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martes, 29 de octubre de 2013

Sin piedad

El martes pasado, durante la jornada de Champions League, recibimos una noticia insólita, de ésas que había que ver, porque lo que se leía en redes sociales, sonaba a ciencia ficción. Héctor Herrera había sido expulsado al minuto 6 del partido entre Porto y CSKA, ¡por doble amonestación!

Es de cierta manera natural que existan jugadores expulsados en los primeros minutos de un juego, pero normalmente se trata de rojas directas; ya sea por una entrada muy violenta o por esas expulsiones de reglamento, como detener un gol con la mano o malograr una oportunidad manifiesta de gol (como aquella de Jens Lehman en la final de la Champions de 2006, entre Barcelona y Arsenal). Lo totalmente absurdo, es que en jugadas consecutivas, antes de cumplir 10 minutos de partido, un jugador tenga tan poco criterio para cuidar su amarilla, y de igual manera es difícil ver un árbitro con los suficientes pantalones para tomar una decisión así.

Paolo Tagliavento, italiano, amonestó primero al volante mexicano por una dura entrada sobre Hulk (el brasileño, no David Banner), y en el cobro mismo de la falta, 40 segundos después, le mostró el segundo cartón hepatítico por adelantarse en la barrera y detener el disparo ruso. Incuestionable, clara, ridícula y digna de las listas de las mayores estupideces del futbol mundial.

Cuando comentaba el hecho en redes sociales, alguno de mis seguidores mencionó que “ni Chiquimarco es capaz de hacer algo así”. Lamentablemente para él, lo tuve que corregir. Como me dice mi compañera de vida, que tengo una memoria increíble para hechos casi siempre intrascendentes, recordé una de las mayores perlas de Marco Rodríguez en el arbitraje.

Lo que no me llega bien al cerebro es la fecha, pero los involucrados son Agustín Morales y Daniel Osorno, cuando jugaban en Celaya y Atlas, respectivamente. No puede ser ya en este siglo, así que estamos hablando de unos 14-15 años atrás. Era la primera jugada del partido que se disputaba en el Estadio Jalisco, cuando le envían el balón a Osorno, pegado a la banda izquierda; Agustín Morales se lanza de la tercera cuerda, tachones por delante, a los tobillos del atlista. Marco Rodríguez, cuando era el Marco que hoy todos extrañamos por implacable, le mete la roja al defensa cajetero entre ceja y oreja. Así como Herrera se ganó las dos amarillas en 40 segundos, Morales se quedó con su roja cuando no iban ni 40 segundos de partido.

Y para finalizar una trilogía de expulsiones inmisericordes, tenemos que recurrir al mejor árbitro de México, Francisco Chacón. Sucedió apenas el viernes pasado. Héctor Mancilla, delantero de Monarcas, pensó que se encontraba frente al otro Chacón o Voldemort, porque se necesita ser bastante bruto para insultar y hacer señas groseras al guanajuatense. Con su jerarquía intacta, ajeno a las presiones oficiales de no meterse en problemas, sacó la roja del pantalón y mandó al chileno a tomar una ducha helada, aderezada con el empate de último minuto que consiguió Chivas, cuando su equipo jugaba con 10 por sus leperedas.

Estos tres ejemplos son de árbitros con los pantalones bien puestos. Árbitros que ignoran momentos, presiones externas y estadios, para hacer valer la ley. El italiano y Chacón están vigentes, se reconoce su carácter y valor para tomar estas decisiones en un futbol lleno de intereses económicos, que no perdonan una expulsión estúpida. De Marco Rodríguez nos queda el recuerdo de un juez que hizo época en México; que no hace mucho continuaba con esa línea (Oswaldo Sánchez se acuerda muy bien de la final que perdieron con Tigres hace poco), pero que hemos perdido poco a poco en la maraña de instrucciones ridículas y órdenes ajenas al futbol, que ahora dictan las normas y conductas arbitrales en nuestro país.

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