Quisiera dedicar este texto concretamente a los futbolistas que cada fin de semana, por lo menos, se calzan los “tacos” y se meten a una cancha de futbol para competir organizadamente contra otro equipo, con un árbitro (o tres o cuatro, según el nivel), y puntos en disputa.
Todos sabemos que existen tres marcadores posibles en un partido, en donde puede haber un vencedor o ninguno, de los equipos de jugadores, pero siempre, y esto sin lugar a discusión, habrá un tercer equipo o individuo, que siempre obtenga el resultado que desea: El árbitro (que para no estar detallando siempre, puede referirse al equipo arbitral con todo y colaboradores).
Aquéllos que han impartido justicia en un campo de juego, ya sea profesional o aficionado, saben que sus decisiones son definitivas, incluso el cambiar un señalamiento original por otro diferente, siempre y cuando no se hay reanudado el juego, es por decisión propia.
El arbitraje es un juego de poder también, donde el del silbato impone su voluntad sobre la de los jugadores. Tomemos el ejemplo de la Final disputada apenas el domingo anterior en Monterrey, donde Tigres se coronó campeón.
Con toda seguridad, Oswaldo Sánchez tenía la voluntad de atajar el posible disparo de Danilinho con los medios que él cree son lícitos dentro del futbol, pero Marco Rodríguez tuvo una visión diferente. No vamos a discutir el acierto o el error del árbitro; mejor observemos la reacción del jugador directamente afectado. Oswaldo se hincó, manoteó, se revolcó en el suelo, insultó, suplicó y reclamó. Nada de lo que hizo logró que el silbante cambiara de opinión. Al final, el arquero se fue a bañar temprano y el penal se ejecutó. Equipos 0-1 Árbitro.
Santos tuvo dos opciones a partir de esta marcación que consideraron injusta: Dejarse caer y culpar de todas sus desgracias al juez, o adaptarse y luchar profesionalmente y con dignidad ante la adversidad de jugar con uno menos. Optaron por lo segundo y tuvieron su resultado. Al término del primer tiempo, los visitantes tenían el juego empatado en el marcador global.
Los errores individuales del mismo equipo verdiblanco permitieron a Tigres remontar el marcador, lo que provocó en algunos jugadores impotencia y coraje. Una vez más, Baloy intentó disputar un balón a su manera particular de sentir el juego, pero igualmente, una vez más, Marco Rodríguez no estuvo de acuerdo. Otra vez vino la cascada de reclamos, improperios al árbitro y demás, pero la postura del juez se mantuvo inflexible y decidida. Equipos 0-2 Árbitro.
Al término del partido, nuevamente en el momento exacto que lo decidió el silbante, el marcador para los equipos contendientes mostraba un 3-1 (4-1 global), pero en el juego particular del árbitro, el único ganador absoluto fue él.
Los jugadores de futbol conocen principios básicos del deporte que practican; unos más que otros. Saben que mostrar los tachones y golpear a un adversario de esa manera puede convertirse en una falta y tarjeta; saben que hacer eso dentro del área penal propia además trae consigo el cobro de una pena máxima; saben que un jugador que no tiene dos adversarios entre el balón y la línea de meta está en fuera de juego, pero desconocen los conceptos de participación activa, tomar ventaja de la posición o interferir con un adversario; saben que jugar el balón con la mano está prohibido en muchos casos, pero no saben exactamente cómo se evalúa la premeditación (no intencionalidad, ésa se castiga de facto y recibe sanciones disciplinarias la mayoría de las veces), y muchos otros ejemplos.
Un árbitro se supone que sabe todo lo anterior y más. Pero aún en el caso de que no lo sepa, no lo interprete adecuadamente, o no lo quiera cumplir por sus reales ganas, siempre llevará las de ganar, porque él trae el silbato.
Las mejores armas que tiene un futbolista para intentar acercarse a la invencibilidad de un árbitro, son el conocimiento de las reglas y sus interpretaciones, al igual que la tolerancia a las marcaciones adversas. Es más fácil recibir favores de un silbante si lo dejamos “equivocarse”, si no le reclamamos hasta el más insignificante saque de banda, que si le hacemos cortes de manga cada que señala algo, si lo intentamos engañar o si infringimos las reglas con regularidad.
Aquel jugador de futbol que esté más preparado en temas reglamentarios, será un mejor futbolista. Aquel que comprenda y acepte, más allá de la calentura de un partido, que al árbitro nadie le gana, aumentará sus posibilidades de usar el reglamento a su favor, y no poner en bandeja de plata su vulnerabilidad, y ser víctima de un tecnicista de las reglas, como es el del silbato.
Oswaldo Sánchez y Felipe Baloy, ambos le dieron armas a Marco Rodríguez para interpretar sus acciones de manera diferente a las que seguramente tienen arraigadas. Si acertó o no, es asunto que no compete directamente a esta reflexión. Lo que sí debe importar, es que saber más, es más. El poder de la información es de quien la busca, la aumenta y la interpreta.
Colofón
En mi particular opinión, decidida en el momento mismo del juego del domingo, ambas expulsiones tienen un sustento reglamentario amplio. Incluso la de Baloy, me parece que no debería dejar dudas, ya que fue una entrada con alta temeridad y fuerza excesiva, jugar el balón antes de patear a un adversario no es motivo para invalidar la falta o disminuirle su castigo.
TA S
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