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martes, 26 de marzo de 2013

Aquí nos tocó vivir


El título de este texto nos puede remitir a una actitud conformista o a una postura de superación, todo depende de la pantalla de donde se lea. Los invito a ponernos la camisa de la búsqueda del éxito, el cuestionamiento a lo establecido y el crecimiento, tanto personal como colectivo.

Después de mi disertación, aparentemente sin sentido, aterricemos a lo que nos interesa en este espacio, que es el arbitraje de futbol.

La inspiración para este tema viene de dos frentes. El principal es la actuación del árbitro de Jamaica, Courtney Campbell, en la visita el pasado viernes a San Pedro Sula de la Selección Mexicana. Como tantas veces hemos escuchado que estamos tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de Dios, de la misma manera estamos atados a la Confederación de Futbol, alias Concacaf. La otra fuente fue el retrógrado caso, investigación, manejo, trasfondo y sentencia, de las declaraciones obtenidas ilegalmente del árbitro Francisco Chacón.

Es del dominio público que el arbitraje de Concacaf es el peor del mundo, tal vez a la par de los africanos, porque europeos, asiáticos y sudamericanos nos llevan de calle. El oscurantismo en que nos sumió Jack Warner en la última década tardará tanto, o más, en salir de ahí (si es que algún día salimos).

Según los escalafones de Concacaf, Campbell es de los silbantes más confiables de la baraja. Y después de la demostración tan lamentable en Honduras, no queremos ni saber cómo son los árbitros malos.

Los jueces del “continente” le llevan una importante ventaja a sus colegas de las “islas”. Centroamérica y los tres países del norte tienen un nivel aceptable, dentro de la realidad de nuestro futbol. Pero los caribeños son una desgracia verdadera. No tienen ligas competitivas, es más, la mayoría ni ligas tienen, punto. El gran problema fue que el trinitario Warner privilegió a sus compadres del barrio, y dejó que el arbitraje, junto con todo el futbol de la zona, se fuera al garete.

Ya ni vale la pena seguirle meneando a las decisiones del jamaiquino; no era penal, nos pegaron hasta por debajo de la lengua y nunca pasó nada. El asunto está en que si no podemos hacer nada por los niveles de arbitraje, lo que sí se puede hacer es mejorar nuestra actitud futbolística para no depender de una marcación arbitral. Hay dos opciones: Lamentarse por el robo o trabajar en no depender de una buena o mala decisión del juez. Ahí está la tarea para Chepo.

El tema Chacón es otro asunto vergonzoso, que ejemplifica en lo que se ha convertido la dirigencia arbitral y disciplinaria. Antes de darle a Mancilla y Rivas como nos dieron los hondureños, hay que censurar las palabras de Francisco Chacón y reprocharle su falta de discreción con personas en las que no había elementos para confiar. Una vez aclarado el tema, es absolutamente inadmisible que un video obtenido ilegalmente, sea utilizado como prueba para sancionar a un árbitro.

Que estuvo mal de Chacón hablar tan a la ligera con unos desconocidos, sí. Que lo castiguen y enjuicien públicamente, es una bajeza. Como no hay indicios de que la Comisión Disciplinaria y la de Arbitraje evolucionen en entidades justas y transparentes (aquí nos tocó vivir), las opciones son estas dos: Quejarse amargamente por el tipo de dirigentes que tenemos, o ser más inteligente que ellos (fácil) y no darles armas para seguir haciendo de las suyas.

Es una cuestión de actitud ante las circunstancias de la existencia misma. Si la vida te da la espalda, dale un patadón en el trasero y sigue adelante. Los dejo con una anécdota del Profesor Arturo Yamasaki. En un partido, un jugador de equis equipo que perdía por varios goles de diferencia, le pidió el favor al peruano que le marcara un penal. Con ese ingenio desparpajado que tiene Don Arturo, le contestó: “Sí claro, nada más métete al área, porque desde media cancha, se me complica”. 

martes, 19 de marzo de 2013

Las malditas áreas


Hace ya algunas semanas que no teníamos una jornada tan lamentablemente mal arbitrada como la 11. Hubo de todo, como en botica, pero las palmas se las lleva el niño consentido de la Comisión, Roberto García Orozco, con la chambonada del penal que se tragó enterito sin masticar sobre Raúl Jiménez.

Para que un horror arbitral se magnifique, debe ser trascendental para el marcador. Los casos más contundentes son goles invalidados, o validados, incorrectamente; apenas unos centímetros más atrás, vienen los penales mal señalados y los dejados de marcar, y por último los jugadores que debieron ser expulsados y posteriormente en el partido son decisivos para anotar un gol que determine el marcador.

