A raíz de este título se pueden interpretar varios aspectos del partido entre Chivas y Águilas del domingo pasado. Principalmente tendrían que ver con la táctica diseñada por Carlos Reinoso para tratar de ganar el juego, pero no va por ahí. Por supuesto que fue equivocada, pero como en este espacio escribimos de arbitraje y asuntos disciplinarios o de reglamentos, nos vamos a enfocar en el trabajo del árbitro y en la determinación de Chivas por no protestar las manifestaciones violentas de los jugadores de América en el terreno de juego.
En la entrada anterior hablamos de esta segunda gran oportunidad que recibía Erim Ramírez para dirigir el partido de temporada regular más importante de nuestro futbol. Es claro que ya todos sabemos lo que pasó. Nuevamente América debió terminar el partido con menos jugadores que los 11 de inicio. Se habla de Cervantes, Mosquera y de Reyna, así que vamos por partes.
La jugada de Cervantes, en la que golpea con el puño en el rostro a Erick Torres, no fue, como la mayoría puede pensar, falta de valor del árbitro para sancionar. La falla de Ramírez fue no haber corrido más abierto en la jugada, para no tener que desviar tanto la atención en seguir el balón que seguía de largo. En caso de haber estado más cerca de la línea de banda de su izquierda, su ángulo de visión hubiera incluido a Cervantes y a Torres. Veredicto: Error atribuible a la colocación errónea.
Aquivaldo Mosquera se dio gusto ablandando al mismo Erick Torres, desde la primera jugada dividida que tuvieron. La primera la dejó pasar el árbitro con una llamada de atención, pero la segunda, poco tiempo después, debió sancionarse con tarjeta amarilla. Para cuando viene el forcejeo, otra vez con Torres, en el que el defensor colombiano golpea con el brazo en el rostro al juvenil de Chivas, la tarjeta amarilla que recibió correctamente, debió haber sido la segunda.
Y la cereza del pastel, la que a mi parecer es la falla más grave y pudo haber salvado un poco el trabajo de Erim, fue la tarjeta amarilla que muestra a Reyna casi al final del partido, cuando golpea violentamente con el codo en el cuello a Jesús Sánchez. La jugada lo tomó a menos de 5 metros , sin obstáculos para su vista, con el América vencido, desesperado y potencialmente violento. Toda esa combinación, más Ángel Reyna involucrado en la jugada, era más que probable que viniera la agresión. Y llegó. Lo que no llegó fue el cartón rojo.
¿Qué le pasó a Erim Ramírez? ¿Por qué se le volvió a escurrir de las manos la gloria de un Clásico? Me parece que fue por no aprender de la experiencia anterior. Cuando una vez te pasa que intentas arbitrar sereno, conciliador y evitando al máximo las sanciones disciplinarios, es decir las tarjetas, y no funciona, a la siguiente debes cambiar el enfoque. Está bien aguantar una tarjeta, pero dos patadas similares del mismo jugador al mismo adversario (Mosquera-Torres), no se pueden pasar por alto. Esa tarjeta amarilla pudo haber evitado la confrontación entre los mismos jugadores minutos después, y probablemente también el episodio con Cervantes. Los jugadores del América se sabrían vigilados si se pasaban de rosca con el chamaco, pero ese mensaje llegó tarde y tibio de parte del árbitro.
Los Clásicos se arbitran de manera diferente, es cierto, pero sin alejarse de las reglas e imponiendo respeto y orden en el terreno de juego. Y al final con Reyna, no cabría ni siquiera el pretexto de cuidar el espectáculo y dejar a un equipo con 10 desde el primer tiempo, porque el juego estaba decidido y la agresión fue notoria. Erim Ramírez, su equipo arbitral y su asesor, equivocaron la estrategia.
La fortaleza de carácter personal de Erim Ramírez es grande. Ha salido adelante de muchos episodios profesionales y personales complicados. Este caso no debe ser la excepción, si bien no es un jovencito novato en Primera División, aún tiene los mejores años de su vida arbitral por delante.
Colofón
La decisión de Chivas por no enviar protesta formal a la Disciplinaria por la agresión de Cervantes a Torres es completamente errónea, hasta incongruente. Tanto que pregonó Jorge Vergara que era el Clásico de la Paz y mucho alboroto, pero al final el mensaje que manda es que no hay bronca ser violento. No importa que hayas goleado y humillado a tu gran rival, omitir esa protesta es fomentar la violencia.
TA S
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