Para variar, la jornada 6 del Clausura 2013 en México volvió
a tener en un arbitraje el tema más comentado de la semana, sin importar los
buenos juegos que se disputaron, algunos golazos y varios llenos en estadios
que se estaban desacostumbrando a tener todos sus espacios ocupados. Y para que
la polémica arbitral se magnifique, qué mejor que uno de los equipos sea el
América. Esta vez fue el “perjudicado” por la actuación de Miguel Ángel Flores,
en la visita que le hicieron al campeón Xolos en la frontera.
El punto de quiebre del trabajo de Miguel Flores se dio a
los pocos segundos de iniciado el partido. En una disputa del balón entre el
americanista Rubens Sambueza y el fronterizo Nuñez, se da un altercado que
deriva en la amonestación para el amarillo por provocar a su adversario. Fue el
típico caso en que un contrario cae al suelo, el que queda en pie se le “monta”
literalmente y en el forcejeo por soltarse, vuelan algunas patadas, golpes y
palabras poco amistosas entre ambos. La amarilla para Rubens es correcta,
aunque queda la duda de que el local se pudo llevar su dosis por la misma
causa.
Las tarjetas amarillas tienen la misión principal de poner
un preventivo al infractor, pero también para los 21 jugadores restantes, que
deben detectar el criterio a utilizar por el juez en el resto del juego.
Cuando se señala el penal en contra de Tijuana, muy claro
por cierto, Fernando Arce protesta más de lo permitido y se pinta del color
del rival. Hasta aquí, el balance de decisiones es equitativo. Amarilla para el
visitante por provocar, después un penal inobjetable contra el equipo local y
la clara amonestación por la desaprobación infundada.
Después del gol del América, la intensidad del juego sube,
las patadas también comienzan a escalar y es cuando nuevamente vienen dos
señales muy claras del árbitro de cómo pretende controlar el partido. En
jugadas prácticamente consecutivas, Oswaldo Martínez y “Maza” Rodríguez ven el
cartón amarillo en los minutos 18 y 19, ambas por juego brusco. El mensaje era
claro, los visitantes estaban metiendo la pierna de más y no se iba a permitir.
Después de reanudarse el juego por la amonestación a
Rodríguez, viene una tercera falta consecutiva, ahora de Sambueza, que si bien
no patea a Riascos, sí lo golpea con el brazo en el pecho. Como dice el dicho que
la tercera es la vencida, así fue. A pesar de las dos advertencias, los
jugadores del América no disminuyeron su intensidad y fuerza al disputar
temerariamente el balón, que pagó Rubens con su segunda amonestación. En un error claro de desconcentración y falta de liderazgo,
en las protestas por la roja a Sambueza, Mosquera se va de la lengua y lo
pintan de amarillo. Una muestra más de que el criterio seguía intacto; Arce
hizo lo mismo 10 minutos antes y obtuvo el mismo resultado.
Hubo un pequeño lapso en el que los americanistas parecieron
calmar un poco su ímpetu, pero sólo les duró 16 minutos. Los criterios
arbitrales no caducan con el paso de los minutos, ni después de tener uno o más
amonestados y expulsados previos. Mosquera le atizó fuerte a Fernando Arce por
la espalda y se ganó su invitación a la fiesta solitaria de Sambueza en el
vestidor. Hasta ese momento, con cuatro amonestaciones y dos expulsiones a
cuestas, América pareció entender el criterio de Miguel Flores y mantuvieron la
casilla de castigos disciplinarios en cero el resto del partido. Por parte de
Tijuana llegó una amonestación más hasta el minuto 83 a Gandolfi por juego
brusco.
Las principales quejas contra el arbitraje fueron acerca del
“abaratamiento” de las tarjetas. Voy a conceder, sin admitir, que pueda ser
cierto. La cuestión no va por ahí, sino por la falta de capacidad del jugador
por leer la táctica arbitral. Miguel Herrera habrá dado una charla técnica muy
extensa de cómo reaccionar ante diversos escenarios del juego, basado en el desempeño
del rival, pero seguramente no dijo nada del arbitraje. Sus jugadores sabían
qué hacer en un saque de esquina en contra, pero no supieron cómo comportarse
ante una amonestación temprana.
Miguel Flores pudo tener un criterio exigente, pero siempre
fue el mismo, sin importar el color de la camiseta. Las expulsiones no fueron
directas, producto de una precipitación o una mala apreciación; fueron
derivadas de un desarrollo muy claro y como consecuencia de los parámetros que
estableció desde el primer minuto del partido.
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