Es cierto que el hecho de no señalar un penal aún deja latente la posibilidad de que se falle, pero no por eso deja de ser un error grave. Esta gravedad toma mayor relevancia si ya es un síntoma recurrente de la labor arbitral de cada semana. Lo de Roberto García Orozco el sábado en el Azteca es, por sí solo, uno de los errores más ridículos que hemos visto este torneo.

Si existiera una clasificación de la claridad de una falta que se debe marcar como penal, tendríamos los 100 por ciento indiscutibles, los que se merecen el beneficio de la duda al árbitro y los que podrían marcarse o no, sin que hubiera muchos problemas. La jugada del defensor potosino sobre el americanista Raúl Alonso Jiménez, ni siquiera llega al 100 por ciento indiscutible, es más que eso, hasta alguien que no estuviera viendo la jugada la marcaba, así de clara fue.

¿Por qué no se señaló ese penal al minuto 94, que hipotéticamente sería el gol del triunfo águila sobre San Luis? Pues porque al señorito García Orozco no se le pegó la real gana de marcarlo. Es más, en su afán de limpiarle con la amonestación a Jiménez, dizque por el piscinazo, terminó por embarrar toditita la cajeta que tiró en el área visitante.

Lamento mucho no tener una explicación mucho más fundamentada y técnica, pero no hay manera de encontrarla. Roberto estaba a cinco metros de la jugada; perfecta posición en diagonal para observar el desarrollo del juego; nadie le tapaba la visibilidad, y la falta fue del tamaño del Estadio Azteca, multiplicado por 10. En jugadas así, cuesta muchísimo creer en errores involuntarios, pero como eso es tan difícil de comprobar, nos vamos a quedar con que García Orozco simplemente “no la vio como penal”.

Pocas horas después del escándalo en el Azteca, Fabricio Morales estuvo a punto de determinar un partido con un penal mal otorgado al Atlas, en su juego contra Santos. En este caso hay muchas más atenuantes para que la crítica sea menos severa, pero al final de cuentas, se demostró que fue un error grave de apreciación de Fabricio.

Debo reconocer que en primera instancia, por televisión, estuve de acuerdo con el criterio arbitral. Una vez analizada la repetición, lo que hace Brizuela es irse de frente contra Baloy, que incluso había dado un paso atrás para evitar el contacto con el delantero rojinegro, estrellarse en la muralla panameña y caer fulminado.

El problema en esta jugada es nuevamente la correcta ubicación del árbitro, que no debió haber fallado con los elementos que tuvo a su alcance en el campo visual. Aunque tenía un poco más de tráfico que en la jugada del América, no tuvo obstáculos para apreciar el lance con claridad. Ya he escrito en ocasiones que no es lo mismo ver una falta o un gol desde el ángulo inclinado de la televisión, que a nivel de cancha. Normalmente cuando la televisión desnuda un error arbitral, es porque el juez no dispone del mismo ángulo que una cámara; en esta ocasión, sucede al revés. La televisión engaña, pero la colocación a la misma altura que los jugadores, jugaba en favor de Fabricio, que se equivocó.

Salinas y Darwin le compusieron la plana al árbitro para lograr la remontada lagunera, por lo que el penal marcado pasó de escándalo a anécdota.

Los grandes árbitros se hacen en momentos de tensión, en momentos en los que hay que ser certeros, cuando una decisión significa mucho más que tres puntos, no en faltitas intrascendentes a medio campo o con expulsiones más claras que el agua.

Fabricio falló por una mala apreciación, se vale, aunque en él es más o menos recurrente. Roberto García falló por alguna razón inexplicable, tal vez será que anda más ocupado en su próximo viaje a Brasil en 15 meses que en lo que tiene que hacer acá para ganárselo. Bueno, no, ya le quitaron a Chacón de en medio, así que a la hamaca, cobijado por el manto proteccionista de Mancilla, González y su pandilla.

martes, 12 de marzo de 2013

Misterios del Juego Limpio II


Hace poco más de seis meses, con motivo del partido Toluca vs León del Apertura 2012, publiqué un texto titulado Misterios del Juego Limpio, en relación a un gol conseguido por el equipo Toluca justo después de la lesión del defensa leonés Mascorro. Hoy, con motivo de un intercambio muy interesante de ideas con mi querido amigo Mauricio Cabrera, añadimos una segunda parte a esto que ahora se convertirá en serial, cada que el Fair Play nos lo demande. Toca el turno a Christian “Chucho” Benítez, delantero ecuatoriano del América, que en el anterior partido contra Monarcas, en una sola jugada, inspiró todo un texto.

