelo en la cabeza.
No he perdido mis cabales. Se los prometo. Después de tanto tiempo de ver cómo se deteriora el arbitraje en el país, cuando las teorías lógicas y analizadas no funcionan, hay que ir a lo verdaderamente descabellado, y lo digo de manera absolutamente literal. Y antes de que cierren el blog y no me terminen de leer por divagar, me explico. ¿A qué árbitro con reluciente cráneo ausente de materia capilar le entregaron anoche el Balón de Oro? A Mauricio Morales. ¿Qué otro árbitro guanajuatense fue el mejor del torneo anterior y dejó muestras de su calidad en la Copa América de Argentina? Francisco Chacón. ¿En qué se parecen ambos? Además de estar convertidos en dos figurones del arbitraje, los dos están bien PELONES. Sí, rapados, a coco, a lo Kojak, como quieran decirle.
He tenido la enorme fortuna de ver en vivo a estos dos señores en las canchas tapatías en semanas consecutivas. Primero fue Morales en el Estudiantes vs Pachuca de la jornada 6. Qué personalidad de tipo. Impone. Pero no se trata de imponer en régimen de terror, los jugadores lo respetan por ser lo que es, y no por temer que se le vayan a zafar los tornillos como a otros. Corre como si tuviera 10 años menos. Administra las tarjetas amarillas con templanza e inteligencia, y se vuelve implacable con las manifestaciones de violencia que atentan contra el juego limpio. ¿Verdad Jaime Ayoví que viste la fecha 7 en la tribuna por atizarle al Chelo Alatorre?
Y Francisco Chacón nos regaló otra cátedra de arbitraje el sábado pasado en el Jalisco, en el triunfo de los Tigres sobre el Atlas. De entrada, le sabe dar una fluidez inteligente al juego. No se trata de otorgar ventajas inservibles, cuando sancionar la falta perjudica más al beneficiado que al infractor. Igual que Morales, el uso de las tarjetas amarillas lo hace de manera excepcional. A faltas similares, sanciones iguales, sin importar el color de la camiseta. La expulsión de Vidrio, inobjetable, pero una muestra de actitud reglamentaria para poner en los libros de texto arbitral, fue la roja para Efrén Mendoza.
Corría el último minuto de la reposición del segundo tiempo. Alan Pulido se enfilaba con balón controlado hacia la meta de Pinto, cuando el juvenil rojinegro detuvo con una zancadilla al delantero regio. Roja cantada. Pero eso estuvo fácil, lo difícil es terminar el partido sin reanudar ni siquiera con la falta, porque el tiempo había terminado. Cualquier otro silbante chambón se hubiera ahorrado “el problema” de expulsarle otro jugador al Atlas, cuando no tenía sentido ni injerencia en el marcador la jugada. Pero Chacón no puede jugar con el reglamento de esa manera. Su capacidad se lo prohíbe.
La moda entre los árbitros del mundo de traer el look “Collina” ha crecido en los últimos años. El italiano fue el mejor del mundo, sin tener un pelo de tonto. El mejor árbitro europeo de la actualidad, Howard Webb, de Inglaterra, también carece de protección solar en la de pensar (aunque se resbaló feo en la final del Mundial). Y nuestros dos pelones mexicanos dominan la liga desde hace más de un año.
Cuando todas las soluciones posibles, e imposibles, no funcionan, hay que actuar. Y si lo que funciona es sacarle brillo a la pelona, en la Comisión de Árbitros deberían quitar tanto asesor inservible, para contratar un par de buenos peluqueros que pongan a todos los nazarenos en calidad de bolas de billar. He dicho.
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