En algún momento del primer tiempo (la memoria me acaba de pasar una terrible jugada), Benítez ingresa a velocidad al área moreliana por el lado izquierdo; Uriel Álvarez viene en la marca, pero al verse superado por la potencia del ecuatoriano, se lanza con el hombro-espalda contra las piernas del delantero. El contacto del defensor da en el blanco, “Chucho” da un pequeñísimo paso en falso, sin embargo se mantiene en pie, controla el balón y encara a Vilar. Otra vez me pierdo en los pantanos de la memoria y ya no sé si la tapó el arquero, se envió un centro y nadie remató o qué pasó, el asunto es que el lance de Álvarez y la permanencia en pie de Benítez son lo trascendental en este tema.

Primero vayamos al terreno de la especulación y los malditos hubieras. Si Benítez afloja el cuerpo y cae, producto de la tacleada del defensor, el penal era inobjetable. Hasta ahí vamos bien. Si, tal como sucedió, el ecuatoriano sigue en pie con balón controlado, pero falla en su intento de causar daño de gol, ¿estaba el árbitro en posibilidad de señalar la falta previa? Yo digo que no, y me explico.

El reglamento, palabras más, palabras menos, dice lo siguiente (aquí la memoria me funciona de maravilla todavía): “Para que el árbitro conceda una ventaja, ésta debe ser inmediata y clara, en caso de no concretarse, puede volver a señalar la infracción”. En otras palabras, hay ventaja cuando no señalar una falta te deja mejor parado en el campo que si se señala la misma. Si la ventaja se pierde en el siguiente pase o disparo, principalmente porque la estabilidad del jugador que recibe la falta y/o el control del balón se comprometen, es deber del árbitro volver sobre sus pasos. Si en cambio, el jugador que recibe la falta primaria mantiene el balón en su poder, sigue avanzando sin modificar, ni perder, su estabilidad y velocidad, la ventaja se habrá consumado y no hay manera de echarse para atrás.

Ahora, ¿por qué el título y la explicación del primer párrafo hablan del Juego Limpio de Benítez? Me parece que es simple, pero muy enriquecedor y loable de parte del delantero americanista. Privilegió el avance sobre la meta contraria, en lugar de conseguir un penal que parecía nítido. “Chucho” podrá tener algunos defectos personales y futbolísticos que no vale la pena mencionar, pero en esta ocasión demostró una lealtad, fiereza y hambre de sobresalir, que venció por goleada a la práctica fácil de conseguir el penal y cumplir.

Actitudes como la de Benítez deberían ser la regla, no la excepción. Criterios como los aplicados por Paul Delgadillo en ese juego, deberían ser la regla, no la excepción. Ya entrados en el tema del arbitraje en Morelia, creo que fue de primerísimo nivel. Víctor Romero estuvo genial en el gol del empate y la jugada del penal, mientras que el mismo Delgadillo dio una cátedra de aplicación de la ventaja en ese mismo lance de la pena máxima. Después de la falta de Vilar sobre Raúl Jiménez, el balón sale a la zona donde cerraba el mismo Chucho; Paul detecta la posibilidad del remate a portería y espera el resultado; una vez que el balón toma una trayectoria que impediría el remate claro al arco, vuelve a la falta original y expulsa a Vilar sin misericordia.

Esa jugada es la muestra más clara de cómo se aplica una ventaja. Volvamos a los hubieras. Si Benítez llegaba franco a la portería para rematar, pero fallaba por el motivo que fuese tras el disparo inmediato, el árbitro debe regresar al penal. Como la ventaja no fue clara ni inmediata, se señala la pena máxima, vienen las sanciones disciplinarias correspondientes y listo. No es lo mismo que la jugada con Uriel Álvarez, ya que en ese caso, el delantero tiene más ventaja (aunque no lo parezca) al encarar al arquero con balón controlado en movimiento, que desde la inmovilidad del manchón de los once metros. Si no tuvo la capacidad o suerte de concretar el gol, el árbitro no puede regresarse. Es como juzgar dos veces a una persona por el mismo delito.

Lo rescatable de este partido en temas de Juego Limpio y aplicación de la ventaja son Christian Benítez y Paul Delgadillo. El primero, dando un gran ejemplo de lealtad deportiva; el segundo, dando una clase magistral de la aplicación de la ventaja.

Colofón: 
Les dejo el enlace del primer episodio de Misterios del Juego Limpio
http://reglacinco.blogspot.mx/2012/08/misterios-del-juego-limpio.html

martes, 5 de marzo de 2013

Tarjeta roja a la violencia


La nota de la semana pasada fue la violencia que se vivió en algunos estadios de futbol de México. Los hechos de los “barristas” de Chivas atacando a los aficionados leoneses en los alrededores del Omnilife fueron ampliamente difundidos, al igual que los graves disturbios entre las parcialidades de Gallos y Atlas en Querétaro, y en menor medida la bronca entre las aficiones de San Luis y Pumas, en la visita de los universitarios al Alfonso Lastras.

Cuando apenas empezábamos a reponernos de ese fin de semana negro, mejor dicho rojo por la sangre que lo manchó, vino un episodio igual o más lamentable en Neza, cuando las Águilas visitaron a los Toros en un encuentro de la Copa.

Este brote de violencia fue mucho más inexplicable que los otros, sin querer decir que la violencia tiene motivos reales, sino que no se entiende cómo se puede iniciar una gresca entre aficiones de equipos de distintas categorías. Chivas vs León tiene su historia, al igual que las aficiones de Gallos y Zorros, que se remonta años atrás; lo mismo pasa con San Luis y Pumas, que son de las “barras” más mal portadas del país (por decir una infantilada y no llamarle nefastas a esos hordas de seudoaficionados).

El caso es que la guerra, literal, que se desató en Neza, terminó de prender los focos rojos con respecto al descontrol que tienen los equipos, y la misma liga, de las aficiones que los acompañan. Es un monstruo de mil cabezas que se ha desarrollado al amparo de las directivas, del anonimato y de la complacencia de las autoridades, tanto civiles como federativas.

Es tiempo de que se geste un verdadero cambio en el control de los grupos de animación, “barras”, porras o como quiera llamarle. La credencialización es un tema prioritario; los protocolos de seguridad deben ser más estrictos, al igual que las revisiones en el perímetro del estadio y en los accesos; los castigos de la Federación deben ser más contundentes, y las autoridades civiles (léase gobiernos estatales y federal) deben legislar en torno a los espectáculos deportivos masivos, para que los infractores al orden público sean detenidos, procesados y castigados.

Si es de todos conocido que la nueva Liga MX se basa en la organización de la Premier League inglesa, es momento de copiar también el manejo que aquélla hace de los aficionados rijosos. Un gran ejemplo, es el método para impedir que los desadaptados que han sido detenidos previamente haciendo desmanes en un estadio, no vuelvan a acudir mientras dure su sentencia. En Inglaterra, aquel “aficionado” que tiene prohibida la entrada a cualquier estadio de futbol, debe presentarse el día del partido de su equipo en la comisaría a pasar lista, y permanecer ahí durante el transcurso del mismo, o en otros casos, de la selección nacional. Incluso se les confisca el pasaporte cuando su equipo nacional viaja a otro país. La pena por no presentarse es arresto, cárcel y una nueva sentencia más severa.

Para llevar al cabo este método, es necesario que los congresos estatales, y hasta el federal, creen una ley específica y la pongan en marcha en cualquier espectáculo deportivo del país, sin ser exclusiva del futbol, se debería extender al beisbol, basquetbol y cualquier otro deporte que atraiga masas a un recinto público.

En la jornada que acaba de terminar (la 9), los actos violentos de la tribuna, o fuera de ella, permanecieron en casa, pero esta vez se trasladó a la cancha. Se presentaron cinco expulsiones durante los nueve juegos de Primera División, tres de las cuales fueron por jugadas muy violentas, que pusieron en riesgo la integridad de los adversarios. Israel Castro (Cruz Azul), Paul Aguilar (América) y Joshua Ábrego (Tijuana), vieron el cartón rojo por golpear de muy mala leche a sus rivales. Los árbitros que mostraron la cartulina escarlata, Marco Rodríguez a los dos primeros, y César Ramos al fronterizo, juzgaron de manera adecuada estas acciones. El prietito en el arroz fue del mismo Ramos, que dejó en la cancha al capitán atlista, Leandro Cufré, que de tremendo codazo en el rostro, le rompió el pómulo al xolo Édgar Castillo, que incluso este lunes tuvo que ser operado de la fractura. Y además era penal (pa’ acabarla de amolar).

Violencia genera violencia y es momento de detenerla. Todos los actores de nuestro futbol, desde la trinchera que nos corresponde dar las batallas, tenemos la obligación moral de hacer algo. Aquí va mi aportación.